VALENCIA. La televisión se instaló en los hogares españoles, Franco murió y eclosionó el destape. Fruto de esta conjunción, languideció la revista. El advenimiento de la democracia, en suma, acabó con el género que hizo más llevaderas las penurias económicas y los corsés sociales de la dictadura y la posguerra. Y aunque los espectáculos de variedades se han seguido programando en nuestro país, ya no lo han hecho con el presupuesto, el predicamento y en las plazas donde vivieron su edad dorada. ¿Público desagradecido? No, el signo de los tiempos. Hoy día, desde la nostalgia y en el fervor por lo vintage, la revista vive un remember. Valencia, en concreto, tiene programados estos días dos montajes, La Celia, hasta el 13 de marzo en el Teatro Olympia, en tributo a la diva de la primera mitad del siglo XX, Celia Gámez, y Chao Chochín, repuesta entre el 10 y el 13 de marzo en el Teatro Principal, y que toma como referencia el teatro ambulante de Manolita Chen. Según la definición de la RAE, la revista es un “espectáculo teatral de variedades, en el que alternan números dialogados y musicales de carácter festivo”. En sus orígenes, sin embargo no fue así, durante el primero tercio del siglo XIX y hasta en torno a 1910, proliferaron las alusiones políticas y sociales, pero con el tiempo, el público se decantó por las propuestas de evasión, y la revista musical española derivó sus contenidos hacia la comicidad y el erotismo.
Chao Chochín alude, precisamente, a ese carácter lúdico festivo de la propuesta. La directora de Las Reinas Magas, María José Peris, ha querido rememorar el ambiente en el que sus padres se conocieron. Habituales de las noches de varietés, la pareja acudía a los espectáculos de revista “a pasar un buen rato con el tenor cómico y con la vedette. No iban a calentarse la cabeza”. El montaje de las valencianas nace de la diversión, pero también de la rabia. Su directora se sirve de Chao Chochín para subrayar la crisis profunda de la profesión teatral. “Nuestra obra no está tan centrada en personalidades, como en el conjunto de la compañía de revista. Tenemos como referente lo paupérrimo, lo escaso; la imaginación y la ingenuidad de trabajar con poco dinero y de explotar al máximo todos los elementos de que disponía la compañía. Nos llaman más la atención las vedettes del teatro pobre que las grandes figuras”, aclara Peris.
La directora no ha realizado un trabajo de investigación del periodo, sino que ha optado por trabajar la intuición, la sorpresa, la ingenuidad y el uso insinuante y juguetón de las cortinas, “porque el mundo de las varietés es lo que se esconde detrás”. De hecho, el telón con el que trabajan pertenecía al Teatro Ruzafa y atesora un siglo de aplausos. Con el uso de esta pieza restaurada, Las Reinas Magas le hacen un pequeño homenaje al periodista Paco Alonso, cuya infancia, como hijo de la artista de variedades Chiruca Valdés, se envuelve en los pliegues de esa gran cortina. Si bien la obra rememora a iconos de las varietés en Valencia, como la madre de Paco a la Naranja, Rosita Amores y Clara Esmeralda, Peris se ha empleado en favorecer la sensualidad y la imagen de la mujer en la propuesta, dando acogida a un femenino universal.
Según apunta en su tesis doctoral de 2009 Historia del teatro olvidado: la revista (1864-2009) el granadino Juan José Montijano, la incorporación de mujeres a la revista se remonta a 1866, con la puesta en escena de El joven Telémaco, donde aparecerían las denominadas suripantas para acompañar un número musical. A partir de entonces, el cuerpo de bailarinas, conocidas como vicetiples o chicas de conjunto, serán inherentes a cualquier espectáculo del género. “Posteriormente y, nuevamente gracias a la influencia europea, la revista contaría con una estrella principal, la vedette, que atraería, sin lugar a dudas a una masculina concurrencia. Ello sucedería a partir de 1910 y con la obra de Perrín y Palacios, La corte de Faraón”.
La revista se convirtió en un fenómeno popular que bebía de varias fuentes. En este híbrido convivían la tonadilla, el music hall, el musical de Broadway, el cabaret, la zarzuela, el sainete, el vodevil y la opereta. “Por un lado, la vedette siempre representa una mujer despampanante cuyo cuerpo emana sensualidad y constituye el vehículo por medio del cual el cómico actúa motivado por sus instintos de especie y, por el otro, suele erigirse como objetivo central de todo el espectáculo en sus distintos estados sociales: casada, soltera y viuda, pero siempre enarbolada como objeto erótico y reclamo para el hombre. Esta “cosificación” de la mujer permite al libretista ensartar en el argumento toda una basta pléyade de chistes y juegos de doble sentido que hacen las delicias de la masculina concurrencia al espectáculo”.
Sus reinas eran Celia Gámez, María de los Ángeles Santana, Maruja Boldoba, Virginia de Matos, Maruja Tomás y Queta Claver, y sus palacios, el Eslava, Fuencarral, La Latina, Calderón, Pavón, Romea, Alcázar y Maravillas, en Madrid, y Apolo, Español o Victoria, en Barcelona.
