VALÈNCIA. A tres diseñadores, artistas y viceversa, se les convoca en una vieja cochera de un antiguo casón de una entrañable València, en torno a una mesa donde discurren las nuevas ideas. Los tres son Cristina Bonora, LUCE y Diego March. Los tres, como una misiva en su buzón, han recibido en los últimos días una misión entre lo real y lo simulado. Una falla que les cita para trasladarles el siguiente reto: ¿cómo incorporarías el diseño a mi falla? El diseño en el eje, no solo en el llibret; en el tuétano, no solo en el monumento.
Los tres representan una vía donde el diseño y el arte interpelan al espacio urbano. Antes del encuentro están ligeramente preocupados por no invadir con sus criterios elementos que, de tan preestablecidos, podrían parecer intocables. En cambio, ven pertinente plantear interrogantes con los que llevar a la fiesta a reafirmar sus principios invariables.
Antes de recibir al cliente, rebuscan entre ellos mismos.
Cristina Bonora: Yo hacía los deberes en el taller de mis padres, mientras ellos trabajaban en orfebrería fallera. Allí, en la mesa, prestaba atención a muchas personas que venían, escuchaba sus miradas sobre las Fallas. Mis padres han acabado viéndolas desde la precariedad del artesano, desde el abandono continuado de un trabajo de muchos siglos.
LUCE: Nunca he tenido una relación directa. En casa siempre se ha respirado más la queja, lo que trastorna a la ciudad. Siempre me han preguntado por qué no hago una falla y quizá es porque, con el uso de la madera que hago, en las calles podría parecer coherente. Pero me queda lejano, debería preguntarme antes sobre el porqué de las Fallas para entrar en contexto; para tener respuestas antes de atreverme.
Diego March: Era distante hasta que mi abuela se rebeló frente a mi familia y me llevó a ver fallas. Veía pero no entendía. Ahora ha comenzado a interesarme el fenómeno. Particularmente, a todas luces, lo que más me interesa es la reunión. El poder de una simple cena en la calle.
Cristina Bonora: La comunidad. El sentimiento de hermandad entre personas con las que normalmente solo te cruzas. Es una de las pocas oportunidades en las que puede darse algo así.
Diego March: En la comida y la música, además, se disipa la competencia. Es el momento más horizontal. Gente que se reúne.
Cristina Bonora: No hay posibilidad de ver quién tiene la falla más grande; con esa sensación de efecto falo que a veces tiene el monumento.
El encuentro con el cliente. La falla que les ha citado. Qué necesitarán, qué les podremos dar. La visión del diseño en las Fallas —en cualquier ámbito— demasiadas veces parece subsidiaria de cánones indiscutibles y termina restringiéndose a un segmento decorativo. ¿Cómo podría el diseño mejorar el impacto continuado de un ciclo fallero? Se trata, le plantearán a su cliente, de tomar la falla como un mecanismo para hacerse preguntas.
«Quiero preguntarles hasta dónde quieren arriesgar» —anticipa Cristina Bonora.
«A mí me gustaría plantearles si quieren hacer lo mismo, seguir en la misma corriente, o pararse a pensar qué es lo que ellos quieren decir» —insinúa Diego March.
¡Pero LUCE quiere hablar de la carpa! La carpa como manifiesto.
LUCE: Me gustaría explicarles la idea, la posibilidad, de hacer unas carpas plegables; que puedan montarse y desmontarse en una noche. Los grandes problemas tienen que ver habitualmente con la movilidad, con la ocupación de la calle, pero precisamente por eso podría ser buena base para plantearse cambios.
Cristina Bonora: Normalmente todas las personas estamos en cajas, justo en Fallas las cajas se abren. ¿Cómo desde esta falla podemos hablar y ordenar esa transformación?
LUCE: A priori la carpa, vista desde un sistema de producto, no ha evolucionado. Es muy hostil.
Diego March: ¡Es opaca!
LUCE: ¡Plástico!
Diego March: Parece un hospital de campaña.
El debate siempre ha sido cuántos días poner la carpa, pero no cómo debe ser la carpa.
Diego March: La carpa es un poco el indicativo de la dinámica, no ya de las Fallas, sino social, de generar elementos innecesarios, pesados. ¿Qué no pueden solucionar en una calle estrecha unas lonas cogidas de los balcones? Lees los llibrets y todos hablan del pensat i fet, de la improvisación y, en cambio, las Fallas tienden a ser lo menos improvisadas que hay. ¿Por qué no buscamos alternativas que sean recicladas, desmontables, artísticas? Pensat i fet no es llamar al mismo proveedor de los últimos veinticinco años y poner la carpa en el mismo sitio de la misma forma.
