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Estreno de "regresión"

Abusos rituales satánicos: la caza de brujas que inspiró a Amenábar

‘Regresión’, la sexta película del director madrileño, se inspira en uno de los casos que desató el ‘Pánico Satánico’ de los 80

26/09/2015 - 

VALENCIA. Mayo de 2015. Tras pasarse 23 años en la cárcel, el matrimonio formado por Dan y Fran Keller son legalmente libres, aunque ya llevaban dos años en la calle. Tras más de dos década en prisión la Corte de Apelación de Texas anula la sentencia que les condenó por formar parte de una secta satánica que abusaba y asesinaba menores. El único testigo, un médico, hace años que reconoció que su diagnóstico estaba equivocado. Son libres, pero culpables hasta que demuestren su inocencia. Como no hay pruebas, su juicio se anuló pero el tribunal se negó a declararles inocentes.

El matrimonio Keller fue solo uno de los cientos de inocentes condenados en la década de los 80 durante la moda del Abusos Satánicos Rituales en EEUU, y que se suman a la larga de lista de los que luego fueron exonerados y recuperaron la libertad tras años de cumplir pena por un crimen que no había cometido. Pero podría haber sido peor. Andrew Chandler Jr., por ejemplo, lleva desde 1987 en la cárcel por acusaciones similares y ahora se está empezando a estudiar su situación.

En casos como estos se ha inspirado Alejandro Amenábar para su última película, Regresión, en la que Ethan Hawke y Emma Watson son protagonistas de uno de los casos más sonados que se recuerdan y que pasará a la historia por haber sido el juicio criminal más caro de la historia de EEUU: la historia de Virginia McMartin.


Su calvario, una versión moderna de la caza de brujas, comenzó en agosto de 1983 cuando una mujer que llevaba a su hijo a la guardería que McMartin regentaba acusó al nieto de esta (Raymond Buckey) de haber abusado sexualmente de su hijo. Tras ser detenido, salió en libertad a las pocas horas pero la madre (que luego se descubrió que padecía trastornos mentales) insistió.

En un movimiento incomprensible que provocó la mayor oleada de pánico en EEUU en el siglo XX, la policía envió una carta a dos centenares de familias de alumnos (pasados y presentes) preguntándoles si había oído hablar de abusos sexuales en el centro.

En marzo del año siguiente, en base al testimonio de 18 niños y un doctor, siete personas fueron acusadas. En el primer juicio (entre 1987 y 1989) la mayoría fueron declarados inocentes pero hubo que repetirlo. En julio de 1990 -cuando algunos había pasado hasta cinco años en la cárcel- fueron absueltos.

El caso McMartin ni fue el primero ni el único. La lista incluye otros como del de Kern County (California, 1982), el de Fells Acres Daycare Center (Massachusetts, 1984), el de County Walk (Florida, 1985)… En todos ellos hubo condenados por todo tipo de atrocidades (asesinatos, canibalismo, abusos sexuales, torturas a niños…) y lo único que no había eran pruebas.

El contexto de un crimen inexistente

Pero lo que le ocurrió a McMartin no se entiende sin la publicación del libro Michelle Remembers (Michelle recuerda, 1980) del psiquiatra canadiense Lawrence Pazder basado en las (falsas) experiencias de su mujer Michelle Smith, que no eran más que una fantasía basada The Satan Seller (1978), la autobiografía (no menos falsa) de Mike Warnke, un caradura que decía haber sido sumo sacerdote en una secta dedicada a rendir culto al Malísimo.

Años después llegaría otro de los libros de referencia sobre el tema: Satan’s Underground, de Lauren Stratford, igualmente basado en hechos reales que nunca ocurrieron. Pero sin el apoyo de los medios de comunicación (y de estrellas como Ofrah Winfrey o Gerardo Rivera) estas mentiras no hubieran tenido el mismo recorrido.

Vistas con perspectiva, la acusaciones eran ridículas. En uno de los casos, por ejemplo, los niños aseguraban que debajo de la guardería había unas galerías secretas que llevaban a templos satánicos donde se cometían los abusos. Que luego en la investigación no hubiera el menor rastro de ellas no impedió las condenas. En uno de los casos (el de Kern County) algunos niños aseguraban que habían visto a sus abusadores volar en escobas… y la policía les creyó.

Para los agentes -sin ellos, todo hubiera quedado en nada- los casos eran peritas en dulce para justificar su trabajo. Cogían a los niños y les interrogaban sin la presencia de los padres. A los que repetían lo que ellos querían, los trataban bien; al resto, les acusaban de mentirosos. No se conoce ningún caso de un agente que fuera sancionado, aunque en caso como el de los Tres de Memphis (que dio lugar a la magnifica serie de otros tantos documentales de Joe Berlinger Bruce SinofskyParadise Lost) era evidente que mintieron, falsificaron pruebas… o eran tan cortos que hasta poner multas les venía grande.