“Celia era un monstruo en el buen sentido, una adelantada, una precursora. No entiendo cómo puede estar tan olvidada. Cuando me enteré de que cantó Copacabana tocada con un turbante lleno de flores y frutas, exclamé: “Como Carmen Miranda”, pero me aclararon que fue a la inversa. Primero fue Celia Gámez”. Quien habla así de entusiasmada de la cantante de tangos argentina que con 21 años revolucionó la escena teatral española es otra mujer oriunda del país andino, Ivanna Rossi, la protagonista del musical La Celia. El homenaje a Gámezestá nominada a los próximos Max al mejor espectáculo musical, y es un recorrido por la vida y los éxitos musicales de la reina indiscutida del teatro, la revista y la zarzuela. En total, se repasan 14 hitos de la música popular española, Los Nardos, El Gulu Gulu y El beso, entre otros.
Nuestra Señora de los Buenos Muslos tuvo como discípulas a Sara Montiel, Olga Guillot, Concha Velasco y Esperanza Roy. De las dos últimas, Velasco invitó a Ivanna Rossi a Cine de Barrio, y Roy compartió confidencias sobre Celia en el camerino. Pero lo que más ilusión le ha hecho a la sosias de la gran estrella del siglo pasado ha sido conocer a vicetiples de ochenta y pico años que la han esperado en la puerta tras la función para agradecerle el homenaje y compartir anécdotas de sus tiempos como parte del cuerpo de baile de Celia Gámez. Juntas rememoraron esas empinadas escalinatas por las que descendía la súper vedette entre el fulgor de sus brillos, el engalane de sus plumas, frutas y lentejuelas, y el cortejo de sus boys, un grupo de chicos atractivos seleccionados por la argentina para engrosar el espectáculo.
La revista tuvo dos épocas doradas, entre 1940 y 1949, y entre 1950 y 1959. Y
en ambas refulgía Celia Gámez. En la década de los sesenta, empezó la debacle de la revista. Montijano apunta como causas “el cambio en los gustos del público, saturado de tanto espe
Como consecuencia, los rasgos que caracterizaban a la revista van a ir desapareciendo, siendo sustituidos por “chabacanería”. Se opta por los refritos, las antologías y lo que ahora llamamos remakes, los libretos dejan de tener la originalidad y la picardía de antaño y los números musicales carecen de pegada para pasar a la posteridad. En los setenta, la cosa fue a peor. Con el destape, la sugerencia se sustituyó por la evidencia, el flirteo por el desnudo sin tapujos. “La revista, nuestra genuina comedia musical española ya no interesa. Y no lo hace porque su montaje resultaría extraordinariamente costoso para el avezado empresario que tuviera la fortuna para pagar; porque no hay vedettes buenas ni cómicos mejores que le den la réplica, porque tampoco hay libretistas que salpimenten sus obras con la gracia y chistes de antaño, porque no hay buenos maestros compositores, porque ahora la insinuación teatral no existe sin la provocación, el desnudo integral y la procacidad y sobre, y, muy especialmente, porque ahora comienzan a predominar, por importación extranjera, grandes musicales al estilo de los que se estrenan en los mejores teatros de Londres o Nueva York”, resume Juan José Montijano. Según apunta el investigador granadino, el pionero en sacar a las vedettes y vicetiples a pecho descubierto fue Tony Leblanc, y le siguieron actores como Andrés Pajares y Fernando Esteso.
“En una buena revista, la principal y el elenco han de saber cantar, bailar y actuar, pero con los años las variedades se fueron ensuciando y lo importante era que las mujeres tuvieran un buen culo y unas buenas tetas. Si no cantaban, daba igual, playback y ya está –lamenta Ivanna Rossi-. La comedia musical empezó a lograr importancia porque iba con artistas completísimos y poco a poco le fue ganando terreno a la revista”.
Rafa Doctor y Juan Sánchez han repasado las cumbres y los valles más hondos de la revista española en su libro Varietés, publicado el año pasado por La Fábrica. El volumen compila 244 fotografías en blanco y negro desde los años treinta hasta los ochenta del pasado siglo. “Queríamos trabajar con este tipo de estética denostada por la historia de la fotografía, que no tiene intención tanto artística como de dar servicio a los clientes que se servían de estas instantáneas para promoción de su propio trabajo”, destaca Doctor. En su recorrido por el trabajo de los estudios de fotografía se puede observar la evolución de la revista. Por las páginas de la publicación desfilan desde la apoteosis del género hasta los excesos de carne y barroquismo de sus últimos coletazos.
“Estos espectáculos son lugares de ocio y fuga de una sociedad muy reprimida. Tenían un papel muy importante durante la dictadura, porque eran los lugares más al límite de las normas de la sociedad, donde acceder a connotaciones eróticas prohibidas. En los setenta se relajan las costumbres y se sube la falda. Es la etapa de oro del destape. Cuando llega la libertad, los puntos de fuga ya están en todas partes, porque la sociedad vive en libertad. El género encuentra su enemigo en la propia vida”, argumenta el codirector del libro.
Doctor destaca el momento actual de revival como un achaque nostálgico, pero también como una nueva forma de hacer cabaret, con nuevos elementos performáticos. Y cita el caso del actor Jorge Calvo, conocido por sus papeles en series de gran audiencia como Isabel y Amar en tiempos revueltos. El intérprete ha llevado la revista a su terreno del teatro y la performance en El difícil equilibrio, programada en Madrid en la Sala Tú. Como enfatiza el responsable del libro, “lo de ir a la una sala de fiestas a ver un espectáculo nunca va a morir”.
'Cuando el tiempo no tenga ya memoria' se estrena el 17 de noviembre en Navajas y el 18 del mismo mes en Geldo