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¿Por qué fue asesinado Detlev Rohwedder, el político encargado de privatizar la industria de la RDA?

Después de la reunificación alemana, una agencia se hizo con todas las empresas estatales de la RDA con el objetivo de privatizarlas. Se fueron a la calle 3,5 millones de trabajadores de la RDA, que tenía una población de 16 millones de habitantes. El 1 de abril de 1991, el encargado de desmantelar toda la industria pública del antiguo país, Detlev Rohwedder, fue asesinado por un francotirador. Aún hoy se desconoce la autoría del crimen. Una mini-serie documental, A perfect crime, analiza todas las hipótesis. 

17/10/2020 - 

VALÈNCIA. Eso que llaman true crime, sucesos estrambóticos, sectas, historietas llamativas y sensacionalistas han sido el denominador común en las mini-series documentales que se han multiplicado en los últimos tres años. Sin embargo, con A perfect crime, de Netflix, hay que quitarse el sombrero, porque se trata de un documental que va mucho más allá del entretenimiento o la reconstrucción histórica. Propone una reflexión sobre el desenlace del fenómeno más importante del siglo XX, el comunismo, y la crisis permanente que han vivido desde entonces millones de ciudadanos europeos que vivieron bajo ese sistema. 

El protagonista del misterio es Detlev Karsten Rohwedder, un político que contra su voluntad tuvo que ponerse al frente del puesto más incómodo, desagradable y peligroso que apareció con la reunificación alemana, el de gerente de la Treuhandanstalt, la agencia que adquirió toda la empresa pública de la RDA con el fin de privatizarla e introducir al país en la economía de mercado. Una especie de precio a pagar por la unificación también del marco alemán que con tanto júbilo votaron los alemanes orientales en el programa electoral de la candidatura de Helmut Kohl. 

El resultado de esa política en 1994 fue de 15.102 empresas privatizadas, de las cuales 3.718 se cerraron y 4.358 fueron adquiridas por sus antiguos propietarios o nuevos empresarios de la ex RDA. Aunque el número de cierres parece relativamente pequeño en el cómputo global, entre esas liquidaciones y los ajustes de las privatizaciones, 3,6 millones de alemanes orientales se fueron a la calle de una población de 16 millones de habitantes. 

Las consecuencias del trauma que sufrió esa población las estamos viendo actualmente, con unos porcentajes de voto a la ultraderecha muy preocupantes. Si algo tiene bueno este documental es el fondo de imágenes de la televisión. Recoge declaraciones de alemanes orientales a la prensa que poco tienen que ver con las escenas que se nos pasan en un roll infinito cuando llegan los aniversarios de la caída de muro de Berlín. En ellas, expresan su sentir con lindezas como "me voy a suicidar pero antes voy a matar a mis hijos". Desesperación absoluta tras los despidos masivos. Son decenas de muestras de personas angustiadas que, cuando esperaban la luz al final del túnel, tras una dictadura decadente, se encontraron con la peor faceta del capitalismo. 

Rohwedder, el responsable de todo aquello, había ascendido en la administración gracias a su pasado como empresario despiadado. Manifestaba que el jefe de una empresa no está ahí para hacer amigos ni para caer bien y que comprendía que se le odiase, porque sus decisiones muchas veces acababan con trabajadores en la calle. Era la época de finales de los 70 y principios de los 80, cuando en toda Europa, España incluida por supuesto, hubo una oleada de cierres y despidos derivados de las crisis del petróleo y el inicio de una nueva fase de la globalización. 

Por patriotismo, Rohwedder accedió al cargo. Creía en su manual con verdadera fe. Consideraba que la única forma de desarrollar la RDA era cargarse todo el tejido industrial improductivo y deficitario para que, a partir de ahí, florecieran negocios saneados. Por un lado, estaba el gobierno de Kohl metiéndole prisa, más dogmático que él mismo, y por otro no faltaron voces que exigían que la transición se realizase de una manera gradual que no le supusiera un shock a la población. 

Aparecen grandes manifestaciones que se celebraron muy poco después de la caída del muro exigiendo poder tomar parte en los cambios que estaban por llegar. Ahora sabemos que ilusos ellos, pensaban, -así se explica en el documental-, que con la caída del comunismo iban a conservar la cobertura de las necesidades básicas, por defectuosa que pudiera ser en determinados aspectos, y a alcanzar la libertad. Esa ceguera de masas que se impacienta por el futuro mirando el retrovisor, pensando que si el camino siempre ha sido recto, seguirá siendo recto, mientras reclama que se pise el acelerador, no era exclusivo de esa gente. Sigue hoy vigente. También aquí. 

El quid de la cuestión es que a Rohwedder le acabaron metiendo cuatro tiros en su casa desde un bosque cercano. Lo hizo un francotirador. Quienquiera que fuese, dejó un manifiesto al lado de la sillita desde la que había disparado firmado por la Baader-Meinhof, o RAF, Fracción del Ejército Rojo. Los autores, Jan Peter, Georg Tschurtschenthaler y Torsten Striegnitz, se preguntan si ese comunicado era auténtico. Entrevistan a antiguos miembros de la organización que tienen sus dudas sobre esa "tercera generación" que cogió el relevo a esas alturas de unos terroristas que habían comenzado en los años 60 bajo la efervescencia ideológica post-sesentayochista. 

Otra opción sería la propia Stasi. Tras la derrota, el desmantelamiento del país, se despidió a todos sus oficiales, que pasaron a efectuar trabajos relacionados con seguridad privada los que tuvieron más suerte, y otros acabaron de meros conserjes  siempre con la mancha de haber colaborado con la temida policía política del Estado. Sin embargo, un testimonio recuerda que cuando hablaba con ex oficiales de la Stasi le decían que ese crimen tenía pinta de haber sido cosa de ellos. 

Eso es lo más enrevesado, si no fueron ni los comunistas ni los terroristas ¿quiénes podían tener interés en matarlo? Ahí es donde la trama se complica. Los testimonios explican que las medidas de seguridad en la casa de Rohwedder no eran las apropiadas. Por ejemplo, tenía blindados los cristales de la primera planta, pero no los de la segunda. Ahí estaba cuando le dispararon. ¿Fue cosa del estado profundo de la RFA? ¿La patronal? Solo está claro que el asesinato lo tuvieron que ejecutar profesionales de primera categoría. Sin embargo, la gran víctima de esta historia es el pueblo de Alemania Oriental que después de comerse el comunismo se comió el capitalismo en su versión más cruda. Media Europa pasó por lo mismo y la supuesta fiesta de la libertad fue bastante agridulce. Ahora hay quien se extraña cuando estas poblaciones se enrocan en ideologías nacionalistas. Allí no son delirios de confortables clases medias y altas sin imaginación.

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