Más reconocida fuera de España que en su tierra, la banda alicantina fundada por Mireia Porto hace casi diez años prepara la publicación de un nuevo EP
VALÈNCIA. Es curioso lo que ocurre en España con la enorme constelación de subgéneros ascendentes y descendentes del metal. Existe una evidente desproporción entre el escaso interés mediático que se presta a la música de guitarras extrema y el número de seguidores que arrastra esta escena (recordemos que uno de los festivales de nicho más importantes a nivel europeo, el Resurrection Fest, congrega cada año en la población gallega de Viveiro a casi 140.000 personas de 40 países distintos). No solo es una cuestión de volumen -cuántas entrevistas o reseñas adscritas al sludge metal, el doom, el black metal o el stoner rock aparecen en medios generalistas o en las principales cabeceras musicales-, sino también de prestigio. Los medios musicales internacionales más exquisitos siempre tienen en cuenta lo que se está cociendo en este tipo de géneros, que no solo se prestan a la potencia sonora y a la catarsis, sino a veces también son un caladero de sofisticación y sonidos experimentales. Porque escuchar un directo de OM o de Earth tienen algo más de experiencia trascendental que de concierto común y corriente. Porque el “power ambient / drone doom” de SUNN O))) tiene más lazos con la música clásica contemporánea que con el rock, y por eso sus colaboraciones son con Merzbow, Ulver o Scott Walker, no con Dave Grohl.
Tampoco casa esa desatención de la que hablamos con el número de bandas veteranas y emergentes que pueblan la escena nacional, y que en algunos casos han tenido un notable eco fuera de nuestras fronteras. Pensemos, por ejemplo, en los madrileños Moho, disueltos hace ya años, o en los sevillanos Orthodox, que sí que continúan en activo.
Mireia Porto, cantante y principal compositora de la banda Rosy Finch, sabe muy bien lo que significa consagrarse a estilos muy underground y poco mediáticos, con el “agravante” de ser mujer y fundar un grupo desde una ciudad tan periférica desde el punto de vista de la industria como Alicante.
Metida entre guitarras, bajos, micrófonos y pedales desde la adolescencia, Mireia cuenta con una experiencia muy amplia en grupos de rock alternativo, metal y doom como Applejack, Milton y Hela. En 2013 fundó Rosy Finch con antiguos compañeros de Milton; desde entonces, la banda ha sufrido varios cambios de componentes, siempre con Mireia al frente. El objetivo era transitar de los sonidos post rock y noise de los noventa hacia territorios más duros. De ahí salió Wolves Waiting, un EP publicado por Aneurisma Records. Le siguió en 2015 un primer largo, Witchboro. El sello canadiense Deathbound Records coeditó el CD junto a Discos Macarras (España), mientras que la edición del vinilo se encargó el sello holandés Lay Bare Recording. El hecho de distribuirse desde los Países Bajos les introdujo en la escena underground centroeuropea antes de ser apenas conocidos en España.
“Empezaron a salir muchas reseñas en medios especializados internacionales, e incluso se nos metió en los Doom Charts, que son como Los 40 principales del doom”, comenta entre risas Mireia. “Es curioso porque hemos tocado en países como Suecia, Alemania, Portugal y Holanda, pero en España siempre hemos estado un poco marginados. Supongo que por vivir en Alicante. Aquí hay escena musical, pero mucho más enfocada al garage o al punk que a nuestro rollo. Nunca he entendido por qué en una ciudad tan pequeña tiene que estar todo tan dividida por géneros, en lugar de apoyarnos unos a otros asistiendo todos a los conciertos de todos. Si no tocas determinado tipo de estilo, es como si estuvieses fuera. En Alicante, aun tocando con un grupo como Bala, al final solo han venido a vernos diez o quince personas”, comenta Mireia sin drama, y sin perder la sonrisa.
