Elena López Riera estrena un valiente y conmovedor documental en el que cuestiona los ritos y los tabúes en torno al matrimonio, la maternidad y la sexualidad femenina a través del retrato de una generación de mujeres
VALÈNCIA. “Miro la foto de mi madre el día de su boda, hago los cálculos y compruebo que soy más vieja que ella el día que la desvirgaron. Que soy más vieja que ella el día que decidió ser madre para siempre. Que soy casi tan vieja como mi abuela el día que la acompañó a la iglesia. La busco en todos los cuerpos, en todas las voces, en todas las madres. Hago a otras las preguntas que no me atrevo a hacerle a ella. Cómo decirle que de todo lo que me enseñó, solo me queda el futuro”, dice la voz de Elena López Riera en el prólogo de Las novias del sur, la última película de la directora alicantina (nacida en Orihuela), presentada en la Semana de la Crítica del pasado Festival de Cannes –donde ganó la Queer Palm-, y que, tras su paso por otros festivales internacionales y nacionales como el Festival de San Sebastián y su nominación a Mejor cortometraje documental en los Premios Goya, llega este viernes 10 de enero a los cines españoles.
En el mediometraje, la directora de El agua (su singular y fascinante debut en el largometraje) vemos y escuchamos a mujeres maduras hablando del deseo, el amor, el sexo, de su matrimonio, de su primera vez, de su relación íntima con estas cuestiones. Sus relatos se intercalan con imágenes de archivo, las preguntas y la voz en off de la directora. Y desde ahí, en la repetición de los ritos de estas mujeres, a través de sus historias de vida, Elena López Riera se cuestiona acerca de sí misma, de su propia ausencia de matrimonio, de hijos, de las que como ella, en la adultez, no son madres ni se han casado, y, con ello, de una cadena de relaciones entre madres e hijas que se extingue.
La intimidad de una generación de mujeres; sus vivencias del matrimonio, la maternidad, el deseo, el amor y el sexo. Sus contradicciones, frustraciones, vacíos, arrepentimientos, sentimientos de culpa, heridas, sus tristezas y alegrías secretas. Las convenciones sociales, los tabúes, las imposiciones y los silencios en torno a ello. La ausencia de deseo durante casi toda una vida, una forma de vivir la sexualidad como una condena. Lo que el miedo, el miedo al rechazo, a la diferencia, a no seguir la “norma”, lo que se esperaba de una, a la soledad (física y emocional) hizo con esa generación de mujeres. El peso de la herencia, el significado o la pérdida de significado de esa herencia, todo lo que hay en ella y conlleva. La religión, la moral social, de nuevo, el miedo.
También la fuerza y la capacidad destructora del amor y el deseo, lo que estamos dispuestos a hacer por las personas que deseamos y amamos. Elena López Riera mira al pasado para preguntarse acerca del presente y futuro, cómo hemos cambiado respecto a estos temas, en esa relación íntima con la sexualidad; por qué hacemos lo que hacemos, por qué nos casamos, por qué tenemos hijos, por qué seguimos creyendo en el amor, por qué dejamos de hacerlo, por qué y cómo siguen aún latentes tabúes y miedos en torno al matrimonio, la maternidad o la sexualidad femenina, cómo seremos mañana, si habremos cambiado, si pensaremos distinto, si tendremos los mismos miedos.
Todo eso se cuenta con sencillez y atrevimiento en esta película tan sobria como visceral, incisiva, bella y por momentos desgarradora. Precisamente, de esa sencillez en el montaje procede su honestidad, su capacidad de remover y emocionar. Hay hechos devastadores cuyas protagonistas los cuentan con una sonrisa, porque así ocurrió y ya no hay vuelta atrás, era lo que había entonces y ya está. Cuando perdieron la virginidad, cómo fue, por qué se casaron, por qué tuvieron hijos, las posibilidades que tuvieron, las que no tuvieron, lo que tal vez hubieran querido hacer en su día y no pudieron hacer.
En esa forma directa de contar, a través de las voces y los rostros de esas protagonistas y también de la propia voz de la directora (una voz con cierto estilo literario, por momentos poética, que recuerda a otras voces como la de Marguerite Duras) reside una de las cosas más demoledoras del documental. El tono y el ritmo sosegados también invitan a la reflexión, a preguntarnos qué hay de nosotras en esas mujeres, de dónde venimos y por qué, por qué actuamos como actuamos, de dónde proceden nuestros miedos y anhelos, por qué, a pesar de las diferencias generacionales, el machismo sigue marcando las vidas de tantas mujeres.
“Busco a mi madre en todos los cuerpos, en todas las novias, en todas las madres. Me gustaría decirle muchas cosas, pero no puedo. Como si una maldición hubiera erigido un muro infranqueable entre nosotras. Imagino que le susurro y ya tengo lo que quiero. Que he conseguido no parecerme a ella. Pero que en realidad estoy muerta de miedo. Porque sé que después de mí no habrá nadie más. Porque conmigo se acaba esta cadena de gestos repetidos. Porque conmigo se acaba la historia de las madres y de las hijas. Hoy me miro al espejo y veo la cara de mi madre. Y la cara de mi abuela. Con las mismas arrugas en las comisuras de los labios. Y las mismas bolsas en los ojos. Hoy me miro al espejo y yo también sonrío y tiemblo. Como una novia el día de su boda. Como todas las novias del sur”, nos confiesa Elena López Riera.
Las novias del sur es un valiente y conmovedor retrato de una generación de mujeres y su legado. Un documental demoledor pero con cierta luz sobre los miedos y los silencios que arrastramos muchas mujeres. Sobre nuestro deseo de desear, amar y vivir de forma libre. Que nos deja esperanza por todas esas mujeres que ahora se atreven a despojarse de ataduras, a hablar con libertad y arrojo de todo aquello que callaron durante años, a cuestionar y revisar lo que hace no tanto era impensable cuestionar y revisar, y con, ello, también un emocionante diálogo entre pasado, presente y futuro.
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