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resumen sectorial del año

Las tres muertes de la música en 2020

El desequilibrio del streaming y el formato físico, la precariedad laboral y los obstáculos de la música en directo marcan los retos del futuro más cercano

30/12/2020 - 

VALÈNCIA. El pasado día 12 de marzo, a menos de 72 horas hasta que se declara el Estado de Alarma y el confinamiento general del país, este diario publicó un análisis sobre el impacto de la ya oficializada cancelación de las Fallas en el sector musical.  El titular rezaba: “La suspensión de las Fallas pone en evidencia la precariedad del tejido musical local”, y dibujaba un escenario muy complicado tanto para bandas de cualquier género y naturaleza como para el grueso de la plantilla trabajadora de este sector. ¿Sus esperanzas? Que si las Fallas se celebraran en verano, a pesar de perder bolos por el solapamiento de las verbenas previstas con las fiestas josefinas, no habría un perjuicio económico catastrófico.

Esto, que ocurrió hace menos de 10 meses, suena a ciencia-ficción. Ni siquiera ha bastado con la peor pesadilla posible, la realidad ha superado con creces las expectativas más pesimistas en un año en el que todas las disciplinas artísticas han sufrido el peso de su precaridad sistémica, pero que en el caso de la música se ha notado de una manera mucho más holgada. El sector musical pone cifras millonarias de pérdidas de dinero y puestos de trabajos y empresas cerradas, y sobre todo, ante la incertidumbre actual, no acaba de ver la famosa luz al final del túnel. Este análisis lo comparten, desde puntos diferentes, trabajadores y trabajadoras de la cultura, profesionales de la creación y sector empresarial. No hay vuelta de hoja: 2020 lo ha cambiado todo porque ya no sirve lo que casi no parecía servir hasta ahora.

La primera muerte, un modelo tensionado con la rentabilidad como primera víctima

Los procesos creativos e industriales de la música llevan saltados por los aires desde hace muchísimos años. De la era de la piratería, se ha llegado a un modelo copado por las grandes plataformas como Spotify, YouTube, Apple, y otras. Pero esta transformación tenía trampa: el usuario ahora paga por escuchar música, pero ese dinero no acaba de llegar a los artistas.

En este sentido, el streaming ya genera en España streaming el 88% de los ingresos totales obtenidos por la venta musical, según un informe de Promusicae con datos del primer semestre de 2020. En el mismo, se señalaba que, con el cierre de las tiendas de discos, la venta física de CD se contrajo un 57%; incluyendo los datos de la venta de vinilos, la fotografía no mejora, con una pérdida del 45%. En el escenario global, los beneficios del streaming por suscripción supusieron el 42 por ciento de todos los ingresos de la industria, a nivel mundial, en 2019, según Global Music Report.

El debate que esconden las cifras es cómo se reparten estos ingresos. Kiko Veneno sentenciaba en una entrevista a este diario: “Lo que yo gano al mes a través de las plataformas no llega a medio sueldo humilde”, y planteaba darse cuenta del “robo organizado” que suponía este modelo: “El problema es que, como los músicos nos ganábamos la vida en la carretera, no nos importaba que lo que generaran las plataformas fuera tan ridículo. Ahora que todo ha cambiado, tenemos que plantear cómo hacer que las compañías de internet nos roben menos y así tener unos sueldos dignos sin necesitar 100 millones de escuchas mensuales. Hay que posicionarnos para que la música sea rentable, no solo para las plataformas, sino a las personas que hacer las canciones”. 

Foto: ESTRELLA JOVER

Los datos acompañan su análisis: YouTube paga 0,0007 dólares por reproducción, Spotify 0,0044 dólares; Tidal, 0,0125, aunque con una audiencia potencial muchísimo menor que el resto de plataformas. En este panorama, las plataformas ganaron un juicio ante la Corte de Apelaciones de Estados Unidos ante la medida propuesta por Copyrights Royalty Board de aumenta del 10,5% al 15,1% los ingresos destinados al pago de compositores por parte de las plataformas.

Ante eso, 2020 también se ha erigido como el año en el que, modestamente, se han presentado algunas alternativas: Bandcamp ha adoptado medidas para que la venta a través de su plataforma fuera mucho más rentable para los artistas y prepara su salto a los directos para facilitar los conciertos online con pago de entrada directa a las bandas. Ampled es una plataforma cooperativa para los músicos. Resonate plantea un modelo cooperativo (horizontal a todos y todas las usuarias) a través de la tecnología blockchain para lograr un acuerdo más justo con los artistas independientes. La Caixa de Resistència, nacida en Cataluña el pasado mes de mayo bajo el paraguas del Sindicat de Músics Activistes, una plataforma ética de intercambio de actividades, contenidos y experiencias musicales… El batalla está planteada.

