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EL CABECICUBO

'Las Campos', no apto para no iniciados

El reality de la familia Campos triunfa en el share y se puede equiparar al de la familia Kardashian en alguna de sus tramas más exitosas

10/09/2016 - 

VALENCIA. Mire, joven. ¿En qué se diferencian nuestros pueblos de los del civilizado, culto y hacendoso norte de Europa? Obsérvelos desde arriba. Los del norte son cuadrículas. En los nuestros, las calles son radiales, van todas a desembocar al ágora, o plaza, porque nuestra vida es en común. Hasta ha habido estudios, que perdone que no les cite, donde decían que los primeros italianos de Nueva York vivían más que sus vecinos irlandeses, holandeses o alemanes, aunque fumasen como carreteros y bebieran como cosacos, porque estaban siempre juntos, siempre en grupo, compartiendo, y eso les daba la vida en sentido figurado y literal. 

Ya se ha convertido en un lugar común, pero en estos tiempos modernos de vida urbana, fría e individual, se sostiene acertadamente que el sustituto de esa vieja convivencia, de esa corrala, son los programas del corazón. Particularmente, Sálvame, que tiene ese formato y esa disposición de los contertulios que, de hecho, han pasado a ser los protagonistas del espacio por delante de los llamados “famosos”; famosos ahora convertidos solo en invitados que se prestan por unos duros a ser, generalmente, humillados y despellejados o por los personajes del programa o por sí mismos vendiendo el relato de encuentros sexuales o chorradas semejantes. Cotilleos con más o menos pudor. 

Este verano, la semana en la que se estrenó el programa de Las Campos, la revista QMD tenía pleno en la portada de periodistas. Nadie de los que salía era famoso por otro motivo. Salían Carmen Borrego, hija de María Teresa Campos y también periodista, Kiko Matamoros, contertulio de Sálvame y Paz Padilla, la presentadora del mismo programa. Y la semana siguiente venía a ser lo mismo, en bikini aparecía Rosa Benito, ex contertulia de Sálvame –otrora cuñada de Rocío Jurado- y a la derecha Pelayo Díaz, “it boy”, “Blogger”, “fotógrafo”, “DJ”, “diseñador de moda”, lo que usted quiera, pero también uno de los contertulios, asesores o jurado de ‘Cámbiame’, programa que reseñamos en esta columna con el descriptivo título de “Usted es una mierda”.

La gran novedad que ha llegado este verano es un reality sobre periodistas: Las Campos. De sobra conocidas, María Teresa y Terelu llevan años en televisión presentando programas. A María Teresa le debemos que desarrollase el formato que importó Hermida y popularizase las tertulias políticas polarizadas estúpidamente y su famoso “déjeme hablar a mí que yo le he dejado hablar a usté”, seguir los realities en un magazine matutino como empezó a hacer con Gran Hermano y, en fin, todo lo que ha hecho de oro a Ana Rosa Quintana. Mientras tanto, la hija, Terelu, también presentó durante años un programa de corazón, con T de Tarde, para metamorfosearse en protagonista de la actualidad rosa y que su ex, Pipi Estrada, vendiera su intimidad sexual al mejor postor, aparecer desnuda en Interviu –de los números más vendidos- y ahora acabar en Sálvame, que es como la Champions, la competición más prestigiosa, pero en la que no necesariamente triunfan los que parecen los mejores. 

Keeping up with the Campos!

La referencia obligada a la hora de comentar Las Campos ha sido Keeping up with the Kardashians, la obra de arte contemporánea de ‘E! Entertainment’. Kim, con quien empezó todo debido al vídeo “robado” de una felación a dos manos girando las muñecas cada una en una dirección que asombró al mundo, se lo dice muchas veces a sus hermanas: “os he hecho de oro, os he dado una carrera”. Algo de eso hay aquí, con la sutil diferencia de que María Teresa Campos puso a su clan en el mapa sin tomar esa clase de atajos. 

No obstante, ambas, las Kardashians y las Campos, se enfrentan al mismo juez que da y quita razones: el share. Dios en la tierra; Dios en bata y chanclas; Dios en cada casa. Y Dios ha hablado: Las Campos lo han petado. Con un par de millones de espectadores en la segunda entrega que, a día de hoy, es una barrabasada. De seguir así el apoyo de la audiencia, la intelectualidad nacional sacará el polvoriento libro de frases hechas y lugares comunes y comenzará a insultar a España y a los españoles por no estar a la altura de lo que Ortega y Gasset esperaba de ellos cuando llegó a lo más alto de su cultura y al nivel más elevado de su inteligencia leyendo muchos libros mu gordos mu gordos. 

Muchos de ellos verán este programa y no entenderán que interés puede suscitar Terelu yendo al endocrino con la música de  ‘A dos metros bajo tierra’. Es una duda razonable, en cualquier caso, y es normal que se la planteen. Pero lo harán por el mismo motivo por el que no entienden qué sucede en Sálvame y piensan que se trata solo de gente gritando vulgaridades todos a la vez. No saben lo que pasa porque ellos no están iniciados. 

Sálvame no lo entiende cualquiera 

Por mucho que se le ponga a parir, por muy denostado que esté, por más que se diga que es un nivel sub-cero de la cultura y de la comunicación, el universo del corazón no admite precocidad. Hablamos de sagas de relaciones, parentescos e incidentes que convierten Guerra y Paz de Tolstoi en una mísera cadena de tuits. Por citar unos pequeños ejemplos referentes al programa del que hablamos, ¿puede empatizar con la felicidad de María Teresa Campos al lado de Bigote Arrocet, Edmundo, alguien que no conozca la lucha de la familia Campos contra el cáncer? ¿Quien no sepa lo que ocurrió con sus anteriores parejas, suicidio incluido, entenderá el significado de ese romance? ¿Puede apreciar qué le está mostrando el programa sobre la vida, hogares, decoración de interiores, servicio, etcétera, de las Campos alguien que no haya sido puesto al tanto de sus dificultades financieras en los últimos años convenientemente aireadas en los medios del ramo?

Sin embargo, no basta con eso. No es suficiente con la saga de relaciones, romances, rupturas, enfermedades, ruinas, todas ellas relacionadas unas con otras, de otras familias, o puestas en comparación, todo ese entramado imposible de dibujar en un esquema que no pueda medirse en campos de fútbol. Hace falta algo más. Conexión. Lo que llaman carisma. Y de eso parece que van sobradas. En especial, Terelu. Las cosas como son. 

Al margen de otras liviandades, la parte central del reality es la lucha de Terelu contra su peso. El sufrimiento amargo de la dieta, esa tortura que tanta gente se autoinflinge. Se puede hablar hipócritamente de que esa trama da por buena que la mujer tenga que sufrir lo indecible para encajar en los cánones de belleza, pero eso ya lo sabemos. Esta es la otra parte del juego y es por la que atraviesa medio país. Algunos claudicando, como parece que va a hacer Terelu en cualquier momento, como en el homenaje que se da comiéndose unas porras sabedora de que después le van a poner un plan de adelgazamiento criminal. Por momentos como ese ha pasado todo hijo de vecino y eso, lo más cotidiano o mundano si se quiere, es lo que no es nada fácil de transmitir en televisión y la vez lo que más mola. Al menos en el contexto de los realities. Si a lo largo de las entregas de Las Campos Terelu va a evolucionar como el cuerpo de Khloe Kardashian –el patito feo de la familia que ahora hace posados como modelo rompedora- es algo que está por ver, pero que ya tenemos un fenómeno equiparable como en el programa de las hijastras de Cait Jenner es un hecho.

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