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MALOS TIEMPOS PARA EL SECTOR

El cierre de Casa Amores se suma a la lista de restaurantes que han dicho adiós esta temporada

  • Foto: MIGUEL CINTEROS
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El segundo proyecto de restauración de José Gloria nos conquistó desde el principio. Desde aquel día que nos enseñó los planos y dibujó las líneas de lo que meses más tarde se convertiría en Casa Amores, un restaurante con una propuesta diferente y novedosa, que nos acercaba al México más desconocido, al del pescado y los camarones, al de los aguachiles y los charales. Porque el país azteca es mucho más que tacos y guacamole, aunque al público valenciano parece no interesarle. Desde Guía Hedonista siempre creímos en este restaurante, no lo vamos a negar, y lo apoyamos porque nos gustan los cocineros valientes que hacen las cosas bien.

Casa Amores lo tenía todo para triunfar. Una ubicación privilegiada (en el corazón del barrio de Ruzafa), un hermano mayor que hacía de locomotora (La Llorona), un local precioso cuyo interiorismo corrió a cargo de Espacio Ideo y una imagen gráfica muy currada que hizo Estudio Estándar, un precio razonable (25-30 euros), un servicio magnífico con (y esto es muy raro en hostelería) muy poca rotación, y lo más importante, una cocina que era una maravilla. ¿Qué ha pasado? Pues lo de siempre. Demasiadas mesas vacías, una gran inversión y el desgaste emocional y económico de ver que aquello no funciona. “La decisión ha sido muy meditada y ha sido muy difícil dar el paso”, nos dice José Gloria, que ahora traslada La Llorona al local donde disfrutamos de aquellos estupendos raviolis de crustáceos y vieiras o aquella deliciosa empanadilla de jaiba. “Durante los dos años que fuimos Casa Amores nunca nos faltó profesionalidad ni ilusión, lamentablemente no nos es posible seguir abiertos de la misma forma. Tomaremos un tiempo para repensar nuestro concepto y quizás algún día volvamos” escribía Gloria el pasado lunes en las redes sociales para anunciar la triste noticia.

Puede que Valencia no estuviera preparada para un restaurante como Casa Amores. Creo firmemente que en otra ciudad como Madrid o Barcelona, habría funcionado como un tiro. Igual me equivoco, pero muchas veces me resulta inexplicable cómo llenan restaurantes de mucha menos calidad y otros están vacíos.

Boix Quatre 

Casa Amores no ha sido el único cierre sonado de la temporada. Han echado la persiana restaurantes que aparentemente estaban asentados e iban viento en popa. Boix Quatre anunciaba a final de marzo que ofrecía su último servicio. Josué Ribes, uno de los grandes referentes de la gastronomía de la ciudad nos contaba que prefería cerrar antes de que el restaurante se alejara cada vez más del concepto que quería. “Lo que yo buscaba era un restaurante sencillo, donde se comiera bien, y donde lo más importante fuera el trato personal. Cartita muy corta, muy de mercado, pero pendiente del detalle”, nos explicó entonces. El problema recurrente que sufren todos los restaurantes, la dificultad para formar un equipo estable fue otro de los motivos que llevó a Ribes a cambiar de rumbo. “En cinco años he tenido cinco jefes de sala. Esto no se corresponde con la idea que yo tengo de cuidar al cliente, de hacerle sentir en casa", manifestó entonces. No era la primera vez para el cocinero que ha tenido que pasar por el mal trago. "También es cierto que, como no es la primera vez que cierro un negocio, no lo vivo con tanto drama. Es una etapa que se quema y ahora vendrá otra", afirmó.

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