ALICANTE. Comer y leer son dos actividades íntimas que alimentan el cuerpo y el alma, que se pueden realizar en soledad, pero que son más divertidas cuando se pueden compartir. En el caso de la comida, como acto social que sirve de comunión ritual, entres do personas o en un convite multitudinario. La lectura suele adquirir la función social después del acto mismo de descifrar el código textual, de asimilar el mensaje, cuando todo esto se deglute y se convierte en el aroma de un buen guiso.
Alicante cuenta con varios locales en que gastronomía y literatura se unen para ofrecer una experiencia con aroma de letras especiadas. Propuestas bastante diferentes en lo gastronómico y también en lo estético. Primera tanda: hamburguesas y pizzas.
El impulso heroico y la dimensión insondable, local situado en la calle Amador, 12, muy cerca de la Plaza de Toros y el Auditorio del ADDA, a pesar de la apariencia humilde de la vía, es una hamburguesería-librería de segunda mano que tiene como lema una tripleta verbal: Beber-Comer-Leer. Una carta breve que cabe en un desplegable de bolsillo con 12 caras, de las cuales 10 están ocupadas por nombres de evocación literaria para sus especialidades: Beyle (Henry), en honor a Stendhal; Trotta (Carl Joseph), sabores centroeuropeos para recordar al personaje creado por Josep Roth; Chinasky, tan paradójico como llamar a una hamburguesa vegetal con el nombre del carnal sosías literario bukowskiano; Tío Celerino, Juan Rulfo oía las historias que el Tío Celerino evocaba en sus melopeas; Ignatius, sabores de New Orleans dedicados a John Kennedy Toole y su personaje Ignatius J. Reilly; Kipling, la verde, húmeda y salvaje jungla de la India en una hamburguesa; las ensaladas Tomate Quincey, Ensalada Sinestésica, y Agatha, Ensalada Misteriosa; y los postres, el existencialista Camousse a base de mousse casera de chocolate, según receta de la abuela Robin, y el contracultural Banoffee Heroico, base de galleta con matequilla, con plátano y níspero, enlazando el espíritu de los punkis antisistema británicos con la llegada del fruto oriental a los cultivos de la costa valenciana. Un abridor de botellas fijo en la barra, coronado con una foto admonitoria de Enrique Vila-Matas observa a todo aquel que se acerca a pedir más birra.
“Cuando estaba buscando nombre para el local, tenía algunos apuntados”, comenta Jacobo, dueño, cocinero, camarero, ser único de la dimensión insondable, “Gulliver, por la liliputiense sensación de este local pequeñito al lado del edificio gigante de aquí al lado, o Liliput, si hubiera tirado por ahí, pero lo descarté porque me parecía demasiado infantil para lo que iba a ser el local. Entonces, ojeando la libreta donde voy haciendo mis anotaciones mientras leo, me encontré con estas dos frases que se repiten constantemente en la novela Dublinesca, de Vila-Matas, y decidí utilizarlo. Nombre muy largo sí, tal vez demasiado largo, sí, pero estaba seguro de que eso llamaría la atención”.
El local se ha convertido en fijo de una parte importante de la escena musical alicantina, unas treinta plazas entre mesas y barra que entre rock, hamburguesas, cervezas y vinos, hace barrio. Como propina, la posibilidad de tomar prestado en el mismo local para leer, llevarse a casa o comprar, por apenas un par de euros, un fondo librario flotante.
Ghetto Vecchio, pizzería-trattoria que forma parte del complejo Montroyal, en la calle Tridente del Cabo de la Huerta, es uno de esos secretos bien guardados a recaudo de incondicionales y circunstanciales turistas que se encuentran, al lado de su residencia estival, un local con una personalidad desbordante, como una parada ignota en el itinerario veneciano del marino Corto Maltés, fruto de la imaginación -y algo más- del autor italiano Hugo Pratt.
La carta evoca el imaginario maltesiano, la Pizza Dorada, la Pizza Pandora, la Pizza Samarkanda, tenía la pizza Tiro Fijo, pero tuvo que eliminarla para no herir la sensibilidad del colectivo colombiano, para los que Tiro Fijo no es el pirata brasileiro de las historias de Corto, sino un jefe de las FARC, especialmente sanguinario. “Mi mujer es colombiana y estoy muy sensibilizado con el tema, pero por otro lado, yo soy suizo y el cómic y Corto allí son algo muy especial”. Un amante de los cómics que quería un restaurante que les rindiera homenaje, “te voy a hacer una confesión, mi primera opción era un restaurante americano que se llamara Blueberry, del oeste, con actuaciones… pero al final el embrujo de Corto me pudo”.
Madera barnizada, imaginería marina, reproducciones de la obra de Pratt, hasta cuatro ambientes diferentes, dos en sala, con una amplia zona de mesas para dos y bancos, y una zona lounge; dos terrazas, una en la parte frontal, perfecta para grandes grupos y familiar, una terraza interior, íntima y perfecta para encuentros románticos, con una carta centrada en la pizza de pasta fina y buenos caldos.