Keith Maitland recurre a técnicas de animación sobre fotografías e imágenes reales para reconstruir el tiroteo más grave que ocurrió en Estados Unidos en los 60. Un ex marine asesinó a 15 personas disparando desde una torre. La masacre fue una conmoción en aquella sociedad, pero el tabú llega hasta día de hoy. Los testigos que ha reunido en su reportaje llevaban cincuenta años sin hablar de lo que pasó
VALÈNCIA. El verano pasado se cumplió el 50 aniversario del tiroteo en la Universidad de Texas, en Austin. Un documental quiso recordar aquellos hechos. Contó con la participación de algunos de los testigos, víctimas y protagonistas, pero su aportación más relevante fue que reconstruyó los hechos con animación por ordenador, aunque los dibujos recreados por ordenador están diseñados a partir de imágenes reales. Vídeos del momento acompañan el relato para darle contexto y realismo para que no nos olvidemos tampoco de que aquellos sucedió de verdad.
Porque nunca había ocurrido nada semejante. Charles Whitman, un ex marine, reunió todo el armamento que pudo, se subió a la torre de la Universidad y desde ahí disparó a todo el que pudo. Asesinó a 3 personas para llegar a lo alto de la torre y a 12 desde el mirador. En La Chaqueta Metálica, de Stanley Kubrick, el célebre sargento Hartman le puso como ejemplo de la puntería que se puede obtener en los marines.
Este suceso marcó un hito en Estados Unidos, no fue la primera masacre de civiles a manos de un asesino enajenado, pero se la considera. Sin duda fue la más impactante, pero hay sucesos similares registrados desde muchos años antes. Como la Masacre del campo de prisioneros de Salina, en Utah, en 1945, cuando un soldado americano se cargó a nueve prisioneros alemanes e hirió a veinte. O en 1949, cuando un veterano de la II Guerra Mundial se llevó a 13 personas por delante en New Jersey porque decía que le trataban como si estuviera loco. Y en 1965, un crío de 16 años disparó a los coches de una autopista en California, matando a cuatro personas e hiriendo a diez.
Este tipo de sucesos, de hecho, no ha hecho más que aumentar con los años su frecuencia y número de víctimas. En esta década, en dos ocasiones se han superado los 80 muertos anuales en tiroteos.
En la reconstrucción de los hechos en la torre de la Universidad de Texas, en un principio, el autor se centra el Claire Wilson, una chica embarazada que caminaba con su novio. Whitman les alcanzó a los dos. Ella, que sobrevivió, aunque a punto estuvo de morir tras una larga agonía, cuenta que en un principio sintió como si se hubiera tropezado con algo. Cuando a su lado cayó su novio muerto supo que era algo más grave.
Mientras se desangraba, llegó a tener delirios. Pensaba que le habían disparado alienígenas con un arma que la estaba disolviendo. Hacía 38 grados, estaba tirada en mitad del cemento y perdía litros de sangre. Ahora, cincuenta años después, explica que perdona al asesino, aunque no deja de soñar con que recupera a su bebé, al que perdió en el acto con el disparo. La frialdad con la que el autor, Keith Maitland, ha reflejado a esta mujer narrando la muerte de su hijo en su vientre es realmente estremecedora.
A continuación aparece John Fox, un estudiante que se jugó la vida para rescatar a la agonizante Claire de la zona expuesta a los disparos del francotirador. Otro héroe involuntario fue Allen Crump, un vendedor que se hizo con una escopeta y ayudó a los dos policías que consiguieron llegar hasta lo alto de la torre y dispararon al asesino.
Tower, como se ha dicho, es ante todo frío. La recreación de la estúpida matanza es meticulosa y no esconde los momentos incómodos. Angustia y llega hasta a desagradar, porque no se trata de una película, es la reconstrucción de hechos reales y eso genera una tensión, no un suspense, que es angustioso.
Pese a todo, lo que más asombrado deja es el final. El speech que se marcó Walter Cronkite en las noticias de la CBS. Echó, como se dice popularmente, las culpas al maestro armero. Es decir, a la sociedad. Un recurso bastante habitual cuando ocurre algo insoportable.
Su opinión aparece completa: "El horror de los enfermos con los que convivimos debe buscarse en el horror de la hipercivilización. Un consentimiento extraño a la violencia, una falta de respeto a la vida fomentada en parte por los gobiernos que, en la búsqueda de la doctrina de la defensa propia, les enseñan a los jóvenes a asesinar y a mutilar. Una sociedad en la cual las historietas más populares de los periódicos, los programas de televisión y las películas crean nuevas maneras de perpetrar el daño corporal. Un pueblo que calla mientras su civilización se derrumba por la fuerza de la filosofía cavernícola: La ley del más fuerte. Parece que los crímenes de Charles Joseph Whitman... fueron los crímenes de la sociedad".
En el documental, alguien habla de que ya es hora de poner un monumento en la universidad a las víctimas de aquello, todavía no hay nada. El director, en las entrevistas que ha dado este año en la presentación de su trabajo explicó que una de las circunstancias que le motivaron para rodar la película fue que el suceso seguía siendo un tabú en la universidad.
Ya en su día nadie habló de ello, tal y como refleja su reportaje. La gente siguió con sus vidas y no se tuvo el valor de reparar en qué había sucedido. Pero el miedo a analizarlo o enfrentarse a que algo así podía suceder en una sociedad pacífica y libre llegó hasta nuestros días.
El director, cuando entró en la facultad, se fue a una visita guiada por la Universidad de Texas para unos estudiantes y se encontró con que la matanza no se mencionaba. Le preguntó al guía y le contestó: "Ya sabes, se supone que no hablamos de eso". Creció entre aquellos muros con ese sinsentido, con una amnesia sobre algo tan brutal.
La prueba es que muchos de los testigos que desfilan por el documental llevaban cincuenta años sin hablar de lo que ocurrió. Quizá por eso se trata de un trabajo tan aséptico y respetuoso. No admite sensacionalismo ninguno, pero tampoco hay una gota de sentimentalismo en la reconstrucción de lo ocurrido, por lo que merece mucho la pena verlo. Al menos, más que la antigua TV Movie basada en hechos reales con Kurt Russell de protagonista.