VALÈNCIA. Como viene siendo norma cada verano, estos días suelo hacer referencia a los valores patrimoniales de la zona donde me hallo: la Marina Alta. En su día fueron los Riu raus, en otra ocasión los Castillos de origen andalusí que se encaraman en los riscos del escarpado paisaje del interior de esta agreste comarca. En esta ocasión con las iglesias nos hemos topado. El patrimonio religioso de la Marina, hay que señalar como punto de partida, ha sufrido en sus carnes los avatares de numerosos conflictos: las guerras de Sucesión, de la Independencia y la Guerra Civil por lo que es muy difícil hallar un entorno patrimonial inalterado por lo que una de las características del patrimonio eclesiástico de la zona es la gran de estilos y la modificación a través del tiempo. Desde las iglesias fortaleza a un Neobarroquismo humilde y de impronta mediterránea, casi rural en ocasiones. Una segunda peculiaridad tiene que ver con el uso de una piedra, la tosca, que en este sentido dota de tipicidad a muchos edificios del entorno.
Se trata de una de las iglesias más importantes de la comarca, habiendo sido declarada Bien de Relevancia Local. Ancla sus orígenes en el siglo XV, aunque hay que situar realmente el nacimiento del templo como tal, en el año 1574. Lo que más nos llama la atención es su fachada en piedra tosca, tardorenacentista, de pilastras, frontón partido, hornacina con escultura y un interior presidido por los finos esgrafiados que la emparentan con iglesias del entorno culto levantino como la de San Esteban de Valencia, así como la existencia de dos cúpulas, una de ellas vidriada en tejas azules. Una de las joyas de la iglesia es el órgano Grenzing que se inauguró el día de San Bonaventura de 1997, uno de los mejores instrumentos de la Comunidad Valenciana y que fue sufragado enteramente por un mecenas local.
La iglesia de la Asunción no escapa a la relación de templos que han sufrido numerosas modificaciones hasta el mismo siglo XX, si bien hay que buscar sus orígenes en el siglo XVIII. Hoy en día presenta una fachada sencilla con portada en piedra tosca. La torre destaca por su encalado en blanco y desde una ubicación con la debida perspectiva podemos darnos cuenta que presenta una característica cúpula en tejas vidriadas azules situada en el encuentro de las dos naves. Su visita debe llevar aparejada también la del edificio del Ayuntamiento, junto a la iglesia y de excelente factura Neoclásica.
La iglesia de San Antonio, en la plaza del mismo nombre, junto a la concurrida calle Marqués de Campo es fruto de una reconstrucción tras el bombardeo del antiguo convento en el año 1708, durante de las guerras de Sucesión, pues Denia va a ser una ciudad especialmente reprimida por las tropas borbónicas. Hoy día destaca por el empleo de la piedra tosca y la importante torre que ha quedado un tanto fuera de escala al ser rodeada por edificios modernos de gran altura, un mal del que no ha escapado la populosa ciudad capital de la Marina Alta.
Obra inaugurada en 1967 y firmada por Fernando García Ordóñez y por el ingeniero Gómez Perretta, la iglesia de Nuestra Señora del Loreto representa todo un alarde de modernidad y una obra desafiante desde el punto de vista constructivo. Más allá de los técnicos citados, la ejecución de la obra, una pequeña obra maestra del brutalismo español, se debió en gran medida a la excelente labor realizada por el maestro carpintero encargado de desarrollar los complejos encofrados en los que debía depositarse el hormigón. La imagen que todavía hoy presenta es de una gran potencia visual emergiendo entre las casas bajas del puerto como una nave varada.
No es de una sino de dos iglesias de las que puede presumir, y mucho, Jávea, puesto que, en el centro de la localidad, tierra arriba se halla una construcción que, desde ciertos ángulos de visión, más nos parece una fortaleza que un templo religioso. Se trata de la iglesia de San Bartolomé, construida a principios del siglo XV y por tanto de estilo gótico. Tiene una única nave con capillas entre los contrafuertes, y su bella portada presenta dos característicos pináculos en los arranques del arco apuntado. Otra peculiaridad es que está construida íntegramente en piedra tosca, por lo que la iglesia ofrece una imagen de gran tipicidad al ser una piedra que únicamente se puede extraer en determinadas zonas cercanas al cabo de San Antonio más concretamente a la “Cova tallada”.
