VALÈNCIA. Existen numerosos métodos para eludir los problemas que plantea el gobierno de seres humanos con diferentes intereses o diferentes ellos entre sí. El método más viejo es coger al discrepante o al rival y someterlo, esclavizando. Luego se idearon trucos más civilizados, como las cárceles. Las torturas nunca dejaron de existir, si es que acaso no contamos que una cárcel lo es. Más adelante nos sofisticamos y empezó la desinformación, la propaganda. Tú reclamas "pan" pero yo entiendo "pam", como un disparo, y a la cárcel contigo. Es fácil. Y luego se rizó el rizo y la propaganda bien llevada nos llevó a exterminar a los diferentes para acomodarnos todos a un fantástico ideal. Lo llamaron genocidios.
Otras doctrinas también defienden que cada uno debe estar en su casa y dios en la de todos. Y si tu dios es otro diferente al mío, cuanto más lejos mejor. También hay quien observa la perfección rodeando de una frontera a cada pueblo diferente. Del mismo modo, la variedad o la diversidad, impacienta a ciertos personajes, sobre todo cuando pertenecen a "diferencias" mayoritarias, y proponen que de un modo u otro se asimile a los otros que nos resultan gravosos y molestos con su empeño obcecado de existir no siendo iguales a la mayoría.
A estas dinámicas sociales tan simpáticas podríamos sumarle muchas más, pero no es preciso abundar en ellas. Con esto basta para señalar que Star Trek fue una serie revolucionaria, porque consciente de todas estas pulsiones humanas, trató de educar no mostrando un planteamiento distópico como consecuencia de ellas, sino lo contrario. Un futuro optimista en el que tanto barbarismo se habría dejado atrás por medio de la razón.
Su planteamiento inicial era de el de una nave, el Enterprise, que exploraba los confines del universo. Interesante y de acuerdo a la ciencia ficción de la época. Pero pronto hubo más. La tripulación de la nave que surcaba las estrellas estaba compuesta por un eslavo, una negra y un asiático, entre un grupo de caucásicos que salía siempre caminando por un pasillo que se sacudía como en un terremoto si había problemas. Todos ellos, una muestra del género humano que no atendía a las diferencias, velaba por la ley en la galaxia entendiendo que en el espacio las diferencias ya no eran entre razas, naciones, comarcas o familias de terratenientes. "Los otros" ahora eran extraterrestres, otras especies inteligentes.
De algún modo, los vulcanianos, uno de ellos iba en el Enterprise, seres sin sentimientos que solo se regían por la razón, conformaban una especie de ideal. Así lo dijo el capitán Kirk cuando enterró a su amigo Spock: "de todas las almas que he encontrado en mis viajes Spock fue la más... humana". Mucho se ha hablado, de hecho, de la influencia judía de la serie. Leonard Nimoy, el capitán Spock, tenía esos orígenes y de ahí sacó su famoso saludo. Y también de la comunista. Llama la atención que se piense en judíos y comunistas cuando lo que se proponga, como hacía el argumento de esta serie, sea la primacía de la razón por encima del dogmatismo y sobre todo de la ciencia antes que las supersticiones y creencias místicas o religiosas.
Todos estos interrogantes sobre el guión de la serie, original y rompedor, merecen un tratamiento como dios manda. Tras el 50 aniversario de la emisión del primer capítulo, que fue en septiembre de 2016, este año se ha estrenado un documental, The Truth Is in the Stars, en el que el actor William Shatner, que interpretaba al capitán Kirk en la serie, habla con científicos y famosos sobre la clave de Star Trek: su optimismo.
Vaya por delante que considero que, al contrario de lo que se cree, era una serie pesimista a más no poder. Lean los primeros párrafos de este texto. Star Trek transcurría en los próximos cien años y planteaba que todavía habría asiáticos y negros. Lo que debía haber mostrado es mestizaje. Pero las intenciones eran buenas, en todo caso.
En este documental, Shatner no entra mucho en ese aspecto de la anticipación del argumento. En un principio parece que sí, habla del caballo, el animal, no el opiáceo de moda revival en Estados Unidos, y expone su influencia -otra especie- en el rumbo de la humanidad desde que gracias a él pudimos desplazarnos y arar las tierras. Es una idea válida, pero es una excusa para mostrarnos su rancho, ya que el actor es un enamorado de este animal y tiene unos cuantos.
Con Ben Stiller tiene una de las conversaciones más interesantes, con un cómico, sobre si los viajes a la velocidad de la luz rejuvenecen a los que los realizan porque las leyes de la física en esa condición son diferentes y detienen el envejecimiento. Pero no hay profundidad.
Con Whoopi Goldberg habla de algo que ya sabíamos, que ya se ha dicho, aunque no debe dejar de repetirse. Gracias a Star Trek ella, cuando era niña, pudo saber que en el futuro habría negros. Hasta entonces no habían hecho acto de presencia significativo en la ciencia ficción.
Para el divulgador Neil deGrasse Tyson, quien asegura descubrir que era negro en su adolescencia cuando le insultaban los coches que pasaban a su lado por la calle, el hecho de ver en un futuro una humanidad en paz, colaborando unos con otros, le parecía revolucionario. Eran los años de la guerra de Vietnam -contra los asiáticos-, de la lucha por los derechos civiles -negros contra blancos- y la guerra fría -contra los eslavos.
Por eso, a este astrofísico le emocionaba ver por la tele que una ficción que proponía que en el futuro esa humanidad estaría en paz. Era revolucionario. Solo lo decía la serie de Gene Roddenberry, su creador, declarado ateo y humanista.
A través de Shatner vamos repasando todo lo ya sabido de la serie. Su influencia en la tecnología, en los primeros teléfonos móviles, pero también en las pantallas táctiles. Para una investigadora de la NASA entrevistada, los escritores de ciencia ficción son también arquitectos de los avances tecnológicos que han llevado a la humanidad a sus más altas cotas.
El objetivo del reportaje es, como si de un episodio de Big Bang Theory se tratase, encontrarse con Stephen Hawking. Sin embargo, el científico no aporta gran cosa, la verdad sea dicha. Viene a explicar que tendremos que largarnos en breve de este planeta porque no va a dar más de sí. Esa es una hipótesis que no se planteó en su origen Star Trek, que ponía la capital de su Federación Unida de Planetas en París.
En la actualidad, raro es que no se plantee un escenario a cien años vista que no sea distópico. Casi podríamos decir que, sin necesidad de ficción, el hecho de ver el parte meteorológico año a año ya es un escenario distópico. Pero en nada de esto entra este documental. Un brindis al sol superficial que no está a la altura del mito de Star Trek, aunque cuente con sus protagonistas y celebrities de primer orden. Ni siquiera sale Slash, guitarrista de Guns N´Roses para decir lo mismo que ya había dicho Whoopi Goldberg, pues el gunner de Los Angeles, es también un trekkie de la vida. Un detalle que por sí solo habría mostrado mucho más el poder y atractivo de lo que planteaba Star Trek.