Morella o la inagotable belleza de Els Ports

VALÈNCIA. Salta a la vista que esta comarca, situada al noroeste de la provincia de Castellón, es un territorio diferente. Y gran parte de esa diferencia la marca la ubicación de Morella, no solo por estar encaramada a una muela, sino por todos los paisajes que la circundan, haciendo bueno eso de que la provincia de Castellón es la segunda más montañosa de nuestro país. Un valor digno de admirar y al que el viajero puede acceder fácilmente gracias a la red de carreteras que llegan hasta estas tierras cuidadas y moldeadas por el tesón de sus habitantes, gente que ha sabido convivir con una orografía extrema, de cimas y barrancos y vegas fértiles.

Por ello, se puede decir que la belleza inagotable de Els Ports llega hasta el último de sus rincones, gracias a una belleza indómita, de las que soportan airosamente el paso del tiempo. Algo que enseguida se detecta al pasear por sus pueblos, que se dejan abrazar por murallas y fortalezas centenarias, por sus entornos naturales, en los que se despliegan cumbres de más de 1000 metros de altura, abrigos y cuevas con arte rupestre mediterráneo, riscos vigilados por aves rapaces que surcan el cielo a diario, bosques inmensos y valles atados de por vida al sonido de la tranquilidad. 

Basta con escuchar la sugerente toponimia de sus municipios: Morella, Cinctorres, Zorita del Maestrazgo, Vallibona, Forcall, Villafranca del Cid, Herbers, Castellfort, La Mata de Morella, Olocau del Rey, Palanques, Portell de Morella, Todolella y Villores para percibir los rumores de sus tradiciones, costumbres, historia y sabores.

Cada uno de sus pueblos dispone de una red de senderos que se ramifican entre ellos, ideales para conocer estos parajes de la manera que se prefiera, a pie, en bici o incluso a caballo. La joya de estos itinerarios es el GR-331 Els Ports-Camí de Conquesta, un recorrido circular y de 166 kilómetros repartidos en 15 etapas.

Esta es una región que parece tocar el cielo, aunque, a la vez, mantiene un ojo puesto en la tierra y los cultivos: vid, almendros, olivos centenarios, carrascales, siempre bajo el cuidado de las masías y bancales y prados y muros de pedra en sec. Y lo mejor es que a todo esto hay que sumarle un patrimonio cultural e histórico de los que vale la pena descubrir a la velocidad de aquí, calmada y así aprovechar al máximo la vida tal y como la ofrecen Els Ports y Morella.

Visitar Morella tiene su recompensa. Los viajeros serán testigos de cómo, aquí, el tiempo parece haberse detenido, ya que todavía conserva el aspecto de ciudad medieval. Esa sensación de eternidad se contagiará al pasear y caminar sobre los adoquines y las cuestas, al pasar por las puertas de los palacios e iglesias o al admirar la sillería de su imponente muralla de dos kilómetros. Una abrir y cerrar de ojos para que cualquiera se sienta en el corazón de una villa medieval. Una manera definitiva de acumular rincones inolvidables en los que quedarse por puro placer. 

Y es que recorrer las calles angostas de Morella construido bajo el amparo de su castillo y sobre la Mola es una experiencia que hay que disfrutar, sobre todo, porque su legado arquitectónico es de lo más prolífico.

Sorprenderá al viajero el impresionante castillo-fortaleza. Que ya fue habitado en el III milenio antes de Cristo. Su división está realizada en tres niveles. El situado en la parte inferior del peñón, donde se encuentran la entrada y el palacio del Gobernador. El que alberga la plaza de Armas. Y el tercero, donde se levanta el edificio del castillo propiamente dicho. Lo mejor es subir hasta lo más alto para disfrutar de las espectaculares vistas, un verdadero mar de montañas y planicies. El Palacio del Gobernador es un precioso y sobrio edificio construido en el siglo XV, aprovechando el interior de una cueva, y que fue, como su nombre indica, residencia del gobernador local. Aloja también un museo con exposiciones para conocer la historia de Morella y la comarca. Las Torres de San Miguel son el acceso principal a la ciudad amurallada de Morella. Estas torres gemelas, de base octogonal, fueron construidas en el siglo XIV y forman parte destacada de la estructura amurallada que rodea la población. Desde ellas se puede realizar un tramo del paseo de ronda de la muralla hasta la Puerta de la Nevera. Y como Morella es una ciudad que cuida su historia y su patrimonio, no podían faltar los museos, el más emblemático es el Museo del Sexenni. En el que se encuentran todos los elementos que componen las fiestas sexenales de Morella, que se celebran cada seis años en honor a la Virgen de Vallivana, su patrona, declaradas de Interés Turístico Nacional y Bien de Interés Inmaterial. Pero aún hay más: una prisión, el Convento de San Francisco, la Basílica… en definitiva, esplendor histórico a raudales.

Tomar distancia con Morella es también una buena manera de entender la belleza de la ciudad y su entorno. Su paisaje se ensancha por los fuertes contrastes montañosos, en un total de más de 400 kilómetros cuadrados de término municipal. Existen rutas que salen del corazón de Morella con las que disfrutar del sosiego que la circunda, hasta llegar a las poblaciones vecinas, a sus cimas más emblemáticas o a enclaves fluviales realmente mágicos, un sinfín de senderos señalizados y de rutas BTT. 

A estas mil razones para escaparse hasta Morella hay que unir la calidad de sus alojamientos y su gastronomía. Una recompensa gastronómica en la que no pueden faltar las elaboraciones tradicionales basadas en productos locales como la trufa negra, quesos, embutidos y carnes de caza. Nombres que, con solo escucharlos, abren el apetito: carnes a la brasa, ollas, bolos de Morella, pilotes de Nadal, cuajadas, quesos, miel, flaons… todo para que deleitarse con los auténticos sabores de montaña.

Ahora, desde cualquier lugar es posible imaginar esta escapada gracias a la webcam turística de Morella, y empezar a perderse por sus calles. Solo hace falta poner rumbo hacia esa Morella soñada.