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'Meohadim': el viaje de vuelta de Jacob Gómez a Xeresa a través de la danza

25/04/2023 - 

VALÈNCIA. Claro que se puede ser profeta en tierra propia. Y un viaje de vuelta recordando el desarraigo puede ser el principio de una reconciliación vital. Algo de eso está viviendo Jacob Gómez, el coreógrafo de Xeresa, que tras muchos años actuando en compañías de gran prestigio, ha vuelto (a medio camino entre Barcelona y València) para fundar su propia compañía. Esta semana, en el Teatre Rialto, muestra la primera pieza larga de esta: Meohadim, donde cuenta su historia a través de cinco hermanas.

“Después de trabajar tantos años como bailarín, estaba en una compañía de Israel pero sentía la necesidad de dar el paso y crear. Necesitaba expresar algo que sintiera, y lo primero que quería plantear era lo que suponía la distancia que, en ese momento, me separaba de mis hermanas. Estaban pasando cosas en sus vidas (muertes familiares, sobrinos que nacen, etc) y ese impulso me llevó a crear algo que me salpicara para crear un movimiento verdadero”, explica Gómez a este diario.

Cinco bailarinas se ponen en la piel de sus hermanas y trazan una genealogía familiar, desde la infancia hasta la adolescencia y la juventud. Meohadim significa conexión en hebreo: “como cuando te despiertas un día pensando en una persona, preocupado sin razón, y al final del día, hablas con esa misma persona y le pasaba realmente algo”.

La propuesta escénica es una gran coreografía que empieza con juegos de palmas o el pollito inglés. Pronto habrá un despertar, y en la juventud se plantea lo prohibido y el despertar de la sexualidad. También la conexión familiar, cuando en escena alguna de las bailarinas se aleja, o cae bruscamente, las otras van a recogerla.

El vestuario, de Sergi Cerdán, complementa esta narrativa a través del terciopelo: “es un tejido que es suave si lo acaricias y rugoso si lo pones a la contra. Eso que puede ser tierno o molesto a la vez me interesaba mucho como metáfora”. Cierra el círculo la música de Sergio Gassmann, que “ha creado un espacio sonoro muy acertado. Empezamos con balkan music porque cuando planteé la pieza estaba en Israel y la tenía muy presente. Más tarde se vuelve más rítimico y atmosférico. ¡Muchas veces encontramos a gente haciéndole Shazam a las canciones en mitad del espectáculo!”.

Una investigación compartida

La compañía de Jacob Gómez empieza su camino en primera persona pero compartido. Las bailarinas sobre el escenario (Blanca Tolsá, Julia Sanz, Helena Hernáez, Lara Misó y Naya Monzón) habían coincidido con él en otros momentos de su carrera. Ahora, juntas, quieren contar sus propias historias.

Meohadim, a pesar de tener una clara narrativa ligada a la biografía de Gómez, también ha querido ser espacio para incluir las biografías de sus compañeras, igualmente atravesadas por el desarraigo —gajes de un oficio donde las audiciones y la formación exigente empiezan en edades muy tempranas.

“Además de mis historias, pedí que se involucraran. Se abrió un prceso de investigación de historias de las propias intérpretes que hemos resuelto de manera danzística. Yo he creado el 95% del espectáculo, pero luego les iba dando tips para incluir sus propias biografías, preguntándoles cómo se sentiría si fuera hermana mía o rememorando momentos de sus vidas que recuerdo con ellas o que me han contado. La idea, al final, es que en el espectáculo haya mirada, intención y corazón, y que el público lo reciba así aunque no comprendan realmente lo que pasa”, resume el coreógrafo.

La pieza, creada en un primer momento como un montaje corto de unos 15 minutos, empezó a cosechar premios por donde pasara, empezando por el premio del público en el Mercat de les Flors, y viajando después a Portugal, Italia, Madrid o València. En julio de 2021, Tanz Bolzano le encarga, en co-producción, una pieza de unos 50 minutos, que es la que se estrena ahora en el Rialto y que ya ha pasado, con éxito, por más de decena de escenarios.

Volver a casa

Uno de esos escenario fue Gandia, a pocos kilómetros de su Xeresa natal. “Me emociona bastante pensar en esa actuación. Es muy bello pensar que todas han tenido la oportunidad de verlo. Por supuesto, se pasan todo el montaje llorando porque se reconocen en él, y sin yo explicarles los movimientos, ellas entienden lo que ocurre en todo momento. Pero no solo ellas. Mi abuelo, ahora fallecido, silbaba de una manera particular para avisar de que llegaba a un lugar. Para mí, mi abuelo es una figura fundamental, porque fue el primero que me dijo que daba igual si era un chico, que si quería bailar tenía que hacer mi camino. El montaje empieza precisamente con ese silbido, que no solo reconocemos su familia, sino toda persona que le conociera”, cuenta Gómez.

Volver a casa es gratificante porque “vuelvo al lugar donde todo empezó como un hobby, donde me reencuentro con quiénes empecé y compartí clases… O gente de Xeresa que simplemente va a ver la obra porque a vore què ha fet este xiquet”. Y añade: “ante todo, he querido hacer una pieza donde el público conecte, y que —principalmente— estemos ganando premios del público es una señal muy buena”.

Mientras la compañía sigue con Meohadim, ya empieza a brotar una nueva idea, a la espera de co-producciones y residencias, y que no tendrá un sentido tan autobiográfico: “se llamará Yofi, que es bello en hebreo. En un momento en el que sentimos que el mundo se va a pique, queremos crear, a través de la historia del arte, un espacio seguro; construir un museo vivo, y que el público entre y solo vea belleza. Que durante el montaje, la danza se funda con el arte, que un cuadro traspase un cuerpo. También nos sirve para preguntarnos qué significa ser bello y quién decide qué es la belleza”.

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