El Festival de Teatro Clásico Castillo de Peñíscola acoge el espectáculo Andanzas y entremeses de Juan Rana
CASTELLÓ. Cosme Pérez fue el cómico más relevante del Siglo de Oro. Su alter ego sobre los escenarios era el de Juan Rana y su especialidad, las piezas breves del teatro clásico español. Los cargos de blasfemia, desacato, irreverencia, provocación, espíritu crítico y herejía de los que fue acusado por la Inquisición no pueden sino considerarse hoy día virtudes.
Después de coproducir En un lugar del Quijote y Cervantina, ganadora del Max al Mejor Espectáculo Musical 2017, la Compañía Nacional de Teatro Clásico y Ron Lalá vuelven a tejer un proyecto conjunto que busca reivindicar a este verso libre de la historia de nuestras artes escénicas. El espectáculo, titulado Andanzas y entremeses de Juan Rana, está programado este sábado, 17 de julio, en el Festival de Teatro Clásico Castillo de Peñíscola.
“La tarea de los bufones siempre fue la de cuestionar el orden establecido a través de la risa, desde Shakespeare hasta Lope de Vega. La risa es la mayor expresión de libertad del ser humano, un ejercicio de inteligencia que pone nervioso a los poderosos”, explica el director Yayo Cáceres acerca de un montaje que abre un debate sobre los límites del humor en días de reprobación a los cómicos en las redes sociales.
A este respecto, Cáceres lamenta la vuelta en nuestros días a una suerte de mentalidad inquisitorial ante las opiniones incómodas: “No sé si hoy en día sería posible el humor de Monty Phyton o el de Gila. Alguien te acusa de algo en Twitter y pasas a ser condenado y cancelado. Cuando se cae en el rechazo sin falta de pruebas, sin respetar la presunción de inocencia, se actúa como en la Edad Media”.
El espectáculo, escrito en verso clásico, reúne extractos de Calderón de la Barca, Moreto, Antonio de Solís, Jerónimo de Cáncer y Quiñones de Benavente, entre otros. Con esta selección, los autores de la obra dan valor a los géneros breves del teatro áureo, origen de los actuales sketches.
“Todo está ahí, como en La Odisea o La Ilíada, venimos dando vueltas sobre lo mismo desde hace miles de años. El sainete y la revista fueron hijos directos de aquellas piezas populares y cortas. El cuplé, por ejemplo, es muy incómodo por el sarcasmo de sus letras. Si ese tipo de humor ha permanecido a lo largo de los siglos es porque denota que es imprescindible reírnos de nuestros errores, de lo que somos y lo que hacemos. Hay que recuperar ese espíritu crítico”, considera Cáceres.
Acorde al sello de la compañía Ron Lalá, la obra se acompaña de música en directo. Las composiciones son originales, pero ha habido un profundo trabajo de investigación de formas musicales de la época. “La música del espectáculo está creada con instrumentos basados en las formas instrumentales de la época (cuerda pulsada, viento y percusión). La idea musical que recorre el espectáculo es ofrecer una versión moderna, una recreación, de la música del Siglo de Oro”, concretan desde la compañía.
En su rastreo de los sonidos de la época han averiguado que las músicas que primaban eran las que incitaban a bailar, y entre ellas destacan especialmente, la chacona y la zarabanda. En las canciones del periodo se empleaban vihuelas, guitarras, flautas, pífanos y percusión variada para acometer compases ternarios. El objetivo es evocar el carácter popular de entonces y trasladarlo hasta la actualidad.
“Somos amantes de las chirigotas, de las murgas uruguayas y del espíritu del carnaval, lo cual no implica frivolidad, sino todo lo contrario. No en vano, son fiestas que estuvieron prohibidas, porque un pueblo libre es muy peligroso”, expone Cáceres.
Dicen de Juan Rana que hacía reír con tan solo pisar el escenario. Según las crónicas de la época, su gracia era irresistible entre todos los estratos sociales, y el rey no era una excepción, pues ocultaba su risa tras un guante. Felipe IV y su consorte Mariana de Austria fueron mecenas del actor y defensores de su integridad frente a las acusaciones más graves. En 1636 fue condenado a cárcel durante un proceso de busca y captura de sospechosos de homosexualidad. Pero una vez en libertad, lejos de evitar cualquier nueva acusación de sodomía, apareció en una obra vestido de mujer.
“Ese es el grado de desparpajo y de libertad que incomoda y nos hace falta. Ahora mismo impera la tendencia del sesgo de confirmación: todo el mundo lee cosas que reafirman lo que ya opina, pero nadie cuestiona lo que piensa. Estamos verdaderamente jodidos como sociedad si el espíritu crítico desaparece. En ese sentido, el teatro tiene la misma tarea que el periodismo, generar preguntas”.
El autor de la obra, Álvaro Tato, le secunda: “El papel de los comediantes de todas las épocas es el de la construcción de un discurso que cuestiona la moral, las costumbres y las ideas de cada tiempo”.