Debido a sus grandes dimensiones, a la iglesia de la Puríssima Xiqueta se le llama la catedral de la Marina Alta y es un ejemplo más del carácter heterogéneo de las construcciones religiosas de la zona. Se trata de un interesante templo de estilo neogótico que se construyó entre 1902 y 1929 en que se inauguró. Los elementos más llamativos son las dos torres en ambos flancos de la fachada y el cimborrio octogonal situado sobre el crucero. El nombre de la iglesia “Purissima Xiqueta” se debe a una tabla atribuida al discípulo de Juan de Juanes, Nicolás Borras (Cocentaina, 1530-Monasterio de San Jerónimo de Cotalba, 1610) insertada en un relicario profusamente decorado.
La visita a la iglesia de Santa María, a través de un agradable paseo por las calles de un centro histórico que ha sido recientemente peatonalizado. La localidad se enclava en el centro de la Vall del Pop, rodeada de viñas y más allá, de pinos, y cuyo mercadillo de antigüedades, curiosidades y artesanía es ya conocido mucho más allá de su término municipal. Situada, como en muchos otros pueblos de la zona, en donde se inicialmente hallara la mezquita, fue habilitada como iglesia cristiana en las primeras décadas del siglo XVI. Hasta entonces se trataba de un pequeño edificio, pero debió ser ampliada en el siglo XVIII ante el crecimiento exponencial de los habitantes de la próspera localidad. Es a partir de 1800 cuando se inicia la construcción del nuevo templo “… a expensas de la testamentaría de la Exma. Señora D. Josefa Domingo Catala de Valeriola; Luxan e Hijar duquesa de Almodóvar, Grande de España, baronesa de Xalón y Lliber”. Una ambiciosa construcción con cúpula de teja azul, a partir de planos del académico de San Carlos Francisco Pechuán, aunque con lentitud pues entre otros acontecimientos las tropas napoleónicas saquearon la localidad, por dos veces, en 1813.
Una de las iglesias más interesantes de la zona es la Iglesia de San Miguel Arcángel de Murla, dado su carácter exterior fortificado que llama la atención a todo visitante. Realizada en piedra posee una torre circular anexa a la misma. Se trataba, inicialmente, una fortificación islámica que aprovechaba cimientos de otra anterior romana; tras idas y venidas finalmente pasa a manos cristianas, al ser recuperado por Jaime I. Es Jaime II quien dona la fortificación a su hijo el infante Pedro junto a otras propiedades. Una de las historias que se cuentan a cerca de este pétreo fuerte es que el Cid Campeador habría pasado la Pascua del año 1090 junto a la comunidad cristiana que en ese momento lo habitaba.
La iglesia de los santos Cosme y Damián de la localidad con aspecto más mallorquín de la zona, Lliber, tiene también un carácter de aquella isla con la peculiar construcción en piedra dispuesta como en muchas localidades de allí. Muy reformada, es también peculiar su campanario hexagonal que con los contrafuertes y la imagen pétrea le dan cierto carácter de fortaleza. Merece una visita por el idílico, y muy mediterráneo entorno en que se halla.
Acabamos nuestro recorrido en la iglesia de la Puríssima Concepció en la Llosa de Camacho, una pequeña localidad situada entre Pedreguer y Alcalalí, en un pequeño valle. Conocida también porque tal como indica un panel cerámico, por allí mismo pasa el meridiano de Greenwich. Se trata de una modesta construcción de mediados del siglo XVIII cuya sobria portada está realizada en piedra tosca, ¡cómo no!, adintelada, con hornacina despojada de su santo y bolas en los extremos. Allí se veneran un Santo y una Virgen que vincula esta población con un pasado muy valenciano: San Vicente Ferrer y la Virgen de los Desamparados, cuyas imágenes son paseadas por las calles de la localidad en las fiestas de agosto.
Otras iglesias son la iglesia de Alcalalí de la segunda mitad del siglo XVIII aunque sufrió con dureza los avatares de la Guerra Civil, Orba con pinturas de Carlos Ruano Llopis pintor de la localidad y célebre más allá de las tierras valencianas por sus obras y carteles de tema taurino. La encantadora, por su carácter rural, iglesia y convento de Jesús Pobre se levanta en la década de los sesenta del siglo XVII y sin duda lo que más destaca es la llamativa portada barroca en piedra, adintelada y con las jambas en “cadenas”, que contrasta con cierta teatralidad, con la sencillez del resto de la construcción encalada en blanco excepto las esquinas. Una puerta que sigue el estilo renacentista del siglo precedente al de su construcción. En la parte superior se ha instalado un panel cerámico del Pare Pere, un fraile franciscano de la España del siglo XVII.