Por supuesto, no faltaron los expertos de guardia. Lawrence Pazder fue, sin duda, el más famoso, y llegó a participar en cerca de un millar de casos. Es imposible saber cuantos inocentes mandó a la cárcel este piadoso católico pero, en 1990, aún tuvo la cara dura de reconocer en una entrevista que lo que Michelle Smith contó en su libro a lo mejor no era cierto, pero lo importante era que ella creía que sí.

¿Y cómo conseguía los testimonio de las presuntas víctimas? Pazder utilizó una técnica que hoy está absolutamente denostada y que permitía que sus pacientes recordaran lo que el quisiera. Recurrió a la hipnosis regresiva para liberar las memorias ocultas de su pacientes, implantándoles (puede que sin saberlo) falsos recuerdos que no eran más que lo que él quería que hubiera pasado.

El tema de las memorias reprimidas y el uso de la hipnosis es más de lo mismo. Inspirados en una teoría de Freud nunca demostrada y muchas veces rechazada: la gente reprime sus recuerdos más traumáticos y necesita ayudas para recuperarlos. El problema es que cuando el terapeuta está convencido de que el paciente oculta algo (aunque sea involuntariamente algo) no cesa hasta hacerlo aflorar, aunque jamás haya ocurrido.

Así se explica que algunos niños confesaran haber sido violados o torturados sin presentar una sola evidencia física, e incluso haber estado secuestrados durante días aunque hubieran estado en casa rodeados de testigos. Como de lo que se trataba era de acusar, la regresión a la que alude Amenábar en el título fue el instrumento ideal.

Las investigaciones que nunca fueron

Aunque todavía hay ínclitos que siguen azuzando el miedo de las sectas satánicas (como el famoso sacerdote José Antonio Fortea) lo cierto es que no hay ninguna prueba de que jamás existieran y sí muchas que no lo hicieron. El FBI invirtió cuatro años en un informe y fue incapaz de encontrar una sola. Tampoco lo consiguió el equipo de la Universidad de California  y la de Illinois (en colaboración con el National Center on Child Abuse) tras analizar nada menos que 12.000 alegaciones. En Inglaterra, y a petición del Parlamento, Joan de Fontaine llegó a la misma conclusión.

Hoy, alegaciones sobre sectas satánicas se han desvanecido, pero no han desaparecido del todo. Es fácil encontrar en webs conspiranoias historias sobre ellas, basadas en el libro Trance Formation of America (1995), otro festival de recuerdos presuntamente recuperados (y sin ningún dato para apoyarlas) a cargo de Cathy o’Brien. Su gran aportación fue meter a la CIA y al Proyecto Monarch (no hay un solo documento que este programa de control mental exista) y juntar, en una misma narrativa, los rituales satánicos con la existencia de los Iluminatis que dominan el mundo.

Sin embargo, de vez en cuando, el tema vuelve a salir a la palestra. Lo hizo hace poco cuando se desveló que el presentador de la BBC Jimmy Savile había abusado de docenas de menores. Las agresiones existieron, las sectas no. Todos los que participaron en la ocultación de las pruebas eran gente respetable.

Pero lo peor es que las paranoias sobre sectas satánicas hicieron olvidar los casos que merecían ser de verdad investigados. El pasado mes de febrero, el gobierno británico nombró a la juez  Lowell Goddard para echar luz sobre las alegaciones relativas a la existencia de una red de pedófilos entre las más altas magistraturas del país (políticos, jueces,… y hasta miembros de Casa Real o el gobierno de Margaret Thacher) que funcionó en los años 80 en el país. De momento, de lo poco que ha trascendido es que hay 144 expedientes que se han perdido. Puede que no sean los únicos.

¿Y los satanista?  Aunque hay iglesias satánicas que operan a plena luz del día (la más conocida es la que fundó Anton Lavey en los 60) jamás ha habido pruebas de que se dedicaran a violar niños (no se puede decir lo mismo de la Iglesias Católica) y eso que han existido algunas tan pintorescas como el Black Sun, formada por nazis defensores acérrimos de los derechos de los homosexuales o las performance inca-satánicas para turistas de los seguidores de Enrique Verdón. Ha habido, eso sí, caso de chiflados que -en nombre de Satán- han cometido algunos crímenes (Le Bestie de Satan en Italia o el Inner Circle en Suecia y Noruega), pero por lo general los satanistas son pacíficos y, la mayoría, rechaza la existencia física del diablo. Algunos, como el Satanic Temple, son realmente interesantes y dignos de ser tenidos en cuenta para acabar con tanto mito.

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