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El músico actúa en Les Arts la próxima semana

Wim Mertens, cuatro décadas buscando la belleza de la música encima de un escenario

19/10/2022 - 

VALÈNCIA. Wim Mertens vuelve a València (Les Arts, 29 de octubre), y celebra (por fin) los 40 años de carrera, hito que logró ya en 2020. El compositor y músico es responsable de algunos de los himnos de la creación contemporánea. Una pulsión experimental que, sin embargo, él insiste en que debe completarse encima del escenario, huyendo de los laboratorios y de las figuras de la genialidad. Mertens llega a València con un cuarteto de viento y con un nuevo disco bajo el brazo, pero no dejará de lado sus grandes éxitos. Todo empezó con Struggle for Pleasure, que tuvo primero su recorrido en la versión original de Mertens y que luego Megabeat transformó en una de las canciones imprescindibles de la Ruta.

- El concierto en València va a ser especial porque vienes con un ensemble de viento, un formato con el que no girabas desde hace más de 15 años. ¿Por qué ahora?
- Así es. Me apetecía mucho que el público experimente esa confrontación del músico tocando un instrumento, cómo produce el sonido, y esa es una relación que en el viento es mucho más intensa que en las formaciones de cuerdas, por ejemplo. La formación que traigo a València con un cuarteto de viento, con trompetas, trompas y trombones. Me apetece mucho tocar con este formato, y traerlo a Barcelona y a València.

- ¿Cómo cambia tu papel sobre el escenario cuando tocas con una formación en vez de estar tú solo con tu voz y piano?
- Mi papel en realidad es el de mantener la formación unida. Que, de alguna manera, cada instrumento tenga su papel, y tenga su protagonismo y su momento; pero a la vez, que ninguno haga sombra a otro. Mi trabajo es el de guardar los tiempos y guardar el equilibrio de los elementos, también el de la voz, mientras yo mismo toco. Espero que el público sepa apreciar la atmósfera que queremos construir.

- En tu último disco, Heroides, las canciones están escritas para piano y voz  y después se repiten todas en el mismo orden pero en su versión para ensemble. ¿Las consideras dos versiones de la misma canción o crees que, en realidad, son dos canciones diferentes? 
- Es una respuesta muy delicada esta. Yo diría que en términos de su propia definición, las canciones no están cambiando. O al menos esa es mi ambición: presentar de una manera totalmente nueva una canción con dos maneras diferentes de tocarlas. La quintaesencia, el sujeto de la canción, no cambia. Pero ahí está mi obsesión por las formaciones de la música tradicional y de cómo cambian las canciones.

El grado de transformación de la canción es el trabajo del compositor. También su coherencia con el tiempo que vivimos, y la vida que un compositor le puede dar en nuestros tiempos a los instrumentos de música tradicional.

- Siempre hablas de la importancia que tiene para ti la conexión con el público. Y para ti, no son necesarios grandes artificios para hacerlo posible…
- El simple hecho de haber evolucionado en mis cuatro décadas de carrera en la importancia que le doy a los directos, de presentarle las composiciones de maneras diferentes, de tener que transformar y adaptar las composiciones para diferentes formatos… Yo siempre lanzo la boutade de que es el público el que completa la composición, el que termina las canciones. En ese proceso, hay toda una serie de sorpresas, cuando te abres de esta manera al público y les das este papel, todo cambia. 

Hasta los 50 o los 60, lo habitual era que el compositor no actuara, que solo escribiera y perfeccionara sus canciones, y luego ya lo tocaba un ensemble. Ha sido importantísimo cambiar la actitud y tomar el papel también de músico y de cantante, y poder confrontar con el público, sintiendo que maximiza las canción. La música y la composición no es solo hacerte cargo de las notas, sino también es acción, es conocer a tu público.

- ¿Hay un truco mágico para conectar con el público o es una habilidad?
- No es un truco, pero creo que es importante, como decía antes, no dar la obra por concluida. Tú vas a tocar una nota con tu piano, pero has creado una expectativa que el público tiene que gestionar. Las canciones son una sucesión de expectativas que desaparecen y pertenecen al pasado en cuanto vas tocando cada nota. Por eso creo que una característica fundamental de la música es tocar frente al público, gestionar las expectativas de algo que aún no ha sucedido pero que en cuanto sucede, ya pertenece al pasado.

- En diferentes momentos de tu carrera te has centrado en ciertas cuestiones que has puesto en el centro de tus experimentos, como la repetición, o los nuevos sonidos. ¿En qué estás centrado ahora?
- Me obsesiona el primer momento de inspiración y el evento musical entendido como un acto espontáneo. También el trabajo físico de la composición. Me interesa mucho tener que gestionar las expectativas que aún no han sido creadas porque lo que está sucediendo es nuevo, y solo tras componer, orquestas, revisar, preproducir y producir, hay un trabajo concreto. El primer acercamiento a una creación tiene más que ver con el concepto de jugar [play es una palabra polisémica en inglés, que puede significar ‘tocar un instrumento’ y ‘jugar’]. Por eso podemos jugar con la música [play music], pero no con la pintura [no existe un play a painting]. El elemento del juego, en la forma de tocar un instrumento, es una oportunidad de abordar algo que no puedes esperar. Por eso los elementos de cada canción tienen que estar abiertos al cambio. Más en los tiempos que vivimos de incertidumbre, tenemos que entender los elementos que no podemos predecir, y la música es una manera de entender es naturaleza viva de las cosas, impredecible.

- ¿Qué es la belleza en la música?
- Es algo que solo puede determinar el futuro de tu composición. La belleza, es una búsqueda, una consecuencia, no una herramienta. La belleza ocurre cuando una pieza está bien tocada, cuando el público se emociona, cuando los elementos que provocan la belleza funciona. Cuando compongo no estoy buscando hacer piezas bellas, pero me siento halagado cuando la belleza aparece al toco yo, mis músicos, o cuando la crea el público.

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