Tampoco el mercado de las antigüedades y el arte ha podido sustraerse a los encantos de la red. Parecía que costaría más, pero este mercado también ha sucumbido, como muchos otros. Aquí alguna opinión al respecto, información y si me permiten, un par o tres de consejos
VALENCIA. Sólo personas muy raras pueden ver encanto a ir a cambiar la lavadora al gran almacén de turno. Pero no me digan que no lo tiene ir “de anticuarios”, de mercadillo, visitar galerías de arte o de librerías “de viejo”, como se les llama. Es una forma de socializar como antes: sin pantalla pixelada de por medio. Aprovechamos para dar un paseo por la ciudad antigua (de paso ir a visitar la iglesia de San Nicolás tras la inauguración de la restauración de sus frescos), charlar con un profesional que no está tras la barrera de un mostrador, tomar un aperitivo, vitar algún museo... Esta clase de comercios son el contexto ideal para que se inicie una amistad, lo que no viene a suceder con el dependiente/a de la franquicia de turno. Vale, son alicientes más que suficientes… pero no hay que negar la evidencia: internet, ese arma poderosísima, ha creado todo un mercado, digamos paralelo al habitual de toda la vida, y hay cada vez más gente que prefiere visitar el mundo desde su habitación, su despacho, a través de la pantalla.
durante un rato estuvo rumiando el asunto, y cómo se pudo fiar de unas fotos que eran buenas pero no eran las mejores del mundo, y que le habían inducido al error
Pero cuidado, no es todo tan sencillo: en este mundo particular de la pieza “única”, de autor o de época, hay que andar con pies de plomo. Esto no es como comprar una aspiradora marca X modelo Y en la web Z. Hace unos años un compañero anticuario compró una pieza por internet. El comprador era y es un profesional con muchas horas de vuelo y conoce perfectamente, con la pieza en la mano, si algo es antiguo o se trata de una reproducción más o menos moderna. En este caso le dio al botón correspondiente y la compra se ejecutó. Cuando llegó por mensajería la desembaló y antes de que hubiese despegado el último adhesivo al papel de burbujas ya sabía que se la habían colado y que era una reproducción. No tardó más de cinco segundos en meterla en las profundidades del cajón de la vergüenza junto con algún que otro trasto de medio pelo, y no quiso saber de ella para no recordar el infausto momento. Eso sí, durante un rato estuvo rumiando el asunto, y cómo se pudo fiar de unas fotos que eran buenas pero no eran las mejores del mundo, y que sin duda le habían inducido al error.
Primer consejo: entre las fotografías de una obra de arte o una pieza antigua de calidad buena o muy buena puede ir un mundo. Hay piezas que dan muy bien en las fotos y que la visión directa las tira por tierra de forma inmediata. Un tono en un dorado, una pátina que en la foto da como natural cuando es artificial es ese pequeño paso entre la obra de época y la reproducción. En unos casos pueden ser cientos de euros de diferencia, en otros miles. Comprar arte y antigüedades por internet tiene sus riesgos. Si son recién llegados a este mundo y no tienen el ojo muy educado, lleven cuidado porque cuando menos se lo esperen puede llegar el batacazo.
Los riesgos tienen a aminorar puesto que las fotos de alta resolución son cada vez más fiel reflejo de la realidad de la pieza, pero nunca será lo mismo que tenerla entre las manos. Las falsificaciones de calidad requieren de un examen atento, palpar y prácticamente oler el objeto. En ocasiones la compra de ciertas piezas online es una práctica de alto riesgo. Por ejemplo, en una cerámica, la existencia de una restauración más o menos importante puede minusvalorar en más del cincuenta por ciento el valor que si esta estuviera intacta. En caso de restauraciones de calidad, la presencia de esta puede ser casi imperceptible: quizás sea preciso pasar una luz ultravioleta para descubrirla o hacer sonar la pieza golpeándola levemente con un dedo pues el sonido nos revelará muchas cosas. Obviamente online estas cosas no pueden hacerse por muchas gafas de realidad virtual que nos pongamos.
Como en otros sectores, el incremento de las transacciones online es exponencial: desde hace aproximadamente una década el mercado del arte y antigüedades por internet es de tal tamaño que es difícil valorar cual es el tamaño global del mercado. De hecho hay quienes que han cerrado sus locales físicos para centrarse en la venta por internet. A veces me pregunto qué negocios a pie de calle sobrevivirán más allá de las franquicias, la hostelería o los establecimientos de productos de consumo inmediato.
Otra de las cuestiones a tener en cuenta es la legalidad. Es cierto que las empresas y profesionales serios cumplen escrupulosamente con las cuestiones legales puesto que la red y sus usuarios, de igual forma que pueden prestigiar un negocio, también puede hundirlo en la miseria en poco tiempo, si los clientes se hacen eco de una mala experiencia. En la red las noticias literalmente vuelan y las opiniones también. Ojo también con el país de origen del la web o de la compañía vendedora: la compra de piezas por internet puede generar problemas si se produce una situación en la que hay que interponer una reclamación y en el peor de los casos un pleito en un país donde reina la inseguridad jurídica.
El no poder acudir a un lugar físico a reclamar sobre un defecto o una información incorrecta sobre la pieza generará situaciones de indefensión
En muchas ocasiones los problemas de índole procesal serán complejos puesto que hay casos en los que el vendedor tiene un domicilio, la web otro, el servidor otro diferente y así sucesivamente, convirtiéndose en un galimatías decidir quien es el juez que debe decidir. El no poder acudir a un lugar físico a reclamar sobre un defecto o una información incorrecta sobre la pieza generará situaciones de indefensión. Es claro que eso no sucede con las grandes casas de subastas o con negocios con establecimientos abiertos al público, pero en otras ocasiones el vendedor es ocasional o bien un pseudo profesional. Es recomendable que el vendedor online tenga también una sede física (tienda, galería, casa de subasta), a ser posible en España o en la Unión Europea. Si hay un mercado en el que la confianza es un valor en sí mismo es este.
La red y su anonimidad es un marco ideal para sacar al mercado mundial piezas de orígenes turbios sino directamente del expolio. Hasta fechas recientes podían adquirirse por Ebay cerámicas, monedas y joyas robadas por los yihadistas en complejos arqueológicos de Irak o Siria. Estas piezas eran adquiridas por coleccionistas de Europa, Asia y EEUU. La compañía de subastas por internet tuvo que salir al paso retirando todas las piezas sospechosas ante los requerimientos de las autoridades.
El mercado reclama también una regulación profesional y fiscal. No es lo mismo poner a la venta el piano antiguo de casa de la abuela que abrir una web o utilizar una plataforma para vender cientos de artículos como si de un profesional se tratara. No se pueden poner puertas al campo: Internet está aquí para quedarse y es bienvenido. Al final, el hecho sustantivo es que nos siga seduciendo el arte y la red es una herramienta más para su adquisición. No obstante, permítanme un consejo personal: no abandonen esa visita a las tiendas “reales” a pie de calle, cuyos propietarios se esmeran por atender personalmente a quienes los visitan, por arreglar sus escaparates, por transmitir sus conocimientos y que, en definitiva, dan vida a la ciudad. Porque, de lo contrario, ¿qué será de nuestras ciudades sin su comercio?