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'MEMORIAS DE ANTICUARIO'

Valencia a vista de pájaro (y de satélite)

Valencia es una ciudad que gusta ser retratada. Desde el siglo XVI ha sido una de las predilectas de los mejores dibujantes, grabadores y fotógrafos del momento. El éxito de sus vistas provocó una edición importante de estas, lo que hace que hoy en día, afortunadamente podamos adquirir y coleccionarlas a precios asequibles

12/06/2016 - 

VALENCIA. De crío ya me gustaba subir al terrado de la finca, en pleno barrio del Carmen, “a mirar cosas”, y el placer y la curiosidad de observar la ciudad, desde las alturas, todavía me persigue. No me dicen nada los juegos virtuales 2.0, pero Google Earth es para mí el gran juego de los últimos tiempos. Desde que lo descargué por primera vez, hará de eso ya más de una década, no ha parado de sorprenderme. Valencia y sus alrededores, desde la vertical del satélite, es una ciudad interminable.

Por el hecho de visitar muchas casas, por esas cosas que tiene la profesión de uno, accedo a vistas espectaculares. En ocasiones por la disposición de la finca, y por su altura, coinciden en la misma vertical varias de las torres, cúpulas y edificios históricos en poco menos de un palmo, y se toma conciencia de lo monumental del la Valencia de otros tiempos. Por un momento la ciudad parece un tanto irreconocible. En otras ocasiones lo que percibimos es un urbanismo insensible y arrasador con el Skyline (disculpen el anglicismo) que tantos artistas y fotógrafos plasmaron en vistas, grabados y tomas fotográficas. Hace un par de semanas, en una cena ofrecida por un conocido decorador y anticuario, tuve oportunidad de conocer una vista de la ciudad atribuida a Miguel Parra (Valencia, 1780-Madrid, 1846) llena de encanto en la que se puede observar una aglomeración abigarrada de cimborrios, cúpulas torres, puertas, murallas verdaderamente espectacular. Con el tiempo me he dado cuenta que además de una ciudad subterránea, que los arqueólogos nos van descubriendo (la última aparición es una calle de época romana bajo la Seu), existe otra que sucede por encima de los tejados. De la observación atenta de las vistas del XVIII y XIX, se aprecia que la gran mayoría de elementos arquitectónicos importantes todavía permanecen en pie, cosa que no puede decirse de muchas otras ciudades, solo que en el caso de Valencia no se detectan pues permanecen escondidos tras edificios de una escala desproporcionada. Es una ciudad, la de las alturas, todavía poco conocida y se echa de menos un trazado “topográfico” y una catalogación de la ciudad elevada.

No existe una nómina muy extensa de planos y vistas de la ciudad anteriores al siglo XIX, pero entre ellos podemos presumir de dos obras maestras. La primera es la famosa vista de la valencia de 1563 firmada por Anton Van den Wijngerde y que, por encargo de Felipe II, llevó a cabo en diversas ciudades españolas. Desgraciadamente para la contemplación del espectacular dibujo hay que viajar a la Biblioteca Nacional de Viena, dónde se encuentra depositada. La segunda obra maestra es el plano que llevó a cabo el padre Tomás Vicente Tosca (1651-1723), presbítero de la congregación de San Felipe Neri, lo que sería hoy la Iglesia de Santo Tomás. Llama la atención la exactitud y precisión en el detalle a la hora de plasmar las calles, manzanas y casas. Se puede decir que es el primer plano con el que, desplegado, uno podía guiarse por las calles de la ciudad. El padre Tosca fue además de cargo eclesiástico, una figura clave en el ámbito cultural y científico de Valencia, muy vinculado a la Universidad dónde llegó a dar clase. Para quien quiera profundizar en el mundo que representa este extraordinario plano y su autor, coincidiendo con el tercer centenario, se publicó una excelente obra coordinada por el historiador Joan Gavara Prior, y editada por la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento de Valencia, sobre el plano y la figura del religioso e intelectual valenciano. No obstante, para darle más emoción al asunto, recientemente saltó la sorpresa: según los estudios más recientes el plano de Tosca, si bien perfeccionado, está basado en uno anterior obra de Antonio Manceli, del que existe un grabado en una colección privada y que hay que fecharlo en 1608. El hecho de que únicamente haya aparecido un ejemplar invita a pensar que se trata de una prueba de un grabado en plancha que nunca se llegó a editar.

Vista de Valencia desde Burjassot (Laborde)

Casi un siglo después de Tosca, le debemos al escritor, viajero y anticuario, Joseph Alexandre, conde de Laborde (1733-1842) un buen puñado de vistas de rincones de nuestra ciudad y alrededores, recopilados en el primer tomo de su monumental obra “Voyage pittoresque et historique de l´Espagne” y que llevó a cabo entre las postrimerías del siglo XVIII y los albores del XIX. Como corresponde a todo buen romántico, empeñó su fortuna personal para esta enorme empresa, contratando para ello a un conjunto de dibujantes franceses que fueron reproduciendo vistas y monumentos a través de 349 grabados, que podemos encontrar en muchas librerías de antiguo o por internet. Para quien les interese, existen en el mercado grabados de época, de esta colección, para todos los gustos y de numerosas localidades (posiblemente esté su pueblo entre ellos) y los precios asequibles. De aquellos que es protagonista nuestra ciudad para mi tiene especial encanto una vista de la urbe desde las leves elevaciones de Burjassot en la que puede apreciarse incluso la Albufera por detrás de la ciudad. En primer término, en una terraza, varios paisanos conversan… ¿en valenciano?.

Vista de Guesdon, 1854

Las que podemos considerar “últimas vistas históricas” de la ciudad- si no contamos las primeras fotografías- se las debemos a otro francés: Alfred Guesdon y dentro de su obra L'Espagne à vol d'oiseau”,con sus espectaculares imágenes de una Valencia de 1858, que tal como la representa, vive sus últimos días: una ciudad amurallada todavía (el derribo de las murallas se iniciaría diez años después), en la que han surgido intramuros unos nuevos elementos: las chimeneas de fábricas y talleres propias de la revolución industrial. Para captar las sensacionales vistas, en las que magistralmente se dan de la mano una visión idealizada y una objetividad pasmosa, pudo ayudarse del célebre fotógrafo y aeronauta británico Charles Clifford, que subido en un globo aerostático tomaba previamente las imágenes, y a partir de ellas, Guesdon realizaba las litografías. Estas vistas tampoco son difíciles de conseguir en litografías de la época, y su precio también es para todos los bolsillos. Habría vendido mi alma al diablo para subir en ese globo y admirar aquella Valencia, pero no pidamos imposibles, siempre nos quedarán los terrados.

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