Reservoir Books presenta el clásico de Ray Bradbury, Farenheit 451, en una edición profusamente ilustrada por Maria Corte. Casi tres años de trabajo gráfico —pandemia distópica mediante— dedicada a poner en imágenes lo que arde en las tripas
Empecemos por el final: los hombres y las mujeres-libro —tal como los bautizó François Truffaut— son aquellos que han dedicado tanto tiempo a la lectura atenta de un texto, que lo memorizan para mantener vivo el conocimiento; intacto y seguro, para las generaciones venideras. Viven en los bosques, pues son personas peligrosas que han adquirido el hábito de creer en el mundo interior y de preocuparse por el porvenir de la humanidad. Viven, como todo el mundo sabe, en un futuro distópico en el que los libros están prohibidos y en el que los bomberos tienen la misión de quemar todos aquellos ejemplares que encuentren y castigar a sus osados dueños. Así imaginó Ray Bradbury la novela Farenheit 451 en 1953 —poco después de las quemas nazis de libros y en los estertores del macartismo— y así lo llevaría al cine Truffaut en la película homónima de 1966.
Trazando un paralelismo, es fácil imaginar la tarea del ilustrador como uno de esos memorizadores de libros: uno que mastica cuidadosamente cada palabra extrayendo su jugo mientras le sobrevienen imágenes, asociaciones libres de ideas, metáforas extrañísimas. Ha interiorizado tanto las peculiaridades de la obra y sus personajes que, como un entusiasta investigador diletante, se convierte en una enciclopedia andante; en un anecdotario obsesivo que da la chapa a sus congéneres en cuanto alguien saca el tema. Ha desgranado cada ingrediente, cada proporción, cada especia, para darle la vuelta y elaborar su propia receta; poniendo de sí su interpretación personalísima y sus fantasmas. Así es como dos ilustradores diferentes pueden utilizar los mismos elementos y, sin embargo, cocinar platos distintos.
La ilustradora Maria Corte (Barcelona, 1983) es la última de esa larga estirpe de analistas que ha buceado entre líneas para transmitir en imágenes su lectura de este relato incombustible. Fiel a su estilo de contundentes figuras humanas de formas geométricas y desproporcionadas, se pone ahora al servicio de un clásico universal con toda la responsabilidad que ello conlleva, pero con la determinación de disfrutar del proceso por encima de todo. “Farenheit es uno de los libros más ilustrados; es casi un proyecto para hacer cuando estudias ilustración. Me dije a mi misma: intenta desintoxicarte y haz algo con tu lenguaje; tómatelo con libertad y con tranquilidad, haz algo que te guste, que acompañe al texto, que sea bonito”, relata la autora.
Formada en la Escola Massana de Barcelona y colaboradora de rotativos como el The New York Times, The Wall Street Journal, el Corriere della Sera o La Vanguardia, la comanda de este trabajo poco ha tenido que ver con su proceso habitual. “En prensa normalmente me centro más en encontrar un concepto que apoye y complemente al artículo; los tiempos son cortísimos y no hay tiempo para reflexionar y detenerte tanto en los aspectos más formales y plásticos de la ilustración”. Sin embargo, la composición del clásico de Bradbury ha sido elaborada a fuego lento, por espacio de casi tres años con parón pandémico incluido y con una afortunada ampliación a los postres. “En principio, se trataba tan solo de realizar diez ilustraciones, pero al entregar las primeras me encargaron diez más”, lo que le permitió completar el menú y dejarnos saciados con una sobremesa de digestión larga.
Corte asimila la elaboración de este libro con la consecución de un gran trofeo; como una de esas “cabezas de jabalí que cuelgas en la chimenea”, pero su relación con el texto va más allá un mero trabajo alimenticio: “Mi padre es un gran aficionado a la ciencia ficción así que desde siempre he tenido a Orwell y a Bradbury muy presentes. De hecho, la primera vez que leí Farenheit era una adolescente, por lo que es extraño ver cómo cambia un libro cuando lo relees de adulta”. Una relectura con la cesta cargada de nuevos ingredientes y códigos aprendidos por el camino, poniendo el foco en aspectos que antes pasaban desapercibidos, ahora rumiados y pasados por cuatro estómagos, tal como haría una vaca. “He disfrutado muchísimo deteniéndome en los detalles, en las guardas, en el lomo del libro… está muy pensado y trabajado; hecho con mucho cariño”.
Ilustrar un clásico de la literatura universal con una sombra tan alargada puede resultar indigesto, por lo que Corte decidió alejarse intencionadamente del universo retrofuturista de la célebre adaptación de Truffaut. “Me encanta la peli —aunque obvia muchos de los aspectos más sesudos y distópicos— con toda la estética sesentera creada por el director de arte, Tony Walton”. Sin embargo, la visión de la ilustradora oscurece mucho más la historia e incluso sacrifica su exuberante gama cromática habitual para componer un relato tenebroso, asfixiante, en donde la escala de grises es aliviada con unas pocas notas de color en aquellos elementos que aportan algo de vida a ese ambiente opresivo; a esa sociedad inerte, adormecida por las pantallas y los fármacos. “Al leer el libro nunca me lo había imaginado tal como aparece en la película, pero eso me dio precisamente una gran sensación de libertad, de que podía imaginarme los personajes, la ciudad y la época de la manera que yo quisiera”.
Una amplitud de posibilidades favorecida por el propio texto que deja mucho espacio a la imaginación del lector. “Con este encargo me di cuenta de que el libro es muy poco descriptivo. Por ejemplo, del camión de bomberos te dice que tiene forma de salamandra, pero no da muchos detalles, ni tampoco del entorno… eso realmente te da mucha cancha para poder desarrollar la gráfica”. De hecho, aunque acostumbrada a favorecer un tratamiento conceptual de la imagen, tal como evidencia la portada del libro —en donde, por cierto, no aparece el nombre de la ilustradora ni el del traductor, Marcial Souto; tirón de orejas para el sello del grupo Penguin Random House— Corte “tenía claro que la propia narrativa tiene una carga conceptual tan bestia como la destrucción de la cultura o el control social a través de las restricciones, que no iba a aportar mucho más añadiendo metáforas visuales. Pensé en disfrutarlo realmente, pasarlo muy bien, hacer ilustraciones que supusieran un reto para mí, con juegos de luces y sombras, perspectivas y tan solo algunos detalles conceptuales”.
Como resultado, potentes escenas a página completa por el que se cuelan algunas de sus referencias elegantemente deglutidas: desde el constructivismo ruso al cubismo y la representación de los cuerpos de Fernand Léger o Fernando Botero; del influjo de Tarsila do Amaral a Heinz Edelmann pasando por las poesías visuales de Joan Brossa o Chema Madoz. Todo un despliegue de experiencia salpimentado de recursos, distorsiones y claroscuros con un inteligente tratamiento del color que prescinde de lo accesorio para recordarnos todo el tiempo que ese mundo en llamas, opresivo, angustioso, factible, nos puede quemar la cara a poco que se acerque. Que Bradbury y Corte se equivoquen.
Ficha técnica:
Título: Farenheit 451
Texto: Ray Bradbury
Ilustraciones: Maria Corte
Traducción: Marcial Souto
Edita: Reservoir Books
Año: 2021
Número de páginas: 192
Tamaño: 24,8 x 17,8 cm
Encuadernación: cartoné
ISBN: 9788417125844
Precio: 21,90€