En 2019, tras la grabación del segundo LP, Scarlett, Óscar Soler y Juanjo Ufarte se incorporan a Rosy Finch como bajo y batería. Este álbum conceptual, cuyas canciones hacen referencia al color rojo, supone el viraje de la banda hacia sonidos todavía más duros, pero imposibles de etiquetar. La suya es una mezcla ecléctica de grunge, sludge metal y doom, sobre la que Mireia despliega riffs de guitarra oscuros y pesados y un amplio catálogo de gritos guturales, chillidos, cantos atmosféricos y melodías vocales. “Lo más desafiante, aunque es quizás lo que más me gusta, son los gritos melódicos. Esos gritos largos en los que tienes que llevar la melodía de arriba a abajo o al revés”, explica la artista alicantina, cuyos días transitan entre su trabajo como enfermera en el quirófano y las numerosas horas que dedica a componer, ensayar y gestionar la banda.
“Creo que el hecho de que la gente no sepa muy bien en qué género meternos nos perjudica de alguna manera. Pero yo nunca voy a dejar de tener ese poso noventero. Todos los días cae un disco de Babies in Toyland, y siento mucha vinculación con el movimiento Riot Grrrl, aunque al mismo tiempo me flipen King Woman o Chelsea Wolfe. En general, si me pides influencias te voy a hablar de grupos con mujeres todo el rato”, advierte.
Aunque la gira europea de Scarlett tuvo que cancelarse por la pandemia, el grupo ha tenido oportunidad de presentarlo en directo en plazas interesantes como la pasada edición de Sonic Blast, en Portugal, donde también actuaban grupos venerados y venerables como Pentagram o Electric Wizard. Dentro de unas semanas tienen otra cita en el Desert Fest de Bélgica. “Es obvio que hay muchísimas mujeres en la escena que son buenísimas, pero echo en falta verlas de cabezas de cartel más a menudo. Creo que ya va siendo hora, no solo de estar ahí, sino de llegar arriba, y que nos programen en escenarios grandes y a horas del día que nos den más visibilidad”.
Mireia mantiene muy buena relación con otras bandas nacionales de metal comandadas por mujeres. Entre ellas, las gallegas Bala y las madrileñas Árida y Bones of Minerva. Se cuentan entre sus amigas más cercanas la baterista de Horizon, Paula V. Domínguez, y la cantante y guitarrista Monty Peiró (Sweet Little Sister, Interceptor, The Backseats, etc. etc.), con quien la vimos el año pasado versionar la canción “Love” de Smashing Pumpkins. Peiró también ha colaborado en la producción y el maquillaje del videoclip “Black Lodge”, inspirado estéticamente en Twin Peaks, y en el del video de “Purgatorio”, primer single de Seconda Morte.
“Rosy Finch me parece uno de los grupos con trayectoria más interesantes dentro de un subgénero que, en su caso, es bastante amplio -comenta Monty- Mireia confluyen un montón de estilos que no siempre están unidos. Mireia tiene un poso muy grunge, muy años noventa, y a la vez es muy cercana al doom, al sludge y a un montón de estilos asociados al metal extremo. Sabe aunarlos todos de una manera muy natural que me fascina. Como guitarrista es espectacular, y es una persona que pone muchísimo esfuerzo y empeño en su sonido. Como cantante me gusta mucho, tiene un rollo muy grunge, con influencias de Courtney Love, Babies in Toyland y L7. Pero sobre todo destacaría su vertiente feminista, y lo comprometida y generosa que es con el resto de mujeres. Siempre hablamos de que deberíamos tener una banda; si no lo hacemos es por la distancia entre València y Alicante”.
“En cuanto a la falta de visibilidad de estos géneros -continúa Peiró-, creo que en España hay una gran cultura de metal extremo y hay un montón de grupos con circuitos independientes y autogestionados. No sé por qué no terminan de dar el paso. Supongo que es un estilo demasiado ruidoso para el público general y a la vez no ha habido medios lo bastante valientes para acercarlo al público general. Es como la pescadilla que se come la cola”.
La próxima cita de Rosy Finch en la Comunidad Valenciana será el 28 de octubre en el Pub Terra de Castellón, junto a Bones of Minerva.