RIOT DAYS 

Música y disidencia política: una performance jazz-punk bajo el signo de Pussy Riot

La Rambleta acoge mañana el espectáculo de la artista y activista Maria Aliójina, basado en el libro que publicó después de ser encarcelada por realizar una acción de protesta contra Putin en 2012

7/02/2019 - 

VALÈNCIA. El estreno de Riot Days en España no podía producirse en un momento más adecuado. El espectáculo de teatro-punk protagonizado por la activista rusa Maria Aliójina (Masha) llega a un país en el que todavía crepitan los rescoldos incandescentes de varios enjuiciamientos a raperos y presiones a humoristas incómodos. El montaje llega también en plena colisión entre el rejuvenecido movimiento feminista en Europa y el subidón de endorfinas de los partidos de ultraderecha, al comprobar que su beligerancia contra las conquistas sociales de las mujeres, las personas LGTB y los inmigrantes tienen insólitas oportunidades en las urnas. El colectivo Pussy Riot, fundado en 2011 como movimiento de resistencia artística frente a la represión del gobierno ruso, ha crecido hasta convertirse en un símbolo mundial de la defensa de todos estos derechos civiles. 

Aliójina fue una de las jóvenes detenidas en febrero de 2012 después de ocupar el altar mayor de la iglesia ortodoxa del Cristo Salvador de Moscú para cantar una plegaria contra el apoyo de los líderes de la Iglesia Ortodoxa a Putin durante su campaña electoral. El episodio se tornó en escándalo internacional al conocerse la sentencia que las condenaba dos años de prisión, acusadas de los delitos de vandalismo y odio religioso. Durante su estancia en la cárcel, Masha escribió notas y pensamientos, recopilados después en el libro Riot Days en el que se inspira el espectáculo que mañana viernes acoge La Rambleta en València. (Nadya Tolokonnikova escribiría también sus propias reflexiones en Pussy Riot, de la alegría subversiva a la acción directa, publicada en España por Roca editorial).

Tras cumplir 21 meses en prisión, ambas fueron liberadas gracias a una amnistía promovida principalmente por la comunidad internacional. La lucha, sin embargo, no había hecho más que empezar. A través de las redes sociales, Pussy Riot no ha dejado de lanzar videoclips como dardos: contra el gobierno de Putin (“Putin Will Teach You To Love The Motherland”); en apoyo al movimiento Black Lives Matter que denuncia la violencia racial en Estados Unidos (“I Can’t Breathe”); contra la corrupción de los altos cargos rusos (“Chaika”), etcétera. Pussy Riot comenzó su andadura bajo la apariencia de un grupo de punk, pero realmente son un proyecto en permanente crecimiento, con integrantes variables y sin una línea musical especialmente definida. Pueden facturar un tema de punk rock de sonido cacharrero, recitar sus letras sobre una base de bombo y caja, o marcase incluso una canción de pop bailable (pero con sarcasmo y mala baba). Aquí lo importante es el mensaje. “No soy un músico y algunas personas dicen que en realidad tengo un elefante en mis oídos, pero si es una producción con un fondo importante, lo haré y haré todo lo posible”, indica Masha en una entrevista distribuida a los medios.

El movimiento Pussy Riot es por tanto un comando de acción política que utiliza la música como un vehículo de comunicación más. De hecho, sus intervenciones más sonadas no se han dado sobre el escenario. El 15 de julio de 2018, tres mujeres y un hombre disfrazados de policías rusos invadieron el campo durante el partido que enfrentaba a Francia y Croacia en el Mundial de Fútbol de Moscú. La protesta, que se atribuyó Pussy Riot, tenía como objetivo pedir la liberación de los presos políticos y el cese de las detenciones ilegales. Dos meses más tarde, Pyotr Verilov, uno de los responsables de esta acción y pareja de Nadya Tolokonnikova, tuvo que ser ingresado de urgencia en Berlín tras presentar síntomas de envenenamiento por los que casi pierde la vida. El caso continúa sin resolverse.

