Robot escriu novel·la
La intel·ligència artificial pot crear art i fer-ne falsificacions, escriure novel·les i oferir literatura a la carta… També potser permetrà aprovar exàmens… Inquietant? Apocalíptic?
La intel·ligència artificial pot crear art i fer-ne falsificacions, escriure novel·les i oferir literatura a la carta… També potser permetrà aprovar exàmens… Inquietant? Apocalíptic?
El nacionalisme és hui una variable encara vigent, no a pesar de l’expansió de la globalització, sinó precisament per la manifestació dels seus efectes. I el valencianisme què?
Enmig d’una plataforma de fusta, construïda a la vora del riu Chao Phraya, un músic tocava amb la seua guitarra els primers acords d’una cançó d’Eric Clapton. Al voltant de l’escenari algunes cadires estaven ocupades per parelles de jubilats occidentals, que havien decidit acomiadar la jornada en aquell entorn aquàtic, potser esperant que la frescor de la nit els llevara eixa suor permanent dels carrers de Bangkok.
“Ya se retira el mar con sus estatuas” fue un verso aparecido en el diario El Mundo un 7 de septiembre de 1997. Lo firmaba, como decía, Francisco Umbral y lo escribió para abrir una columna de título “Elegía”. Cada verano, cada septiembre, regreso a él como las olas, y entiendo su rumor y su tristeza.
“Un escritor es un tipo que se quita los guantes, dobla la bufanda, menciona la nieve, nombra la guerra, se frota las manos, mueve el cuello, cuelga el abrigo, va más allá y se atreve a todo. Si no se atreve a todo, no será jamás un escritor”. Al día siguiente me encuentro subrayada esta frase y no recuerdo siquiera haberla leído la noche anterior.
Édouard Louis. Un escritor de veintisiete años que escribe de su infancia, de su padre y de lo de siempre: el runrún que nos asalta en cualquier conversación, la desafección de lo real, la banalidad política y la catarsis que esperamos. Tiene un nombre concreto: el malestar de nuestra sociedad.
La mala conciencia, pensé al salir de la sala. No deja de ser un catedrático de universidad que pretende tener razón constantemente, ante sus contradicciones y ante una realidad brutal, y que disfraza su miopía política de pensamiento libre, pensé también
Con el primer café, leí la entrevista a Annie Ernaux, un nombre que solo me sonaba de algunas cubiertas, de vagas referencias, o familiar quizás por ese apellido francés que tiende a confundirse con tantos otros. Y me embaucó su retórica del fracaso, o del antiéxito, del trabajo laborioso por contar las historias de posguerra, su tenacidad por relatar su vida, la importancia de la escritura, su condición de mujer y obrera, aunque viviera a las afueras de París en una urbanización sin historia.
Un día antes de aterrizar en Italia acabé comprando los Paseos por Roma que escribió Stendhal entre 1827 y 1829. Lo juro, surgió de la nada en la librería, con el Coliseo en la portada, con los colores de la pintura romántica, con esa letra minúscula de libro de bolsillo y ese diseño académico para estudiantes de filología, de humanidades, de historia del arte o cosas peores
Decidí darle una segunda oportunidad para Elegía, la novela de Philip Roth. Calculé haberla comprado un par de años atrás, o quizás antes. Y aquel verano, pese a la brevedad del libro, lo abandoné sin razón, sin decepción y sin tristeza. Como suceden gran parte de las cosas
No son los libros lo que fotografiamos, ni el conocimiento lo que nos admira, sino lo apabullante de las paredes, los metros de libros, la contundencia de su imagen. Vargas Llosa escribió Conversación en La Catedral en una de esas universidades inglesas que hoy impresionan por su nombre y por su historia. Igual es una buena metáfora de su figura
Dice Enrique Vila-Matas en un celebrado artículo que mantiene una extraña inclinación a escribir los viajes que quiere hacer y, posteriormente, a realizarlos lo más parecido posible a como los había imaginado. Paso por paso, detalle a detalle. Una materialización de las ideas.
