MEMORIAS DE ANTICUARIO

Otoño en clave femenina: las artistas copan la oferta expositiva valenciana

4/11/2018 - 

VALÈNCIA. Me temo que en los próximos tiempos los museos y centros de arte van a tener que llevar a cabo una continuada labor de rescate. Echando la vista atrás es comprobar, únicamente en lo que respecta al siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, cómo demasiados artistas se están quedando en el camino del olvido (¿o no fue una exposición de rescate, o de puesta en el lugar que toca, la dedicada a un artista tan esencial como Anzo, el año pasado?). En algunos casos ya no hablaría de artistas, sino de generaciones enteras en grave riesgo de pasar a la irrelevancia. 

Justicia con Ángeles Marco

Ángeles Marco es una gran artista, esencial en el último tercio del siglo XX, y su conocimiento público, a pesar de su valoración crítica, no refleja su importancia. Recuerdo que hace años, recientemente fallecida, en el año 2008, me habló de ella un compañero y me mostró algunas imágenes de su obra. No era una obra fácil, cierto, pero de inmediato captó mi atención por la fuerza intrínseca que irradiaban esas piezas desde una coherencia inapelable, más allá de su significado interior, como esa primera vez que uno ve los lienzos de Franz Kine, a quien me remiten algunas de sus obras más abstractas en hierro y caucho, aunque sólo sea por afinidades cromáticas sobre el fondo blanco de la sala y esa la fuerza expresionista sin concesiones. Las fotografías correspondían a una exposición celebrada por el IVAM en el Centre del Carme. 


El video de inicio de la exposición comisariada por Joan Ramón Escrivá, con imágenes de la película Vértigo de Hitchcock en la que el rostro de la propia artista sustituye al de los protagonistas, es un prólogo de gran elocuencia del mundo sobre el que gravita una carrera que no es más que una puesta en escena de su idea existencialista de la vida entendida como un tránsito inestable y vertiginoso literalmente hablando: rampas, puentes quebrados, pasarelas, elevadores, trampolines…. Ya dentro de las salas aconsejo, en un primer momento echar una mirada a la exposición desde el centro como si se tratara de una gran instalación escenográfica. Con esta ráfaga general podemos rápidamente tomar un primer contacto con la poética tan personal de Ángeles Marco. Tras ello iniciamos la exposición con una serie de piezas menos especulativas- Finestra sería un excelente ejemplo- que por si mismas combinan la idea subjetiva y conceptual de más difícil acceso, y esa estética de corte constructivista que se propaga hacia fuera sin dificultad y que las hace irresistibles desde el punto de vista decorativo (acepto que a la artista esta ultima palabra le habría hecho poca gracia para comentar una obra suya). Ya hablaba de esta doble faceta hace un par de semanas con la obra de Andreu Alfaro. Tras ello llegarían las series En Transito empleando materiales como el caucho y asfalto líquido y Salto al vacío, en las que las concesiones a lo “fácil” cada vez son más raras.

No es una exposición sólo para contemplar como para adentrarse en ella y en definitiva en la idea de la escultora valenciana. A través de las escenografías planteadas a partir de los objetos escultórico vemos a la misma artista convertida en pieza escultórica, en instalación. Es decir, de alguna manera Ángeles Marco se transforma en los elementos que conforman su obra, por lo que el carácter autobiográfico emana con facilidad. Es imprescindible atender a los dibujos y a los modelos o maquetas -que podrían funcionar como esculturas por si mismas- que se han instalado en las vitrinas. En definitiva, se trata de una exposición, envuelta en misterio; el misterio que provoca que nos atrape sin que sepamos el por qué y que nos hace repetir. Una muestra que, como decía hace unos días Román de la Calle ojalá sirva para hacer justicia a una artista que debería figurar en la lista de escultores esenciales del ámbito español en el último medio siglo. Una exposición para repristinar su obra. 

