Este texto ha sido publicado originalmente en Bloguionistas, blog que ha dado permiso a Cultur Plaza para reproducirlo a través de su web.
VALENCIA. En los últimos tiempos estamos todos los guionistas encabronados en hacer una serie política en España. No solo política, una serie que hable de la corrupción, de las miserias del poder. Nada nos apetece más que ver como los poderes tuvieron su festín y no invitaron.
Sé de lo que hablo. Soy valenciano. Parece que estamos llamados a ser los campeones en esto, pero nada más lejos.
Desde hace medio año me han llamado compañeros, me han escrito otros, me siguen algunos más, por esto: por ser valenciano. ¿Será por esto? Bueno, porque en nuestra Comunidad se ha expoliado hasta el último euro, porque nuestros políticos además son carne de serie, sí, solo con oír a Rus a uno le entran ganas de coger un teclado e invadir una cadena con un proyecto sobre corrupción. Pero, ¿qué es lo que nos llama? ¿Por qué la corrupción ahora? ¿Por qué los valencianos, maderfacas?
Por mucho que le explicara, nada es explicable si no ves a este 'yonqui del dinero' en plena acción en un pub, si no te has sentado en una mesa con este tipo de “figura”. Aquí han brotado como setas.
Pero nada será real, es decir, cinematográfico o ficcionado, si no se le aplica lo que denomino el “síndrome de la cuarta temporada de The wire”.
Sí, nos gustará regodearnos en la mierda que tuvimos, y que aún huele, pero hay que saber que nos salvará. Porque esto es una purga, porque toda sociedad quiere saber qué ocurrió para que no se vuelva a repetir.
Me explicaré.
La cuarta temporada de The Wire arranca con Pryzbylewski como profesor. Ha cambiado de oficio pero ahora tiene otra pelea: que esos chicos no acaben traficando, que vean el valor del aprendizaje. Conforme avanza la temporada ves que es muy complicado: el ambiente está impregnado de droga y, o pasas, o acabas enredado de alguna manera. Solo al final vemos que uno de los chavales se salvará, podrá seguir sus estudios. Salva a uno y salvarás una forma sensata de ver la vida. Simon es el comunista que mejor ha sabido vender sus ideas en formato serie.
Por eso, cuando un compañero quiere hablar sobre la corrupción en Valencia intento hacerle ver que, también la hay en Madrid o Barcelona (a mí, casos como Púnica o Palau, me parecen espeluznantes) y seguro que ellos sabrán contarla mejor que yo. No le quito mérito a la documentación, al poso que da la escritura y la reflexión sobre un tema, pero nunca está de más abrir el foco de visión, no toda la mierda está en Valencia.
Al principio quise hablar de Borgen una serie que me fascina, y he terminado hablando de qué es ser valenciano, si ello implica ser corrupto y cómo explicarlo en una ficción. Me preocupa esto sobremanera, aunque por otro lado, creo que es necesario contarlo en una y mil ficciones. Porque esto será lo que educará a una sociedad futura hacia otros caminos más acertados.
No seremos una sociedad madura hasta que nuestras zonas oscuras nos las contemos en formato ficción. Y como dice Shakespeare, ahora que llegan las fallas, cuídense de los idus de marzo.