¿Qué nos vamos a encontrar en Riot Days?

Riot Days es uno de los proyectos escénicos paralelos que desarrolla Maria Aliójina bajo el paraguas del colectivo. Este concretamente está dirigido por ella misma junto a Yury Muravitsky, director ucraniano que cuenta en su currículo con un Golden Mask, prestigioso premio nacional de teatro ruso. No cabe esperar un concierto al uso, sino una performance multimedia que combina spoken word, percusión, bases electrónicas y solos de saxofón con disonancias jazzísticas, acompañadas de proyecciones visuales con materiales de archivo. La banda se presentará en formato cuarteto junto a la actriz Kyril Masheka (quien ya acompañó a Masha en su primer montaje teatral de 2016, Burning Doors) y el dúo musical ruso AWOTT (Asian Woman On The Telephone).

El espectáculo vendrá precedido de la actuación de New Day, el proyecto musical emprendido por la ex fundadora de Dover Amparo Llanos junto a Samuel Titos (bajo) y el batería Jota Armijos (ex Fuckaine). El power trío presentará en directo las canciones de Sunrise (2017), un primer LP con muchas reminiscencias al power pop de las bandas norteamericanas de los noventa.

Riot Days es un espectáculo vetado en Rusia, que sin embargo suscita interés en el resto del mundo. Chicago, Ciudad de México, Los Ángeles, Boston, Newcastle, Liverpool, Edimburgo, Viena, Berlín y Múnich son algunas de las ciudades donde han agotado las entradas. “La primera vez que la pusimos en escena fue en una de las salas alternativas en Moscú, que cerró casualmente dos semanas después de la presentación -explica Masha-. Luego giramos por Estados Unidos y regresamos a Rusia. Entonces me dije ¡Tenemos que hacer el show nuevamente en Moscú! Empezamos a buscar el lugar y unos veinte espacios se mostraron muy emocionados desde el principio (…) Casualmente al día siguiente me escribían diciendo: "Lo sentimos mucho, pero el propietario del edificio dijo que no podemos hacerlo". Probamos esto en diferentes ciudades y se dio la misma situación. Después de dos meses, finalmente lo encontramos. Era una pequeña galería de un viejo amigo, pero él dijo que sí, y cuando escuchas SÍ entre cientos de NO, aún tienes esperanza”. En su país, añade la activista, “se cancelan todos los conciertos y giras de artistas que hacen canciones políticas. Tienen una forma muy programada de cancelar los conciertos de los cantantes de rap y los músicos electrónicos”.

Muchísimas bandas de ayer y de hoy se catalogan habitualmente como grupos de punk político, pero el compromiso de algunos sobresale por encima de los demás, ya sea por la tenacidad de su mensaje a lo largo del tiempo o por su arrojo a la hora de ocupar el espacio público y transformar un concierto en una manifestación. Es, como referencia más obvia, el caso de Bikini Kill (que por cierto acaba de anunciar una gira de reunión para 2019) y otras bandas feministas de la escena de Washington de la década de los noventa que iniciaron el influyente movimiento feminista riot grrrl. Entre las bandas y artistas que más en serio se han tomado su compromiso político -aparte del rock radical vasco, se entiende- figuran también los reyes británicos del anarcopounk Crass (1977-1984), los holandeses The Ex, Chumbawamba, o Ian Svenonious, cuyo inquebrantable mensaje revolucionario y marxista podemos rastrear en cualquiera de sus tres magníficos proyectos de art punk: Nation of Ulysses, The Make-Up y Chain And The Gang. Pero es incluso más claro el vínculo (espiritual al menos) de Pussy Riot con Atari Teenage Riot, cuyos míticos conciertos del 1 de mayo convertían cada año el centro de Berlín en una rave de hardcore-techno en favor de la clase trabajadora. Al grito de “Revolution Action!”, la cosa acababa siempre con enfrentamientos con la policía (aunque la disidencia en Alemania no cuesta tan cara como en Rusia).

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