Cristina Bonora: ¿Por qué no superar esa sensación de esconderse que transmiten las carpas? Deberíamos pensar más en el balcón a balcón.
Diego March: Si somos abiertos, ¿por qué privatizarse?
Pero ¿y si el cliente os acusa de querer traicionar la tradición?, ¿de intentar ser lo que no son?
Cristina Bonora: El porcentaje de experimentación es muy bajo. Explorar ese camino aumentaría la diversidad.
Diego March: Tradición es trampa, ¿dónde empieza la tradición? Estamos tan lejos de lo que era tradición en las Fallas. ¿Es tradición o es pereza por no buscar recursos nuevos?
LUCE: ¿Qué precede a esto que en la actualidad llamamos tradición?
Cristina Bonora: No es imputable a las Fallas; esa pereza ante el cambio es algo constante en toda la sociedad, las Fallas son la réplica, pero…
Diego March: Pensemos en un elemento tan habitual como el llibret. Decía Fuster que «la literatura se acaba colando en cualquier sitio y se finge siempre necesaria». Qué necesidad de hacer sesenta páginas grapadas. ¿Se puede hacer de otra manera?
Cristina Bonora: Si tiene que quedar constancia de lo que ha pasado este año, sea física o sea web, está bien, muy bien, pero pensemos en la manera: en una bandera, una canción…
LUCE: ¿Un pañuelo que recoja contenido del llibret?
Diego March: Imaginaos el llibret dispensado desde el 1 de marzo como audio de WhatsApp cada día. Una falla con la desmemoria como temática, y cada día un minuto que explica una historia. ¡Como si faltaran medios en esta sociedad para contar las cosas!
¿Y si la falla nos plantea diseñar nuevas relaciones con sus vecinos?
Diego March: Propongamos una falla dirigida a los vecinos no falleros; pidamos que nos ayuden a convencernos de qué falla harían ellos, cómo les gustaría que fuera.
LUCE: En lugar de que, simplemente, su participación sea a partir del aislamiento, incluirlos a partir de una primera escucha.
Cristina Bonora: Y eso se relaciona con el propio monumento, qué nivel de protagonismo debe tener. A mí me gustan más las fallas que arropan, no tanto las que son para la admiración. Aunque quizá quieran que su monumento sea el centro de la escena. Pero planteémoslo.
Puede que decidan mantenerse tal y como están porque el método funciona.
LUCE: Creo que debemos comprender si realmente no quieren cambiar. Me salta mucha contra porque, quizá, no hay que generar mucho tambaleo y ese instante preestablecido que son las Fallas es ideal tal y como está.
Cristina Bonora: Me lo planteo como una relación diseñador-cliente. Si nos piden mantener las mismas pautas que siempre, pues quizá habrá que adaptarse a esas pautas.
LUCE: Quizá plantearles las dudas puede ser positivo para reafirmarse en lo que ya hacen. La carpa podría ser desplegable, pero nos gusta más como está ahora. Pues claro, pero pregúntatelo.
Diego March: La reafirmación en la falla es muy interesante porque cada año hay que hacerla de nuevo. Se trataría de poner a prueba si lo que se hace es lo que conviene.
LUCE: Pero, sobre todo, recomendemos que los valores de las Fallas permitan seguir funcionando en base a los recursos que existen. Eso comienza por acotar cosas como las calles repletas de luces a cascoporro. Cambiemos esas relaciones a partir de los objetos de los que disponemos, con el mundo en el que se vive. Estamos modificando el iluminado de todas las calles para gastar menos, entonces ¿qué imagen damos si durante unos días es todo lo contrario? Y con nuestro propio cuerpo, nos ponemos hasta el culo de todo… y vuelta a empezar.
Cristina Bonora: Las Fallas como reflejo de lo que somos ahora mismo y de lo que podríamos ser.
¿Qué mensaje debería transmitir una falla a partir de la inclusión del diseño en su día a día?
Cristina Bonora: Poder ser una falla más consciente.
Diego March: Con la capacidad de nacer cada año autoconvenciéndose de sus propias necesidades, desde cero.
LUCE: Una falla más consecuente.
Si el horizonte que pivota en torno a la Capitalidad del Diseño aspira a tener una ciudad más impregnada de procesos de mejora, las Fallas deben estar entre los focos capitales bajo una máxima elemental: diseñar la tradición más allá de la inercia.