VALÈNCIA. En los últimos tiempos, Marvel parecía hacer ganado claramente la partida. Los fracasos comerciales de El hombre de acero (2013) y Batman Vs. Superman: El amanecer de la justicia (2016), evidenciaban varios problemas de base que había que subsanar con mucha urgencia, entre ellos y quizás el más importante, el espíritu megalomaníaco de Zack Snyder amenazaba con finiquitar la conexión entre los fans y unos personajes que se tomaban demasiado en serio a sí mismos. Mientras Marvel intentaba establecer vínculos de empatía con sus seguidores, DC parecía empeñado en ponerles las cosas cada vez más difíciles.
A pesar de todo, todavía seguía existiendo un fandom potente no solo gracias a los cómics (que también han vivido su particular renacimiento), sino también a todo el contenido que la factoría comenzó a generar en colaboración con el gigante Warner, entre ellos, videojuegos y series de televisión como Gotham, Arrow o The Flash.
Pero todavía quedaba pendiente la división cinematográfica. Y en ese aspecto Marvel les llevaba ventaja. Habían desarrollado con mucha anterioridad todas las líneas de su universo extendido gravitando alrededor de Los Vengadores. Cuando en 2012 se unieron todos sus personajes por primera vez, Iron Man ya había protagonizado dos películas, Capitán América, Hulk y Thor, una. La mayor parte de los integrantes, eran casi ya de la familia y los responsables habían configurado a su alrededor un rico tejido vascular gracias al cual todas las películas se iban nutriendo las unas de las otras, tanto las que tenían un carácter individual como colectivo.
Tras la hecatombe de Batman vs Superman: El amanecer de la justicia, DC probó suerte con Escuadrón suicida (2016), que a pesar de no haber funcionado del todo mal (745 millones de dólares), fue masacrada por la crítica.
¿Cómo restaurar la conexión con el público y ofrecerles a las nuevas generaciones un producto con el que identificarse? La cosa comenzó a mejorar a partir de la llegada de Wonder Woman. La película protagonizada por Gal Gadot y dirigida por Patty Jenkins alcanzó la categoría de fenómeno social, ganándole por primera vez la batalla a Marvel.
En realidad, este personaje convertido en icono pop instantáneo ha sido el verdadero eje vertebrador de la Liga de la justicia y el que ha conseguido que un reencuentro entre Batman y Superman no diera pereza ni resultara agotador. Le ha dado un nuevo aliento a una franquicia que necesitaba a un nuevo héroe, en este caso afortunadamente heroína, que tirara de la función.
Se trataba de redirigir a los personajes que ya conocíamos hacia una nueva dirección y presentar a los nuevos fichajes: Aquaman (Jason Momoa), que tiene reservado su hueco en las carteleras en 2018 de la mano de James Wan; Flash (Ezra Miller), que ya había aparecido en Batman vs Superman al igual que Wonder Woman y también en Escuadrón suicida, pero sin tiempo para lucirse y, por último, Cyborg (el casi debutante Ray Fisher).
Según los responsables de DC, cada uno de los personajes, en sus aventuras individuales, no tendrán la necesidad expresa de conectarse con el resto, para que adquieran una definición y entidad propia. Sin embargo, en Liga de la justicia uno de los mayores esfuerzos se basaba precisamente en conseguir que formaran un verdadero equipo unificado: que cada uno mantuviera su personalidad pero que las dinámicas grupales, los chistes entre ellos y las distintas interacciones, funcionaran de una manera orgánica.
Así, podríamos decir que este primer acercamiento a la Liga de la justicia funcionaría como una especie de esbozo de lo que está por venir. Es decir, un test de prueba para saber cuáles son los puntos fuertes y las debilidades de cada uno de los personajes cuando se encuentran reunidos y consolidarlos para que formen un conjunto atractivo y adictivo.
Es algo que la nueva película consigue en parte: Continúan primando las personalidades de Batman y Superman pero, como hemos dicho, es Wonder Woman la que se convierte en el verdadero cemento de unión entre todos los demás personajes. Flash aporta frescura y juventud, Aquaman, músculos y simpática rudeza y Cyborg podríamos decir que es el personaje torturado de la función con ganas de redimirse de sus traumas pasados.
Nunca sabremos cuál ha sido realmente la aportación de Joss Whedon a la película. La marcha de Zack Snyder del proyecto cuando estaba prácticamente terminado debido al trágico suicidio de su hija, obligó a los responsables a contratar a un nuevo director que diera una forma final a la película. Y aunque en los créditos aparezca únicamente el nombre de Zack Snyder, se puede apreciar el toque Whedon a través de una ironía y un sentido del humor impropio de Snyder, y que recuerdan inevitablemente al que ya practicó en sus dos películas de Los Vengadores.
¿Qué le falta a Liga de la justicia para ganar definitivamente la partida? En primer lugar, un villano en condiciones. Steppenwolf, una especie de semidiós obsesionado en ocasionar el apocalipsis a través del poder que le otorgan una serie de cajas mágicas diseminadas por el planeta, no está a la altura de las circunstancias. Es un ente sin un verdadero sentido, que lo único que quiere es hacer el mal porque es malvado, casi como una abstracción, incapaz de generar ningún tipo de poder seductor en el espectador. En segundo lugar, una estética un tanto trasnochada que podría mejorarse y estilizarse y en tercero, la escasa potencia que adquieren algunas de las peleas, que no alcanzan las suficientes dosis de épica.
Pequeños matices que son perfectamente subsanables dentro de un conjunto que se muestra robusto gracias sobre todo a un conjunto de personajes deseosos de explotar su carisma en la pantalla y que demuestran su temperamento y magnetismo tanto juntos por separado para seguir avanzando en la próxima aventura.