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¿Y TÚ QUÉ MIRAS?

Trump, Musk y sus imágenes del mal

24/01/2025 - 

VALÈNCIA. Esta sección se llama “¿Y tú qué miras?”, así que hoy, más que otras veces, les voy a invitar a mirar con atención. Fijémonos bien en las fotos. La primera es el nuevo retrato presidencial de Donald Trump, difundido oficialmente por la Casa Blanca para el mandato actual. La segunda es el retrato oficial de la primera legislatura. No hace falta explayarse mucho en las diferencias, más que evidentes: sonrisa y gesto afable en 2017 frente a la seriedad y el gesto torvo en la actual, luz clara versus iluminación con sombras, fondo nítido y colorido frente a un fondo borroso y apagado, además de un encuadre más cerrado en la nueva foto. En la actual, brilla más la bandera del pin de la solapa que la que tiene detrás, como si el brillo se lo diera el portador y no lo llevara en sí misma la enseña. Ciertamente, la nueva imagen oficial no engaña, puesto que sugiere todo lo que Trump promete, que es, básicamente, el triunfo del malismo (si se habla de buenismo, no veo por qué no usar su contrario): dureza, intransigencia, severidad, dolor. 

De una foto a otra han pasado muchas cosas en el mundo, principalmente, la extensión y normalización de los discursos de exclusión de la ultraderecha, el fomento del pensamiento irracional y anticientífico, el triunfo de partidos y gobiernos autoritarios y filo (o sin filo) fascistas y de personas despreciables que solo promueven la ignorancia, la mentira y el odio. Y ese estado de cosas es lo que permite que Trump y su equipo elijan una foto oficial propia de un malvado de película de acción. Una foto inspirada en la de la ficha policial que en agosto de 2023 le tomaron en la cárcel del condado de Fulton en Atlanta (Georgia) y que, qué cosas tiene el malismo, fue alabada por sus crecientes seguidores y se convirtió en un emblema del personaje. Como signo de los tiempos es terrorífico. 

En el acto de la toma de posesión, la imagen de Melania Trump hacía match perfecto con la de su marido. La iluminación dramática de la foto de Trump y su mirada aviesa riman aquí con la sombra que cae sobre los ojos de Melania a causa del sombrero, escamoteando su mirada. Es un recurso típico a la hora de representar a los villanos en las obras audiovisuales o el cómic: quien esconde la mirada no es de fiar. El sombrero en cuestión no solo impidió el beso del presidente, esa extraña escena, también ayudaba a ofrecer una imagen de dureza e inflexibilidad de la primera dama, vestida con un severo abrigo azul oscuro recto, como de viuda de la mafia o de clérigo. Ningún detalle amable o luminoso animaba la acción, ninguna alegría.

Foto: SHAWN THEW / Zuma Press / ContactoPhoto/ EP

Y es que no hay manera de quitarse de encima esta desconcertante sensación de estar gobernados por villanos de Marvel o de James Bond. Qué son, si no, Trump y su colega Elon Musk. Multimillonarios que quieren dominar la Tierra y el espacio, políticos delincuentes sin escrúpulos que mienten, engañan, se saltan las leyes y exigen territorios que no son suyos. El cine ya nos ha preparado para ello. En las últimas películas de James Bond, y no solo en ellas, los malvados son magnates tecnológicos que quieren dominar la Tierra y que ahora nos parecen menos de ficción que antes. La sensación de irrealidad que a veces tenemos ante el relato que despliega el poder, y me atrevo a utilizar el plural porque sé que no estoy sola en esto, ha de convivir con la certeza terrible de que esto es real y el mal está ganando la partida. 

Como muestra, otra foto, la de Musk haciendo el saludo nazi. Sí, es el saludo nazi y no hay equívoco posible: no es ese supuesto saludo romano que algunos invocan, no le ha salido por casualidad, no está pidiendo un taxi. Y lo hizo dos veces. Si en Alemania, ¡en Alemania!, está a punto de ganar elecciones un partido nazi, no veo porque el hombre más rico de la tierra no puedo mostrarse sin tapujos como el indeseable que es. A ver quién le tose. La foto de Musk nos pilla desprevenidos por la falta de pudor. Todavía mucha gente piensa que esas cosas no se hacen públicas, que quedan mal. Grave error. Trump puede exhibir su foto de presidente como si fuera el delincuente más buscado a cualquier lado del Mississippi y Musk puede presumir de un gesto que, en otro momento, le hubiera valido el desprecio de propios y extraños. Está de moda ser malo y garantiza votos, apoyo y admiración. 

Foto: Europa Press / Contacto / K.C. Alfred

La mezcla de realidad y ficción no es nueva, aunque sí que es cada vez mayor. Y más si nos colocamos ante una puesta en escena, la del poder político y económico, en el país que ha dado Hollywood al mundo. Ya sabemos que no les falta sentido del espectáculo. No hace mucho apareció una imagen, aunque de un sentido distinto al que estamos hablando, digna de ser analizada. Se trata de la detención de Luigi Mangione, el joven de 26 años que mató a Brian Thompson, director ejecutivo de la aseguradora United Healthcare. El asesinato despertó no pocas simpatías, teniendo en cuenta que las prácticas de estas compañías cuestan muchas vidas y dolor en un país que no garantiza la cobertura de la sanidad. 

Foto: Europa Press / Contacto / Gardiner Anderson

La difusión de la imagen por parte de las autoridades pretendía mostrar la eficacia de las fuerzas de la ley y el orden, pero les salió el tiro por la culata, porque no hizo más que favorecer la simpatía que despertaba el asesino. Es una imagen que hemos visto mil veces en películas y series, la del preso vestido de naranja rodeado de policías armados. Pero en este relato concreto, el preso no era percibido como un malvado por gran parte de la opinión pública, sino como un justiciero. Mangione no era un serial killer, era un ciudadano muy enfadado y harto de la injusticia del sistema. Las comparaciones con otras imágenes de la cultura popular, o no, aparecieron inmediatamente: representaciones renacentistas y barrocas de Jesús apresado, o esta con Superman en El hombre de acero (Man of steele, Zack Snyder, 2013). La ficción siempre enredando. 

El día de la investidura dio para otro momento de esos que parecen ficción, pero no son, y que nos recuerdan a algo visto en el cine o las series. En la misa, la pastora Mariann Edgar Budde, obispa de la iglesia episcopal en Washington, le pidió a Trump en su homilía que mostrara compasión y solidaridad con el colectivo LGTBIQ+, migrantes y personas trans, recordándole la Biblia y el mensaje de amor del cristianismo. En la cabeza de cualquier aficionado a las series en ese momento hizo clic una recordadísima y maravillosa escena de El ala Oeste de la Casa Blanca (The West Wing, Aaron Sorkin, 1999-2006), en la que, el revés de lo sucedido el otro día, el presidente de ficción Bartlett (básicamente, la cara opuesta de Trump) humilla en sus propios términos a una líder fanática ultrarreligiosa que utiliza la Biblia para promover el odio hacia esos colectivos. La escena, y la serie, son ficciones confortadoras, de esas que permiten ajustar cuentas con el mundo y pensar que es posible que la maldad no siempre gane. Desgraciadamente, por lo que vivimos estos días, ese pensamiento está bastante lejos de la realidad. Y las imágenes, esta vez, no mienten. 

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