La segunda muerte, los obstáculos para la música en directo

Ante el retroceso de la venta física y la falta de rentabilidad del streaming, los artistas encontraron en la música en directo el refugio para ganarse la vida. Pero entonces, 2020 lo cambió todo y las salas de conciertos han estado cerradas a cal y canto más de medio año, los festivales se han cancelado, y la “experiencia” musical se ha reducido a unas pocas iniciativas.  

En marzo, durante las primeras semanas del confinamiento, se compartió mucho contenido online y surgieron algunas ideas como el Cuarentena Fest. “Todo ha salido así de rápido porque no sabemos estar parados. Estuvimos media hora quejándonos por la situación y luego nos pusimos manos a la obra. La respuesta habla muy bien de la situación que vive la escena ahora mismo y de la juventud con la que trabajamos”, explicaba entonces a este diario uno de sus impulsores, Dani Cantó. En paralelo al contenido, que era accesible gratuitamente, se creó una caja de ayuda a artistas, que vieron de un día para otro giras enteras canceladas.

La tormenta fue perfecta: todo ocurrió en marzo, a las puertas del periodo primavera-verano, en el que la agenda musical se multiplica en España en general y en la Comunitat Valenciana en particular. Algunos grupos siguen sin actuar: unos por decisión propia, otros sin una alternativa planteada.

En este sentido, a nivel local, se hace imprescindible destacar a Loco Club, la sala de conciertos que se ha mantenido abierto mientras legalmente se ha podido, a pesar de no poder ni siquiera ofrecer una botella de agua en la barra. El escenario por el que antes pasaban artistas internacionales ha dedicado toda la nueva normalidad a dar espacio a las bandas locales, que han podido -en su práctica totalidad- tocar sus canciones y reencontrarse con su público (sentado).

Foto: ESTRELLA JOVER

Heroicidades aparte, desde agosto este diario se hace eco del laberinto burocrático de las licencias de salas de conciertos que han sido una traba más añadida a la situación. Sin espacio donde ocurra (y en València se han contado con la mano), la música tiene difícil desarrollarse como se ha hecho hasta ahora.

El reto ahora está en ver cómo se reconfigura la oferta musical, entre la desaparición (antes y durante 2020) de proyectos como Magazine, Umbral o La3, y la aparición de otros como La Salà, La Casa de la Mar o el músculo que ha desarrollado La Marina de València a través de diferentes espacios. También el balance entre oferta pública de propuestas gratuitas y el cuidado del sector privado a través de las salas de conciertos. En todo caso, que las instituciones faciliten la música en directo era una demanda histórica; ahora es imprescindible.

La tercera muerte: al final de todo, la precariedad de las bandas

Que un local cierre, que no se venda suficiente música o que se cancelen giras, afecta directamente a las empresas y profesionales que sostienen económicamente el sector. Pero cuando el primero cae, el artista, el último en cobrar todo, lleva en el hoyo un tiempo ya.

La necesidad de una organización sindical de los músicos, que no cuentan con herramientas ni ayuda suficiente como para tener, de manera natural, un contrato regular y digno, se ha puesto de manifiesto también este año. Si los abusos y la precariedad eran sistémicas antes, con toda la industria parada, la caída ha sido estrepitosa y casi nadie tenía una red para amortiguarla.

En este sentido, se ha acentuado de manera importante la unión de varias iniciativas sindicales a nivel estatal, estando la SIMUV como proyecto autonómico, aunque su actividad aún no sea ni regular ni representativa.

Además de las bandas, otros profesionales del sector han formado la plataforma M.U.T.E. (Movilización Unida de Trabajadores del Espectaculo), un movimiento surgido para exigir una solución ante la falta de ayudas al sector en este contexto coronavírico, pero que aspira a continuar más allá de 2020, según explicó su coordinador local, David Cosials, en una entrevista a Culturplaza.

Cuando se habla de situaciones vulnerables en la música se suele pensar en las bandas de música pop, pero la situación es mucho más amplia y compleja: el oficio musical se ha de repensar en todo los sentidos, según han apuntado también las sociedades musicales, las empresas de espectáculos como orquestas, o las plantillas de administraciones públicas.

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