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premio julio gonzález 2024

Un hogar para Simone Fattal

El IVAM explora la idea de narración en Suspensión de la incredulidad, la primera exposición en España de la artista

8/12/2024 - 

VALÈNCIA. Aunque la historia de Simone Fattal comienza en Damasco, donde nació en 1942, su trayectoria es la suma de los miles de kilómetros que ha recorrido en su vida, un viaje físico e intelectual que la ha llevado de Oriente Próximo a Estados Unidos y, finalmente, a París, donde reside actualmente, espacios que compartió con quien fuera su pareja y aliada, la poeta Etel Adnan, fallecida en 2021. “No me creo a la gente que dice: ‘Soy de un país, esta es mi identidad’. Yo soy muchas cosas”, reflexionaba recientemente en una entrevista concedida a El País. Es por este espíritu híbrido, por esta historia que es la suma de muchos relatos y culturas, que resulta tan interesante reflexionar sobre la idea de hogar a partir de una artista que es de tantos lugares como ha habitado.

Este es el marco de fondo, o uno de ellos, de Suspensión de la incredulidad, la primera exposición de Simone Fattal en España y la más grande que ha protagonizado hasta la fecha, un proyecto que llega al Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) como antesala de la entrega del Premio Julio González 2024. La muestra, que inaugurará la próxima semana la propia artista, toma forma en estos días en un proceso de montaje que está transformando la piel del museo valenciano hasta convertir sus salas en una suerte de casa, un espacio que tan solo pide una cosa al espectador que la visite: póngase cómodo y siéntese. 

“Queremos invitar a la gente a usar el museo de una forma diferente, inspirándonos en esta idea de lo doméstico, con un mobiliario en el que el visitante sienta esa comodidad que te permite pensar desde otros lugares [...] Hemos tratado de crear una serie de escenas que se conecten con esa idea de cotidianidad, que puedan tocar al espectador desde un lugar menos intelectual, más carnal, que es lo que Simone pretende”, explica Rafael Barber, quien se ha encargado del comisariado de la exposición junto a la exdirectora del museo, Nuria Enguita

Estos elementos domésticos pasan por el gotelé, las alfombras o una serie de divanes, elementos mediante los que buscan invitar al visitante a observar desde otro punto de vista las obras de Fattal. Este recorrido comienza con una serie de publicaciones que corresponden a su etapa como editora en The Post-Apollo Press, sello que fundó en California, para después sumergirse de lleno en una amplia selección de esculturas -parte central de la muestra- que revelan esa mirada multicultural y nómada. Finalmente, un bosque de dibujos de tinta cierra una visita en la que es importante cómo se cuenta y, también, cómo se escucha. 

Rafael Barber, comisario de la muestra. Foto: MIGUEL LORENZO.

“El hecho de contar historias ha sido históricamente un acto que se realiza sentado -reflexiona el diseñador iraní Sina Sohrab- En este contexto, la exposición funciona como un collage de tipologías referenciales, en el que cada elemento se toma prestado de un método para transmitir historias personales, familiares y comunitarias”. Efectivamente, estas maneras de sentarse y conversar van cambiando según avanza el recorrido, un camino que pasa por la experiencia comunitaria con una referencia al triclinio; la familiar, desde una plataforma elevada, y, finalmente, una mirada a la experiencia individual a través del diván. 

“Los materiales de la exposición unifican y contextualizan aún más estos temas. El gotelé se utiliza para los asientos y le da a la exposición una acogedora domesticidad, mientras que las alfombras brindan una modesta sensación de comodidad. Estas alfombras evocan la casa de la infancia de Fattal, donde los muebles a menudo estaban cubiertos con alfombras, y hacen referencia al tapiz como una de las formas más antiguas de contar historias”, explica Sohrab.

Esta disposición ahonda en la reflexión sobre la narrativa, la memoria y la identidad, una reflexión que parte de las referencias mitológicas, abarcando desde el antiguo Egipto hasta el misticismo suní, que han marcado la producción escultórica de Simone Fattal. “Toda la obra de Simone Fattal habla sobre la narración, cómo nos contamos como humanidad”, reflexiona Rafael Barber. En ese plural, precisamente, también entran los propios comisarios, pues a partir de sus decenas de esculturas, en su mayoría de pequeño tamaño, se han generado nuevas miradas, uniendo las piezas para generar composiciones que superan la línea cronológica. “Simone dice que lo bueno del arte es que alguien lo coja y lo convierta en otra cosa, le interesa que la gente vea sus propias experiencias”, señala el comisario.

En esta reordenación de su obra ha sido clave esa mirada externa, lo que no implica que la artista no haya seguido el montaje, una revisión en la que han aflorado nuevas interpretaciones. "Viendo cómo trabaja [Simone Fattal] entiendes el camino que te da, aunque no vayas de la mano. Es una artista con una mente muy abierta. Trabajar con un artista de 84 años no es como trabajar con un artista de 25, lo tiene todo muy claro, tiene más confianza y no tanta preocupación por cómo se va a ver su obra, porque su obra ya existe, ya tiene una entidad, una solidez en sí misma. No tiene nada que demostrar", relata Barber. 

El propio "poder" de los objetos es el que ha ayudado a ir configurando las distintas composiciones que se presentan en Suspensión de la incredulidad, un montaje que habla de historia, de cruce de culturas, como es la propia València, y, por supuesto, del "inevitable" componente político, aunque siempre "de la mano del concepto de lo poético". Para desvelar todas estas historias, sin embargo, todavía hay que esperar algunos días, no muchos. Por lo pronto, vayan cogiendo asiento. 

Foto: MIGUEL LORENZO.

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