No hay fallas en la calle pero hay HOSTELERÍA. Bienvenidas a esta ruta fallera que pretende sustituir lo insustituible
¿Os acordáis de Hook (El capitán Garfio), la película de aventuras infantiles estrenada en los albores de los años 90? En una de las escenas, los niños perdidos de Nunca Jamás, que tienen la capacidad de comer y beber sin que haya comida ni bebida, inventan el mejor de los banquetes. En la escena aparecen un festín de manjares infantiles. El encuentro, que acaba en batalla campal de comida, tiene la intensidad de una nit del foc: mucho que limpiar al día siguiente y poca recuerdo de lo ocurrido. El film nos sirve como ejercicio para expandir nuestra imaginación y creernos que València está en Fallas, no en estado de alarma.
A falta de churrerías en las calles —cosa que, por el bien del pelo limpio, se agradece— está el chocolate caliente de Federal Café. Si eres caluroso, hay batido de chocolate real —O sea, que no es Choleck, con todos los respetos hacia el Choleck—. De momento no tienen buñuelos, pero tienen french toast con compota de arándanos, ricotta de vainilla y piñones tostados, además de una terraza amplísima estrenada no hace mucho en una calle alejada del mundanal ruido de las no Fallas.
Kassandra y Carmen están detrás de Have Bean Café y además de café de especialidad, tiene un dulce explosivo y fallero, las Bombetas. «Surgieron como un inesperado recuerdo de la infancia. El sabor a buñuelo azucarado y chocolate, a las fallas, a las fiestas. Este dulce se compone de una masa más ligera que la del buñuelo, una capa fina y aireada, dorada y crujiente, rellena de marshmallow derretido para darle el dulzor y el imprescindible chocolate». ¡Peeeeim!
Sacia tus ganas de grasa y alioli con un bocata que contenga los frutos de Requena. Da rienda suelta a tus necesidades cárnicas. Métele patatas fritas. Muchas. Hasta que se desborden del pan y las longanizas y las morcillas queden sepultadas bajo un derrumbamiento de patatas doradas. El pan con patatas es valencianor. ¿Y un huevo frito? No veo porqué no.
Ve con tus amigachos al templo del almuerzo que es el Nuevo Oslo. Os lo podéis llevar a un parque o a los escalones de Abastos, como si fuerais púberes irreverentes. A mitad bocata, finge desmayarte como si tuvieras un coma etílico. No mantengas la farsa mucho, que los hospitales siguen saturados.
La terraza de Atic es otra València, pero es València y tiene una carta de cócteles que hacen que el corazón sea un casal fallero. No podemos negar que somos de l’horta pero también, hijos e hijas de quienes vendieron los campos de naranjas cuando se pagaba en diamantes por ellos y se codearon con la beautiful people de los 80. En un realidad clásica, desde el mirador de Atic se podría otear a los y las chavalas haciendo uso de su libertad y sus petardos en los jardines del antiguo cauce del Turia. Ahora solo hay runners.
El ensanche valenciano es una caricia de burguesía bien entendida, que en Fallas, se viste con blusón y discomóvil a perrerar como en un barrio de currelas. El dembow no entiende de clases. La paella tampoco. No se podrán hacer arroces en el carrer, pero hay restaurantes como Goya Gallery, que sacan su terraza y sus recetas más del terruño para que no dejen de reverenciar a la estrella rutilante de nuestra gastronomía. Si le echas imaginación la vajilla buena se puede convertir en un plato de plástico y la botella de vino, en un cubalitro de calimocho.
Horchatería El Collado casi todo sigue igual. Los churros saben como siempre, el mármol de las mesas está igual de frío y el chocolate permanece ardiente y espeso como el ánimo de la ciudadanía cuando pasa otro viernes noche sin que abra la hostelería. Si el sol sigue saliendo, te lo puedes comer sentada en la plaza, ocupando el espacio que anteriormente era terreno guiri.
Esto solo lo puedes hacer con imaginación. Sorry.