La sátira teatral parte de la prolongada batalla judicial de los trabajadores de una planta de refrescos contra una multinacional que se comercializaba como la chispa de la vida
VALÈNCIA. “Con lo genial que eres conseguirás lo que quieres”, “Continua endavant, el teu futur és brillant”, “Deja de darle vueltas a todo y sonríe”. “No esperes tener un buen día, esfuérzate en crearlo”. Tazas, neceseres, agendas, pijamas, accesorios de viaje, archivadores, pantuflas... no hay superficie imprimible que escape de la dictadura de la felicidad. La imposición social de exudar optimismo es la nueva fe. Todo es wonderful y si no, si tu estado de ánimo está por los suelos, es porque no le has puesto dientes ni empeño.
El hartazgo frente a los mensajes positivos y la preocupación por el fomento del individualismo en esta cruzada imbricada en el núcleo contemporáneo de la sociedad de consumo instó al dramaturgo Manel Moreno y al director de escena Martí Torras Mayneris a poner en pie la propuesta Not My Monkeys, que los días 2 y 3 de noviembre próximos nos alertará al tiempo que nos hará reír en el Teatre Rialto.
El montaje es una sátira que cuestiona la bondad de los libros y los lemas de autoayuda, así como el “si quieres, puedes” que promueven algunas filosofías de vida y de empresa. Su conclusión es que tras esta dinámica buenista se esconde la voluntad de alienar a la sociedad y cargar a sus integrantes con la responsabilidad de todos los males, a fin de que no se cuestionen el sistema.
La inspiración para darle enjundia a su protagonista, un gurú llamado Rey Rex, lo hallaron tanto en predicadores de templos y canales de televisión de Centroamérica, Sudamérica y Estados Unidos como de España, en motivadores contratados por las grandes corporaciones de hoy en día y en cuentistas de todos los tiempos.
“Son falsos gurús que venden una ayuda holística. En suma representa la personificación de esta sociedad donde se nos obliga a ser felices y en caso de no conseguirlo, la culpa es nuestra. De ahí hayan surgido congresos donde trabajan con influencers a los que pagan para que digan lo que su público quiere oír, palabras vacías… Como las religiones van de capa caída, la gente necesita creer en otras cosas”, recalca el director.
Este gran líder de masas expone las claves para extraer el potencial que llevará a sus acólitos del fracaso a la alegría y ya, de paso, aumentar la productividad empresarial de la gran firma que organiza el evento.
Los responsables de Not My Monkeys se inspiraron, de hecho en un caso real de resistencia de un grupo de trabajadores españoles frente al ERE de una multinacional de refrescos cuya enseña era la felicidad. El conflicto laboral se inició en 2014 en Fuenlabrada, cuando la embotelladora europea de Coca-Cola aprobó un ERE que dejaba en la calle a 821 trabajadores. La batalla legal llegó hasta el Supremo, que declaró ilegal el expediente de regulación, así que tuvieron que readmitir a la plantilla despedida, pero para entonces ya no había actividad en la planta.
“La empresa ya había vaciado las fábricas y les tuvo moviendo cajas y palés de botellas vacías, hasta que aquello no iba a ningún sitio y se sintieron empujados irse -completa el relato Torras-. Había una gran ironía dramática en una enseña que vende la felicidad y acaba provocando la infelicidad de sus trabajadores”.
El elenco exhibe una sonrisa permanente durante la función. Es una plasmación de lo aplicados que están los empleados de esta ficción en ser la versión más risueña de sí mismos. “La cultura de la felicidad es un pretexto: esta pieza habla del mundo laboral y de la lucha de clases -revela el director de escena-. Queríamos indagar en hasta qué punto estas grandes macroempresas pueden jugar con nuestro bienestar, tienen el poder de venderlo mientras no paran de crear grandes estropicios”.
Estas dinámicas no se limitan al estímulo laboral, sino a una pujante industria de la felicidad que se supervitamina y mineraliza con artículos donde se presiona al consumidor a sentirse satisfecho y libros de autoayuda con recetas infalibles para llegar el cénit del bienestar y mantenerse.
“Hay gente que seguramente escribe para ayudar, pero hay un negocio montado en el fondo. Nosotros lo señalamos de manera divertida, porque al utilizar el género de la sátira logramos despertar un espíritu crítico y concienciar a favor de la lucha de clases. Está claro que el dinero no hace la felicidad, porque si no, los ricos no nos darían la tabarra para enseñarnos en redes lo que hacen”, expone el director.
Las redes sociales, de hecho, apuntalan esta deriva dañina. Las ventanas a las que las personas se asoman para ver y ser miradas son los escaparates de esta nueva religión del yo, donde gana el alter ego que se muestra más dichoso.
“Pero la realidad es que la gente está llena de grises y en la intimidad hemos de convivir con nosotros mismos. Las redes sociales nos sirven para contar dónde hemos ido y lo guapos que estamos, pero en tu casa, a veces, estás solo y la procesión va por dentro. Cuentas una vida alternativa. Creas un personaje ficticio de ti mismo”, desarrolla el creador.
El título del espectáculo refiere a una expresión inglesa, traducida del polaco, Not My Circus, Not My Monkeys, que viene a decir que algo no es problema tuyo. La obra es un compendio de escenas muy diferentes que transportan a la audiencia en un viaje donde después de divertirse, reparar en lo que ha visto es una gran metáfora de la falta de sustancia que hay tras la tiranía de la felicidad. Todo el mundo se vende, pero tras el envoltorio asoma el humo.
“Al final, la felicidad es algo efímero y sobrevalorado. Todos somos felices a lo largo de nuestra vida, pero no es un estado perpetuo. La felicidad y la infelicidad van de la mano, hay que abrazar las dos y pasar por todas las emociones. Cuanto más convivas con todas ellas, mejor entenderás qué te pasa. Ahí es donde nos hacemos más mayores, sabios y empáticos”, concluye Torras Mayneris.
La familia política estrena en el Teatro Rialto una pieza de autoficción llamada Nínive, con ecos del relato bíblico de Jonás y la ballena