VALÈNCIA. Las bicicletas y los nuevos carriles para la circulación de estas, son el asunto estrella de la precampaña municipal. Parece como si fuera una novedad en nuestra ciudad cuando este modo de moverse llegó a las calles antes que el coche. Fue el vehículo a motor el que se hizo paso, aprovechando los viales ya construidos, arrinconando a los peatones y sustituyendo a las dos ruedas y a los coches de caballos. El rediseño de la ciudad en función de los coches empezó a concebirse en los años 20, y hasta los años 50 en una ciudad como Barcelona todavía había más bicicletas que coches, pues no todo el mundo podía permitirse adquirir un vehículo de cuatro ruedas. Haría falta que alguien escribiera una historia de la bicicleta en nuestra ciudad. No es este, sin embargo, el espacio para posicionarme en un asunto que no debería ser tan polémico a la vista de cómo ha ido desarrollándose en otras ciudades del mundo. Además, debo reconocer que no soy parcial aquí puesto que soy usuario de la bicicleta desde mis primeros años de facultad.
No conozco un medio de transporte para llegar con mayor puntualidad a las citas y que me permite salir con la menor antelación posible (lo que me hace ahorrar mucho tiempo), teniendo en cuenta que desde el centro, cualquier punto de la ciudad está como máximo a quince minutos de distancia pedaleando. De otra cosa estoy seguro: si fuera un visitante de perfil “cultural” de València (sí, ese turista que anhelamos frente al de borrachera), y a penas dispusiera de un par de días para conocer esta ciudad, tendría muy claro que me movería sobre el vehículo protagonista de este artículo, teniendo en cuenta que me permitiría no sólo recorrer todas las iglesias, museos y monumentos del centro histórico, sino que con ella podría también visitar lugares más alejados del centro histórico como el Cabanyal, el Monasterio de San Miguel de los Reyes, el centro de arte Bombas Gens o la huerta y los dos parques naturales pegados a la ciudad.
En el arte la bicicleta fue modelo de modernidad y el movimiento futurista obsesionado por el progreso y por tanto que rechazaba cualquier mirada nostálgica al pasado, se fijó en este medio básico de desplazamiento, y que ya tenía un uso deportivo y lúdico, con su irrupción masiva a principios del siglo XX. De hecho existe un buen puñado de obras de arte futuristas que tienen como objeto de admiración estética la aerodinámica del ciclista y la velocidad. Obras de Boccioni (posiblemente el más importante representante del movimiento) como “Dinamismo de un ciclista” (1913) son un ejemplo de ello.
Con introducción de la temática ciclista en las obras de arte a principios del siglo XX se pretendía transmitir una imagen de urbana modernidad y del acceso paulatino de la población urbanita a los nuevos inventos del siglo XX. La bicicleta y sus formas inspiran una estética que combina la modernidad en el estilo de vida de su propuesta al ser un medio de transporte alternativo que reivindica la libertad, y el clasicismo que transmite sinuosidad de unas líneas curvas del que nunca ha podido desprenderse por muy innovador que sea el diseño. En los carteles publicitarios de la época obra de relevantes artistas Art Nouveau, como Alphonse Mucha se elevó la bicicleta a la categoría de bien de lujo tal como se aprecia en sus ilustraciones. Una curiosidad de toda esta publicidad gráfica era que si bien los potenciales clientes compradores de bicicletas eran mayoritariamente varones, sin embargo se empleaba la imagen femenina como modelo de atracción a estos clientes, por lo que la mayoría de los carteles publicitarios tienen como protagonista una atractiva mujer lujosamente vestida. Hay que añadir que mientras que en las dos últimas décadas del siglo XIX hay una enorme cantidad de anuncios y carteles que tienen como protagonista la bicicleta, a partir de 1900 tienden a desaparecer prácticamente desaparecen y la publicidad del momento se centra en los coches.
La bicicleta, o parte de ella, fue incluso objeto de inspiración para una de las primeras, y transgresoras, obras de Marcel Duchamp con su Roue de bicy. Quizás sea la obra de arte contemporáneo más célebre que tiene como protagonista una parte de una bicicleta, tratándose de un object trouve, compuesta por una rueda en su horquilla y estas sobre un taburete. Fue en 1913, cuando el artista francés decidió realizar este montaje invertido colocando la rueda en la parte superior. Al parecer se trata de la obra que abre la serie de obras confeccionadas con elementos de la realidad ya fabricados. Duchamp creo tres versiones de una pieza en distintos años, que además tiene el honor, para muchos, de tratarse de la primera escultura cinética.
La bicicleta ha estado presente en las más diversas corrientes artísticas desde la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días: en España el gran pintor catalán Ramón Casas sabemos que era un ciclista consumado a la vista de sus propias obras como el célebre tándem pintado en 1897 y que colgaba en las paredes del Café dels Quatre Gats o el precioso óleo “El descanso de los ciclistas” (1886). Santiago Rusiñol también pintó al citado Casas junto a su bicicleta en un elegante cuadro. Fuera de nuestras fronteras, a botepronto se me ocurre citar a artistas tan relevantes como Eduard Manet que pinta su particular ciclista, Toulouse Lautrec quien era gran aficionado a la bicicleta realiza varios dibujos entre los que destaca su “Bruant en bicicleta” (1892) y Ferdinand Leger homenajea a “los ciclistas” en uno de sus lienzos. Ya entrado el siglo XX, Salvador Dalí pinta tres obras ”góndola surrealistas sobre bicicletas ardientes” (1936) “coloquio sentimental” (1944) y, anteriormente, “placeres iluminados” (1929) en las que representa un pequeño ejercito de ciclistas. Más moderno es el “Retrato de George Dyer montando una bicicleta” (1966), obra de Francis Bacon.
Dicho esto hay que decir que, sin embargo, todavía cuesta encontrar un estudio importante que recopile e investigue la bicicleta como fuente de inspiración en la pintura, fotografía e ilustración y tampoco existen grandes trabajos que investiguen sobre la evolución de la bicicleta, como vehículo, desde el siglo XIX hasta nuestros días.
La bicicleta fue un popular medio de transporte a principios del siglo XX, incluso más que ahora ya que, aunque se envolvía en publicidad que transmitía una imagen lujosa y hasta glamurosa (idea que transmitían los coloridos e idealizados carteles publicitarios), fue, sin embargo, el medio de transporte por antonomasia de la clase trabajadora y en nuestro ámbito el mayormente usado en la huerta. No había alquería o casa de la huerta con al menos una bicicleta que con el tiempo acabaron arrinconadas en las buhardillas tal como he podido comprobar en muchas ocasiones.
Desde hace unos años la idea romántica de la bicicleta y el papel que tuvo en las primeras décadas de siglo tiene su reivindicación en las denominadas “Classic Ride” que tienen lugar en cada vez más ciudades del mundo, entre ellas València, y que son concentraciones festivas en las que los participantes recorren la ciudad con el atrezzo propio de aquellos años (pantalones bombachos, gorras, gafas, pajaritas y demás complementos) y usando vehículos de dos ruedas antiguos o fieles reproducciones actuales que se asemejan a aquellas pesadas bicicletas de una única marcha, en tonos oscuros, asientos en piel marrón y faros niquelados.