VALÈNCIA. El D’A Film Festival, que se celebra este año online a través de la plataforma Filmin, dedica su retrospectiva a la directora austriaca Jessica Hausner, de la que podrán verse todos sus largometrajes, incluido Little Joe, estreno inédito en nuestro país tras competir en el pasado Festival de Cannes donde se alzó con el premio a la mejor interpretación femenina para Emily Beecham.
Hausner se dio a conocer en 2001 con Lovey Rita, rodada en vídeo digital, con actores no profesionales y en la que ya exponía algunos de los intereses que la han acompañado a lo largo de su trayectoria. La película nos introduce en la vida de una adolescente castrada por la educación católica que intenta escapar a través de un autodescubrimiento de lo más imprevisible, rebelándose frente a la imposición a través de la provocación.
Su querencia por retratar los rituales de la familia de clase media acomodada tras los que se agazapa la semilla del terror cotidiano la emparentó con algunos compatriotas como Michael Haneke o Ulrich Seidl que ya se habían encargado anteriormente de sacar a relucir la hipocresía en un entorno familiar que reproduce el malestar incrustado en la falsa sociedad del bienestar. Sin embargo, el cine de Jessica Hausner se diferencia en el punto de vista, siempre femenino, y nunca cómodo a la hora de retratar la represión a la que se encuentra sometida la mujer en un entorno hostil.
Su siguiente película, Hotel (2004) demostró su capacidad para crear atmósferas inquietantes y acercarse al terror y al fantástico en su vertiente psicológica. En ella el enigma y el misterio laten desde las primeras secuencias a través de un espacio físico pesadillesco (un hotel de los Alpes) en el que se mezclan las leyendas folclóricas con el sentimiento a aislamiento y extrañeza, a medio camino entre lo real y lo imaginario.
Con Lourdes (2009) alcanzó el reconocimiento internacional gracias a su mirada inquisitiva al mundo de la fe. Su protagonista, una joven con esclerosis múltiple (interpretada por Sylvie Testud), acude de peregrinaje a la ciudad donde la virgen supuestamente hace milagros y, ante el asombro de todos, se levantará de su silla de ruedas y recuperará la movilidad. Entre la fábula mística y la crítica a la explotación de la religión y las creencias, Lourdes ofrece un choque entre las contradicciones que se establecen entre lo divino y lo humano, entre las expectativas y deseos y la realidad cruel y devastadora.
Amour fou (2014) es quizás su película más clásica, una obra de época milimétricamente planificada que se basa libremente en la vida del poeta romántico Heinrich von Kleist para adoptar la perspectiva de una mujer que descubre, gracias a sus versos, que no es feliz en su matrimonio, inoculando en ella la semilla del tormento y la insatisfacción. Henriette (Birte Schnöink) sufrirá una enfermedad que la irá consumiendo, pero como ocurre con todas las heroínas de Hausner, nunca sabremos si es real o fruto del sometimiento y la pérdida de voluntad, un tema que vuelve a recuperar en su última obra.
Gracias a Little Joe accedió por primera vez a la competición oficial de Cannes demostrando su singularidad a través de una voz que sigue explorando el universo femenino a través de una serie de obsesiones que identifican su autoría y su interés por explorar nuevos géneros en los que laten sus intereses como creadora acerca de la condición humana.
En Little Joe, la directora compone una fábula siniestra a modo de parábola social sobre la alienación y la pérdida de emociones reales para alcanzar una felicidad artificial. Alice (Emily Beecham) trabaja en un laboratorio de cultivo de plantas. Su último proyecto es Little Joe, una flor modificada genéticamente cuyo perfume está destinado a cambiar el ánimo de las personas. Pero la planta terminará revelándose como una entidad con voluntad propia que convierte a las personas que huelen su polen en sus siervos, dejando atrás su identidad y sus sentimientos para convertirse en una representación de sí mismos. En definitiva, una metáfora sobre deshumanización dentro de un mundo desnaturalizado, mecánico y en el que no existe opción para la disidencia y que nos condena al conformismo social. Una reactualización de La invasión de los ladrones de cuerpos a través de una mirada tan aviesa como actual al poner en tensión el ecologismo con los intereses económicos.
La directora nos sumerge en un universo repleto de misterio en el que también hay lugar para hablar de temas como la maternidad culpable, a través de la figura de la protagonista, madre soltera a la que le cuesta compaginar su trabajo y la crianza del nuevo espécimen Little Joe con la dedicación a su hijo preadolescente Joe.
Hausner vuelve a demostrar su habilidad para desplegar una puesta en escena cerebral y precisa, de raigambre geométrica, en esta ocasión teñida por una paleta de colores pastel que contrastan con la rotundidad carmesí de los pétalos de Little Joe y con una banda sonora compuestas por piezas de Teiji Ito (compositor de las películas de Maya Deren) y el batería del grupo austriaco Attwenger, Markus Binder.
Podría ser un David Cronenberg ultra sofisticado, o una ficción de J.G. Ballard en torno a universo biotecnológico en la que los seres humanos se encuentran dopados por psicofármacos para sobrellevar su existencia dentro de un mundo dominado por las grandes corporaciones, pero con el inconfundible sello de una autora que explora en las capas más profundas de sus personajes femeninos para evidenciar el yugo represivo, tanto íntimo como social, al que se encuentra supeditados.