ALCOY. La memoria de la cámara fotográfica de Claudia Ripoll 'arrastra' desde sesiones ubicadas en un gélido escenario en mitad de la nieve, hasta los 40 grados del desierto, o en Nueva York, donde hizo sus 'primeros pinitos' en esto de atravesar, con una cámara analógica cargada con 15 o 20 carretes en blanco y negro, todo lo íntimo, interesante y "humano" que percibía. Un objetivo al que la fotógrafa ha tenido que darle forma desde mitades de marzo debido a la obligación de permanecer en cuarentena, en su caso, en su habitación en el piso familiar de Alcoy, y que le pilló mientras preparaba una mudanza. El resultado ha sido el proyecto One day with me; una serie de instantes más o menos estéticos que recogen la 'belleza' de los días del enclaustramiento y que la fotógrafa alcoyana ha compartido a través de su cuenta de Instagram.
"Es un proyecto que está hecho para mí, principalmente". Decidió compartirlo, igual que otros fotógrafos están haciendo, porque pensó que podía ser "una escapatoria para la gente que está agobiada en sus casas", confiesa. Lo compagina con su nuevo cargo como directora de arte en una importante empresa del sector de la moda en la provincia de Valencia, esto es, en paralelo con el teletrabajo. Lo más curioso es que la idea de inmiscuirse en su propia rutina fue antes; le sobrevino hace cinco años. "Un día que me desperté y tenía la cámara en la mano", recuerda. Al principio pensó que podría llevar a cabo el experimento fotográfico "un día de vacaciones" o que le pillara "parada" en casa. Objetivo absolutamente truncado por su afán por el movimiento y su ojo freelancer más inquieto. "Quería tener el tiempo suficiente para observar lo que sucede a mi alrededor, con la luz adecuada; mis espacios recurrentes, por así decirlo, plasmarlos en un 'fotográfico'", insiste.
El momento instantáneo, fugaz -que algunos dicen que se busca, otros, que aparece- a ella le ha llegado, como al resto de creativos que están convirtiendo su confinamiento en un absoluto laboratorio de cocina de proyectos e ideas originales hasta decir 'basta'. "Y, entonces, llegó la pandemia; el primer día de confinamiento me acordé de esta idea". Pero no fue hasta una semana después de estar bien entrada en materia cuando lo puso en marcha. Se marcó un día de la semana -el primer diario fotográfico fue el domingo 15 de marzo, después el sábado consecutivo- aunque lo cierto es que la jornada creativa depende de la "inspiración". "Así dejo que el espacio respire. Antes de acostarme me preparo la cámara al lado de la cama y, nada más abro los ojos, la cojo". Su día a día en la cuarentena no es extraordinariamente especial: es más, se trata que seguir haciendo lo habitual "pero con el ojo creativo" activado. Lavarse los dientes, ducharse, almorzar… Incluso algún instante rebelde y escurridizo tomado de la calle. Todo, absolutamente todo lo que antes podía resultar anodino, por así decirlo, se ha vuelto mágico, una obra de arte. Cocinada con mucha paciencia, eso sí. "En el momento en que observo un plano que me transmite algo, no tiene por qué ser bello o publicitario, disparo". Claudia no deja títere con cabeza en lo que a instantes y cotidianeidad se refiere y que, al final del día, forman una recolección de todos esos momentos (in)finitos.
"La parte interesante es que puede que una sesión no tenga nada que ver con la otra", insiste. "Algo que me encanta, ese cambio, justo cuando estoy totalmente encerrada en mi casa sin hacer nada", reconoce. Por ejemplo, la primera fotografía en cuarentena que realizó era "más dulce y humana", mientras que en el segundo carrete desde el confinamiento se capta más "contraste, textura y soledad", fruto de la herencia que conlleva el no salir de casa, norma que asegura haber cumplido a rajatabla. "La verdad es que yo no he salido, y puede que mi mente creativa esté sufriendo las consecuencias (risas). Yo nunca había estado tanto tiempo encerrada", asegura. El confinamiento lo comparte con sus padres, que no aparecen en las fotos. De momento. Pero sí.
"Indirectamente, están, como la sartén donde se hacen las palomitas, que a mí no me gustan, y que mi madre está haciendo para ella y mi padre", es uno de los ejemplos, detalla. La foto 'robada' a la acción de su progenitor hace compañía a su ojo solitario, sin mascotas en su caso, "por desgracia (risas)", insiste, ya que supondría un actor añadido a su acción rebelde. "El parar, desde el punto de vista del arte fotográfico, más que positivo, es el deseo de transmitir una realidad", insiste. "La casa en sí es, por sí sola, un proyecto artístico". Claudia Ripoll y su cámara, meras observadoras. "Considero que es genial contextualizar una nueva dimensión que, si hubiera sido por mí, no creo que hubiera sucedido nunca", apunta. "Lo positivo es descansar el cuerpo y la mente y pensar de una nueva forma". Las rutinas tal y como se han concebido hasta el momento, quedan petrificadas, con un cierto aire a 'añejo'. Y eso se capta en sus fotografías, tal vez por el tinte en blanco y negro, quizá por su trasfondo.