La relación de Valencia con las artes musicales oscuras, EBM, goth rock o darkwave viene de lejos, y sobrevive en pleno siglo XXI
Toda la cuestión antagónica entre luz y oscuridad da para un carro repleto de lugares comunes y frases vacías de superhéroe grandilocuente o poeta wannabe. Sin embargo, la de Rogier van der Heide, arquitecto de la luz responsable entre otras cosas de la iluminación en películas de directores como Peter Greenaway, se antoja henchida de autoridad. A la hora de crear espacios lumínicos (tanto de estudio como en proyectos públicos), el holandés resalta que apreciar la oscuridad en toda sus dimensión sirve para crear ambientes de luz que realmente mejoran las vidas de las personas. En la escuela de la metáfora aceptarían como símil de nivel 1 lo que sucede con la oscuridad musical de Valencia.
En el caso valenciano, además, no es preciso desdeñar el pasado de quilates que todavía hoy extiende su sombra sobre la ciudad. Hace menos de una semana, de hecho, el World Goth Day tuvo su humilde homenaje local; la prueba definitiva de que, al menos en cuanto a las artes (musicales) ocultas, Valencia sí está en el mapa. Aunque sea en el del cuero negro. El día gótico mundial es, además de la respuesta ideal para esa gran pregunta del siglo XXI acerca de si son todos los días del calendario la jornada internacional de algo, la manifestación perfecta para recordar la vis oscura de Valencia, que sobrevive de aquella manera desde hace más de tres décadas ya.
Hubo un tiempo en el que Valencia era gótica. Un instante, bastante pronunciado, en el que, de hecho, era lo más genuinamente gótico de España. Y lo era en un par de vertientes que, bisagra mediante, vertebran la vida musical de una ciudad: la cultura de conciertos y la de club. Discoteca, en este caso. Ese tiempo data, concretamente, de principios de los 80. En el caso de la vertiente clubber, 1982 podría ser una de esas fechas a destacar por encima del resto: en aquel año, Barraca ya mostraba incipientemente cierta inclinación hacia lo oscuro. Los templos de la Ruta lo fueron antes, o incluso a la vez, de lo gótico, especialmente en los 80. Spook Factory, con su logo (un murciélago abiertamente dark y valencià al mismo tiempo) y las sesiones de EBM, goth rock y pop de Fran Lenaers, o la propia Chocolate, con Toni El Gitano y José Conca, mezclando a Alien Sex Fiend con Bauhaus.
Esa época, la de comienzos de los 80 en Valencia, fue un verdadero semillero de bandas que tenían en lo más profundo de su ADN el cromosoma de lo oscuro; en realidad, entonces lo realmente complicado era encontrar un grupo sin rastro ni trazas de oscuridad en su repertorio o en las influencias de sus integrantes. Formaciones como Glamour, Comité Cisne, Karmas Colectivos o Ceremonia, nombres fundamentales de la música valenciana (y no sólo durante sus siempre insuficientes años en activo), poseían una clara tendencia hacia lo oscuro y siniestro, habitualmente desde una perspectiva arty y pop. “Nunca he creído que el pop sea basura escapista”, dijo Thom Yorke, “siempre hay oscuridad en él”.
Tras los tótems, una más que notoria herencia en forma de amantes de la elegancia oscura prolongaron la escena con mayor o menor afección por lo oscuro; desde los Última Emoción del propio José Luis Macías, hasta Anti-Héroe, Los Ojos del Amante o los mismos Diagonal, que se llevaron el Concurso PopRock de la Generalitat en el 86 con su tecno pop lóbrego. En aquel momento la horquilla oscura gozaba de mucha amplitud: la que existía entre el ‘Seré tu fantasma’ de Armas Blancas (“dejarás de tener miedo a los fantasmas cuando me muera”), mucho más cercano al pop de Glamour o Golpes Bajos, y las canciones de punk cómico-siniestro de Sade (‘Nichos Colectivos’).
¿Existe hoy el gótico valenciano? El individuo, no el estilo artístico. Pues sí. Ambos, de hecho. Y la gótica también, claro. Y su existencia va más allá de los estereotipos. Aunque lo cierto es que la evolución desde los años de Soft Cell, cuyo pasillo de entrada en España fue Valencia, ha terminado por deformar el prototipo gótico valenciano. Al menos en lo musical, que es lo que nos ocupa. Pero, es cierto: esa parte de oscuridad original de la década de los 80 todavía tiene su predicamento; por una parte, gracias a personajes que ya la practicaban en aquella época. Los adoradores de la oscuridad, y los demás también, debemos dar gracias porque existan proyectos como MKM. Sin ir más lejos, con Remi Carreres entre sus filas, MKM le puso música en directo a Nosferatu a principios de año. Oscuridad al cuadrado.
Otra de las ramificaciones que en la actualidad permite la supervivencia de lo oscuro en Valencia pasa inevitablemente por el post punk; es un salvavidas bastante habitual ya entre las bandas cuyo mejor recuerdo de los 80 es, en el mejor de los casos, el número de su documento nacional de identidad. En este territorio resulta inevitable coronar a Antiguo Régimen; su post punk, con las vetas de oscuridad vintage que también le da a su sonido la actualización new wave, lo convierten en referencia con sólo dos discos (el segundo de ellos, por cierto, vio la luz a principios de mes). Polígono Hindú Astral, mitad Antiguo Régimen, es otro proyecto colaborativo que en Valencia se dedica a extender la palabra de las luces apagadas y las persianas bajadas; en su caso, todo es mucho más experimental, pero en 00110010 (2015) ya demostraron que su ambient viaja por la parte lóbrega de la vida.
Otra parte fundamental en el desarrollo de la vertiente menos iluminada de la música en Valencia tiene mucho que ver con Verlag System. Probablemente de manera indirecta, el sello cumplirá en noviembre su tercer año de vida dando salida a propuestas experimentales que, en casos como el de Polígono Hindú Astral o MKM, pero también los del propio Julio Tornero o Courbes Bézier, abundan siempre a su manera en una producción que a veces juega con la oscuridad desde una aproximación más krautrock o techno. En este aspecto también debería tener mucho que decir otros sellos como Horizonte Espectral, una discográfica nacida sin ánimo de lucro con el objetivo de recuperar antiguos trabajos con poca repercusión y editar discos de bandas noveles, siempre relacionados con el EBM, el post punk o el industrial.
Sin embargo, lejos de géneros tangenciales, existe un movimiento que entra mucho más de lleno en la tradición oscura en Valencia; las cursivas son intencionales ya que, en realidad, no es tanto un movimiento, como el rescate práctico de un género que nació a finales de los 70 al amparo del post punk y la new wave. La darkwave de Dead Can Dance tiene en la Valencia actual mucho más cerdito del que podría parecer; no sólo tiene su hueco respetable en locales como El Oculto Club, Electric Dark Café, Killing Time (o incluso puntualmente el legendario Asesino), también en sesiones como la serie Ciutat Ruinosa de David Munster. También en bandas: desde Pronoise, con cierto recorrido ya desde mediados de los 90 del siglo pasado, hasta formaciones más recientes en su creación como Perralobo o Death Rose (autodefinidos como rock oscuro). La vigencia de lo oscuro en Valencia cristaliza en la ya mencionada materialización última de la celebración del World Goth Day durante el pasado 21 de mayo.