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60 años después un fotolibro recuerda su rodaje

La alargada sombra de El Cid en Peñíscola

31/08/2021 - 

CASTELLÓ. "En cuestión de semanas, una portentosa fortaleza, mitad realidad y mitad cartón piedra, surgió por el arte de la técnica y del dólar... Peñíscola era una verdadera confusión entre lo auténtico y lo simulado... Para Peñíscola, todo cambió". Estas palabras que pronunciaba el historiador Juan Bautista Simó Castillo, bien definen el sentimiento que recorría Peñíscola en 1960. El Cid no fue la primera experiencia que este pueblo de Castellón tenía con el cine, cinco años antes fue Berlanga quien llevó sus cámaras para rodar Calabuch, pero no tuvo la obra del cineasta valenciano el mismo impacto que la superproducción de Samuel Bronston.

Durante los cinco meses que El Cid se rodó pasaron por Peñíscola cinco mil extras cuando en el municipio solo vivían 2.500 personas. Además, un equipo formado por 380 expertos llenó de escayola, pintura y madera las calles y hogares. Todo cambió. Su estética y también su interior. "Hicieron murallas, puertas, taparon lo que les molestaba... Trabajaron durante dos meses para cambiar la estética del pueblo. Y, además, entró mucho dinero. Siempre se dice que fue un antes y un después", apunta Josi Ganzenmüller. Este castellonense estuvo en el rodaje del film cuando apenas tenía tres años, y aunque no se acuerde, fue su abuelo, Carlos Ganzenmüller, quien por aquel entonces se dedicó a fotografiar todo el movimiento que la película generó a su alrededor. 

Unas imágenes, de un tremendo valor histórico, que ahora se pueden ver en el fotolibro que Josi ha editado y publicado junto a Onada Edicions. "No son fotografías majestuosas de la película, son los momentos de preparación. A mi abuelo le gustaba mucho fotografiar a la gente. Salen agricultores, marineros y vecinos. Es un libro que se divide en dos partes; el rodaje de la película, de un lado, y cómo era Peñíscola cuando se rodó, de otro". 

Hace solo cinco años que Josi Ganzenmüller descubrió estas fotografías. Sabía de la existencia de un retrato en el que aparecía, pero no fue hasta que revisando el laboratorio de su abuelo encontró una treintena de imágenes que nadie, no solo él, conocía. Carlos Ganzenmüller era un gran empresario, absolutamente autodidáctica, pronto se dedicó a la industria química relacionada con las pinturas, lacas y barnices y estableció una pequeña fábrica en Barcelona, antes de la Guerra Civil, que trasladó a Benicarló a mediados de los años cuarenta. Allí fue cuando además creó su propio laboratorio de fotografía, donde reveló y positivó todo tipo de fotografías. Entre otras las que en los sesenta hizo de El Cid.

Muy poco tiene que ver la Peñíscola de hace sesenta años con la de ahora. En las fotografías que Carlos Ganzenmüller capturó se pueden apreciar montañas despejadas, sin apartamentos ni viviendas turísticas. Pero Peñíscola tenía que parecerse además a una València mora. Se la enmascaró y transformó. Se movilizaron a cientos de hombres, mujeres y niños, también trajeron caballos o camellos.

En sus grandiosos decorados trabajó el célebre constructor Francisco Prósper, pero también varios artistas falleros. Había que cambiar totalmente la fisonomía de la población y se consiguió. Las casas aldeanas, sin carácter histórico, fueron convertidas en viviendas moriscas. Y durante los días de rodaje, Chalton Heston, Raf Vallone o José Nieto se dejaron ver con sus respectivos dobles por el municipio.

El Cid corroboró el potencial que Peñíscola tenía para superar la realidad. Poco a poco se fue gestando una ciudad, además, turística, que pasaría a ser el núcleo social y cultural del norte de Castellón. Cada semana el material rodado se visionaba en el Cine Capitol de Benicarló, junto a su director Anthony Mann, que llegaba acompañado de su equipo de colaboradores para revisar las tomas. Pero, además, se cuenta que durante el rodaje, los vecinos cobraban cien pesetas al día, cuando ese podía ser el salario que ganaban durante todo un mes. 

Nadie pudo imaginar, sin duda, cuánto iba a suponer aquella gran superproducción para la ciudad. Una sombra que se alarga hasta hoy. "Gracias a la mirada de mi abuelo podemos ver cómo eran aquellos tiempos. Es una joya, la gente me dice que es historia pura. Les gusta ver a sus vecinos posando. Fue un rodaje que movió mucho a los peñiscolanos", añade Josi Ganzenmüller. El Cid se proyectaba en cines por primera vez hace justo 60 años. 


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