VALENCIA. Cuando Nuria Riaza (Albacete, 1990) daba ayer los últimos retoques a Aquelarre en la galería Pepita Lumier, su mayor exposición hasta la fecha, el gato de porcelana que introduce al espectador al espacio acabó por accidente decapitado. Subsanado el golpe a tiempo para la apertura de puertas, la anécdota parecía formar parte de la propia muestra, que suma una selección de imágenes y sensaciones que la artista ha ido experimentando a lo largo de los años en episodios de parálisis del sueño y que se presentan como mágicas y, también, perturbadoras. "Aquelarre es una reunión, es una manera de coger esas imágenes tan personales y sacarlas fuera y que, también en reunión. toda la gente pueda disfrutarlas y sentir esa magia que yo siento cuando me pasa", explica la dibujante.
“Tiene todo un aire onírico y mágico a la vez, al principio no encontraba ningún tipo de explicación a esas imágenes que veía”, añade la dibujante sobre un proceso mental poco conocido por el que, ni dormida ni despierta, tiene "visiones", algo que le pasa desde los 17 años. En las piezas se pueden ver desde cabezas flotantes, partidas o fusionadas con animales, imágenes “inquietantes” que nacen de lo más profundo de la mente y que forman una selección coherente, a pesar de que la inspiración no sea consciente. "Son muchos años apuntando en una libreta estas experiencias. Además, como te asustas, lo recuerdas, no es como un sueño que a veces se te olvida. Se te queda la imagen grabada en la cabeza. De ahí he ido seleccionando, de hecho pasa bastante tiempo desde que tengo la visión hasta que la plasmo en el papel, me hago un boceto pequeño sobre la composición. Además también dulcifico la imagen cuando es una pesadilla y no sea tan dura", indica Riaza.
La exposición, que podrá ser visitada hasta el próximo 25 de febrero en la galería de Ruzafa, juega a sumar casi sesenta visiones independientes, libres pero que, al mismo tiempo, se unifican a través del bolígrafo BIC, herramienta con la que dibuja cada una de sus obras. "Lo bueno y lo malo que tiene dibujar con bolígrafo es que no se puede borrar, tiene un punto de dificultad que me gusta mucho. Primero marco con lápiz el espacio que va a ocupar el dibujo, una delimitación no un boceto. Se trata de cambiar la presión, nada más [...] No somos robots y un original siempre tiene fallos, con el ordenador puedes darle a Control+Z e ir hacia atrás, pero aquí hay que encontrar la manera de que quede bien, es un proceso bonito”, indica.
Lo cierto es que no todo el bolígrafo en la exposición, aunque el color azul reine en los muros de la galería. Alguna pieza tridimensional, como el accidentado gato -ahora guardián de la puerta- o pequeños caballos de los años cincuenta, customizados por la artista, se suman a la experiencia de Aquelarre, en la que algunas láminas también cuentan con bordados, hilos que cruzan el frágil papel de las piezas. “Mis dos abuelas son bordadoras, las he visto todos estos años sentadas en su butaca y ahora me veo a mi dibujando de manera similar, haciendo cada una nuestra labor, es un paralelismo”, explica Nuria Riaza, que dedica una de las secciones de la muestra a la familia.
Licenciada en Bellas Artes por la Universitat Politècnica de Valencia, Riaza también cursó el Máster de Diseño e Ilustración en 2015. Hasta el momento, la ilustradora ha trabajado para clientes como Diesel, Oysho, Espai Rambleta, la Ópera Nacional de Múnich o el Instituto Valenciano del Arte Moderno, habiendo expuesto su obra individualmente en espacios como Walden Contemporary (Valencia), Belaza Gallery (Bilbao) o en Miscelanea (Barcelona), aunque, si bien, con mas de medio centenar de obras la de Pepita Lumier es su mayor aventura en solitario. De igual forma ha sido seleccionada en ILUSTRISIMA 2015 y 2016, Salón del Dibujo y la Ilustración, que se celebra en el Museo ABC de Madrid.