Los directores artísticos son la imagen visible de las casa de moda pero no trabajan solos. En los estudios de las casas de moda trabaja un equipo de decenas de personas que se organizan con una jerarquía perfecta y en la que cada uno desarrolla una función fundamental para conseguir desarrollar cada colección
València. Christian Dior, Balenciaga, Yves Saint Laurent, Chanel... hubo un tiempo en el que el nombre de las grandes firmas de moda era el mismo de sus diseñadores. La imagen de cada una de ellas estaba representada por su fundador y director creativo. La cabeza pensante, el espíritu creador y el representante de la firma eran una única persona. Para ellos la gloria y el prestigio, también el
riesgo. Sin ellos era imposible imaginar una colección, ni siquiera la existencia de la marca.
Sin embargo, con el paso de los años y el aumento del negocio, en la dirección de la mayoría de las grandes casas de moda ya no están sus fundadores y los directores creativos son ahora solo la parte visible de la maquinaria de una gran empresa.
El éxito o el fracaso de una colección depende de ellos, las alabanzas y críticas se focalizan en la figura del director creativo. Y lo que más interesa a los empresarios dueños de las firmas de moda, también son los máximos responsables de los beneficios -o pérdidas- que se obtengan. Los directores creativos son la imagen de las casas de moda y están sometidos a una gran presión.
No es de extrañar que algunos hayan sucumbido a las exigencias del negocio extrapolándolo al ámbito personal, como fue el caso de John Galliano o Alexander McQueen. Escándalos, excesos, éxito, sueldos millonarios, cambios constantes entre distintas marcas... los directores creativos son las estrellas del rock de la moda. A principios de los 2000 una gran marca como Dior, por ejemplo, presentaba seis desfiles al año.
Diez años más tarde, el conjunto de colecciones de las distintas líneas de ropa y complementos supera la treintena. En la actualidad, el deseo de los consumidores se mantiene vivo con presentaciones y lanzamientos prácticamente cada mes. Con este ritmo frenético de novedad es imposible que un solo diseñador pueda desarrollar todas las colecciones y que controle todas las líneas. A los grandes diseñadores actuales no les queda otra que delegar para poder abarcar todo el trabajo. Siguen siendo los principales responsables y tienen la última palabra en lo que ocurre en “su” firma pero dentro de su equipo tienen ayudantes que controlan las distintas líneas y colecciones, diseñadores en la sombra que hacen posible que se materialicen sus ideas y diseños.
Más que como actores secundarios, a los directores de estudio se les debería considerar las personas de confianza de los diseñadores. Su papel es fundamental para que puedan salir todas las colecciones de una firma. Lejos quedan los tiempos en los que el diseñador dibujaba los diseños de sus colecciones. En la actualidad es una utopía que pudieran contar con el tiempo necesario para llevar a cabo esta labor. Solamente hay una excepción: Karl Lagerfeld que asegura que los figurines de todas las colecciones de Chanel salen de su mano. O el káiser de la moda es de trazo ligero o lleva décadas sin dormir, no hay otra explicación.
Pero incluso el todo poderoso Lagerfeld necesita una persona de confianza en el taller, esa es desde hace años Virginie Viard directora de estudio en Chanel desde 1997. Personaje discreto en el mundo de la moda que rara vez concede entrevistas, Karl y ella tienen una relación de confianza mutua que convierten a Virginie en una extensión de Lagerfeld en Chanel supervisando y controlando, también tomando decisiones en cuanto al diseño. Otros ejemplos de relaciones perfectas y duraderas entre directores artísticos y de estudio son Marie-Amélie Sauvé mano derecha del diseñador Nicolas Ghesquière a lo largo de toda su trayectoria o como Isabelle August lo fue para Jean Paul Gaultier.
La función de un director de taller es velar porque todo el equipo siga las directrices que marca el director creativo. Dibujan siluetas, diseñan y presentan sus propuestas al diseñador principal que va modificándolas y supervisándolas, eligiendo entre aquello que los directores de taller le presentan y se acerca más a su visión. Entre ambos debe haber una compenetración total.
Finalmente, de ese compendio de ideas surgen los diseños finales que aprobará el director creativo.
Además de la parte artística, los directores de estudio deben ser excelentes líderes y gestores. Por debajo de ellos tienen un equipo formado por estilistas, asistentes y costureras que deben coordinar.
En muchas ocasiones son también los encargados de mantener la calma dentro de ese ritmo frenético y evitar que cada uno se vea sobrepasado por su trabajo.
Nicolas Ghesquière (Louis Vuitton), Alessandro Michele (Gucci) y Olivier Rousteing (Balmain) son algunos ejemplos de diseñadores de grandes firmas que comenzaron su carrera siendo directores de taller en la sombra antes de brillar con luz propia en el mundo de la moda.
Alessandro Michele colaboró con la diseñadora de moda Frida Giannini. Primero en Fendi , hasta 2002, luego en Gucci, donde tomó la delantera en la dirección de la casa a principios de 2015 con un tremendo éxito. Hoy en día el director artístico de Louis Vuitton, Nicolas Ghesquière fue antes el responsable de las colecciones de Balenciaga, bajo la supervisión de Josephus Thimister.
Olivier Rousteing fue durante dos años el brazo derecho de Christophe Decarnin, director artístico de Balmain. En abril de 2011, a la edad de 25 años, el joven Rousteing sucedió a su mentor. Este tipo de “traiciones” entre maestro y discípulo son frecuentes y a más de un director creativo pensar en esta posibilidad le provoca una gran ansiedad. Una relación de amor-odio es la tónica habitual entre director creativo y de taller.
El 28 de septiembre, Serge Ruffieux, ex-mano derecha de Sonia Rykiel ha presentado hace unos días su primera colección en solitario para Carven, de la que fue nombrado director artístico en enero. Siguiendo con el repaso, la mayoría de los diseñadores con más repercusión como Maria Grazia Chiuri (Dior), Pier Paolo Piccioli (Valentino) o Clare Waight Keller (Givenchy) por citar algunos más, han crecido en los talleres de grandes firmas hasta que su talento les ha catapultado del casi anonimato a la primera línea de los focos.