Todo ese escenario del 14 de Julio va llenándose de vida conforme aparecen los personajes, los asaltantes de la follie Titon, el matrimonio que desciende a la morgue para identificar uno de los cadáveres de las primeras revueltas, el juego y las joyas de Versalles, la deuda, los cambios de ministro, el fuego, las barricadas en las calles de París
Todo vuelve, hasta el telón de acero, igual que vuelve nuestro pasado más fantasmagórico. Y , en esa querencia tan española por emular la historia, no es de extrañar que Antena 3 invierta en una serie titulada Palomares, en la que aparezca Fraga Iribarne sumergiéndose en la costa de Almería y retozando en sus playas, junto al embajador estadounidense, mientras el NO-DO graba la escena para salvar el turismo español
En la presentación de un libro, alguien le preguntó a Antonio Muñoz Molina si había montado en helicóptero. El escritor, desconcertado por el interés, respondió que no. Aún hoy no he podido descifrar a qué santo vino esa pregunta. Lo único que sé es que, por entonces, ya estaba dispuesto a escuchar y a leer todo aquello que viniera de esas manos
Leila Guerriero comienza a conversar con el pianista en su departamento de Once, un barrio popular del centro de Buenos Aires. Y entre esas conversaciones, budines y pasteles, confidencias y maldades, se yergue un personaje fascinante, un geniecito de la música atrapado en el piso 12 de un edificio modernista, a espaldas de los teatros de la avenida Corrientes
Mañana se cumplirán cien años del nacimiento de Eva Perón, el personaje de ficción más controvertido de la Argentina. Ella, y no Perón (Juan Domingo), fundó un movimiento, una época y toda una tradición literaria que aún perdura en nuestros días
Hasta Stéphane Hessel entrevió el peligro de una indignación generalizada, y al año siguiente de ese ¡Indignaos!, publicó con mucha inteligencia ¡Comprometeos! Porque la indignación y el compromiso no son lo mismo
Javier Pérez Andújar practica una suerte de culteranismo de barrio, de filigrana a la hora del vermut, las papas y las aceitunas. Donde tras una referencia a Modigliani y a la Francia socialista de Jean Jaurès, aparece una señora sentándose a ver Pasapalabra, porque hay un bote de más de un millón de euros
Leí a Abdelá Taia con emoción, asistiendo al viaje de vuelta a los demonios familiares de un musulmán afincado en París, que a la muerte de su madre, decide saldar cuentas con su pasado y su familia, con los amantes a los que abandonó y con los hombres a los que quiso
Los atentados del 11-M se sostenían a partir de la imagen de los trenes reventados y de los sonidos de los periodistas informando vertiginosamente sobre la cifra de muertos. Por eso resultaba difícil escribir una novela sobre Atocha, Santa Eugenia o el Pozo del tío Raimundo. En el país del realismo, la realidad era tan indiscutible que cualquier reformulación parecería menor
En las cajas que desembalo ahora, en la recta final de la mudanza, saco el tomo del Quijote, con esa dedicatoria: Con cariño, Antonio. Para que te acuerdes. Y me acuerdo, no solo de él, sino de mucho más
Ahora que se ha confirmado la dureza del invierno y su persistencia a lo largo de las semanas, busco ese calor del alma como refugio. A veces sirven los recuerdos imaginarios. A veces, las palabras. Otras, en cambio, las voces
Selva Almada trae siempre esos cuestionamientos de la infancia y la adolescencia. Con ella transitamos por esos umbrales y esos pasillos que conducen a lo que somos hoy en día
Cada mañana, decía Gramsci, quiero ajustar las cuentas conmigo mismo. Cada hora de mi vida quisiera que fuera nueva. Hace unos años comenzó a circular por la red una carta de Antonio Gramsci en la que declaraba sin ambages su odio contra el Año Nuevo
¿Qué hacer cuando nuestras propias palabras se han vaciado de contundencia y han perdido su capacidad de emocionar o de convencer? ¿Qué decir cuando nuestro lenguaje suena manido, insustancial, como si recitáramos el manual del buen rojo? ¿Qué pensar ante el sueño de la razón y ante el valor creciente del desprecio y la crueldad?
Los recuerdos de la protagonista, los silencios familiares que pretende completar, la casa, el jardín, el aguacate, los amigos, la juventud de los padres. El intento de viajar a Montevideo, como si se pudiera viajar al pasado para hablar con los muertos y que nos cuenten una vez más las historias que ya nadie nos cuenta
Ida Vitale completaba junto a Juan Carlos Onetti e Idea Vilariño ese panteón de los hombres y las mujeres (sobre todo mujeres) que ubicaban a Uruguay en el lugar de la emoción