 
Bombas Gens y el arte de Cristina Iglesias

Es interesante realizar un ejercicio de contraste entre la obra de Ángeles Marco y la de la artista de la que vamos a hablar. Apenas diez minutos andando empleamos para llegar a otro centro de arte. Siempre será poco lo que digamos sobre la inapreciable labor cultural y social de Bombas Gens. En su precioso jardín (visitable en las numerosas visitas guiadas) es donde ha sido instalada desde marzo de este mismo año una fantástica obra escultórica de otra mujer. Cristina Iglesias (San Sebastián en 1956), premio Nacional de Artes Plásticas en 1999 es otra gran artista, pero al contrario que Ángeles Marco, no necesita quien la rescate. Su reconocimiento internacional por crítica y público es indudable. Es cierto que su planteamiento, al menos en parte de su obra, llegan de forma mucho más fácil y directa. La obra titulada A través es muy representativa de esta etapa en la que trabaja el bronce para recrear la naturaleza, de forma realista en cuanto a lo identificativo, a través de los elementos que se pueden encontrar en el lecho de un riachuelo y que destacan a través del relieve del mismo, fácilmente reconocible. Se trata de una escultura de unos veinte metros de largo que se interrumpe por una zona de paso enclavándose bajo el nivel del suelo (de alguna forma sería una obra en negativo)-su instalación es también absolutamente realista- a modo de lecho fluvial. Curiosamente nos encontramos ante una instalación de concepción moderna del tan antiguo concepto de fuente, a través de un lenguaje de ejecución realista (incluida la propia agua) y de alguna forma clásico. Quizás en ello radique la genialidad de la propuesta de Iglesias. La evocación inmediata es clara y no hace falta más explicación. Más allá de ello, como decía la propia autora, se ha inspirado en el próximo cauce del río Turia y a la riada que aconteció  en 1957, así como la relación con la explotación agrícola y las acequias desde tiempo inmemorial en del barrio donde se sitúa el centro cultural.


La colocación en el jardín es perfecta y su fusión con el lugar, inmediata, ya no solo visualmente sino también acústicamente pues el agua transcurre con diferente intensidad por sus paredes al tener una inapreciable pero suficiente pendiente para generar una sensación totalizadora. La obra no es singular pues se inserta en una serie que tiene ejemplos en Toledo con Tres aguas o en Londres con Arroyos olvidados. Asimismo, en cuanto a la estética, se inserta en esta etapa escultórica junto a las extraordinarias puertas exteriores de la ampliación del museo del Prado de Rafael Moneo.

Reivindicando a las ilustradoras valencianas en La Nau

La ilustración sigue teniendo un lugar referencial a nivel nacional en València. No obstante, si podemos hablar de un cambio es la incorporación de muchas mujeres al género en los últimos años. Los comisarios de esta importante y reivindicativa exposición Ocultes i il·lustrades, Cristina Chumillas, Mac Diego y Melani Lleonart, se preguntan, para aclarar las cosas, si la división por géneros en este caso es necesaria. Su respuesta es clara: sí. Para justificar su postura traen a través de esta muestra una situación incontestable: la discriminación de la mujer a lo largo y ancho de la historia del arte es un hecho que todavía es perceptible en la escasa presencia de estas en las grandes colecciones de las más importantes pinacotecas. Un dato: tras 200 años el museo Del Prado dedicó por primera vez a una mujer, Clara Peeters, una exposición el año pasado. 


La labor curatorial ha sido casi arqueológica (me parece excelente la idea de bucear en publicaciones de los siglos XVI al XVIII en las que las editoras eran mujeres pero que aparecían bajo la “máscara despersonalizadora” de 'Viuda de' o 'Hija de…'), y a buen seguro que todavía hay mucho por hacer, si partimos del hecho de que existen casos de ilustradoras que se vieron en la necesidad de firmar con pseudónimo. Hallar ilustradoras, y sobretodo sus trabajos, anteriores a la Transición conlleva una labor de investigación que no ha hecho nada más que comenzar, y esta exposición pretende ser un punto de partida. Por poner un ejemplo ¿cuántos de los carteles adjudicados a Renau son obra, en parte o totalmente, de Manuela Ballester?

La exposición pretende destacar por encima de todas a las ilustradoras pioneras, inmerecidamente poco reconocidas. La muestra tiene una parte dedicada a la ilustración editorial, una segunda centrada en la publicidad y carteles y la tercera es la dedicada a los soportes de ficción como el tebeo, cómic, novela gráfica o libro ilustrado.  Se ha contado con artistas exclusivamente dibujantes lo que suman medio centenar de ilustradoras (ha habido que cortar por algún lado por falta de espacio, lo que no debe haber sido nada fácil) que en algunos casos han aportado personalmente obra propia y en otros -las artistas más antiguas- se ha recurrido a colecciones particulares o públicas. Las técnicas son diversas, los mundos que crean absolutamente personales. Eso si, a todas las une una calidad indiscutible. Cierto es que aquellas que debieron plegarse a la estética y dictados de las oscuras décadas del franquismo no podemos saber que parte eran de ellas y que parte de los patrones a los que debieron someterse. 

Evidentemente tengo mis preferidas, pero en una muestra en la que se pretende homenajear a todas incluidas las que no están es mejor que cada uno busque aquellas con las que se identifica sin dar aquí nombres. La exposición, es cierto que reivindica a través del homenaje aparentemente amable pero no exento de firmeza en voz alta, pero en este caso me voy a quedar un mensaje esperanzador de una realidad incontestable como es que hoy en día, al menos en València hay una mayoritaria presencia de ilustradoras (recodemos que el reciente el Premio Nacional de Cómic 2018 ha sido concedido a Ana Penyas).

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