El artista alicantino presenta el proyecto Trascity en el IVAM
VALÈNCIA. En apenas unos días el Institut Valencià d'Art Modern (IVAM) convertirá una de sus salas en una suerte de trastero. Sí, sí, un trastero. El marco de la acción es la exposición Trascity, un proyecto que reflexiona sobre los roles y espacios que ocupamos y sobre los objetos que acumulamos y coleccionamos, entre ellos imágenes. La transformación del espacio museístico corre a cargo del artista alicantino Alberto Feijóo, quien ha desarrollado este proyecto específicamente para el centro, una muestra que parte de estructuras que miran a lo cotidiano para hablar de una ciudad cambiante, de precariedad y, también, del propio sistema del arte. Lo hace partiendo de una fotografía que, en su caso, tiene pocos límites espaciales. Para ver el resultado todavía hay que esperar un poco, hasta su inauguración el próximo 1 de junio. Será entonces cuando cada visitante se haga con su llave de acceso al trastero de Feijóo.
-Una mudanza de Londres a Alicante fue el catalizador de este proyecto, ¿cómo fue ese momento en que se enciende la bombilla?
-La bombilla se enciende en distintas ocasiones. Primero, con la invitación del IVAM para exponer en la Galería 3. En ese momento ya pensé en cómo podía hacer una instalación específica teniendo en cuenta la arquitectura de la sala. En este caso el dónde vino primero que el qué. El espacio me ha acotado el terreno, especialmente su altura. Esto me dio una cierta sensación de claustrofobia, de espacio limitado y limitante, una condición que he abrazado.
Fue caminando por la ciudad, que es como se me ocurren las cosas, accionando el cuerpo, cuando vi un negocio de alquiler de trasteros, un espacio que no deja de ser un lugar diáfano fragmentado. Esto me hizo conectar con esa mudanza, pensé en esas cosas que dejé en Londres en un trastero similar. Ahí sucedió esa conexión entre unas cosas y otras. Además, el nombre de ese local, Trascity, me dio un marco de actuación con mucho potencial. Es un término polisémico, complejo, que depende de cómo lo pronuncies puede significar una cosa u otra...
-¿Y qué significa para ti?
-Para mí Trascity es un espacio habitado, donde la representación se transforma en objeto y la imagen se convierte en habitáculo, te rodea.
-También plantea este proyecto una reflexión en torno a la precariedad...
-Precisamente es ese contexto de precariedad e inestabilidad el que enmarca el proyecto. La exposición tiene que ver con el traslado, con una distancia, un trayecto y una deriva. En definitiva, un camino del que no conoces el inicio o el final. Trascity habla de ese traslado que se produce a raíz de esa inestabilidad y esa precariedad, la que yo he vivido y estoy viviendo. Tiene que ver con encontrar un lugar en el mundo, un lugar donde poder trabajar, vivir, coleccionar... estar de una manera más segura, en definitiva. Creo que esta es hoy una problemática compartida con la gente de mi generación y generaciones posteriores.
-Hay un espejo entre el yo y la experiencia global.
-He intentado tratar este trabajo desde lo minúsculo, desde la anécdota, desde lo personal. Pero pretendo que este sea un proyecto compartido, generar vínculos con gente que se sienta en la misma posición.
-Hace unos días, precisamente, hablábamos en el podcast El Briefing del perfil del artista de 2023, un artista que, explicabas, ahora funciona en red, no de manera aislado.
-Está claro que ahora mismo vivimos conectados, incluso ultraconectados, cosa que tampoco es al 100% buena para el proceso creativo, pero sí facilita y hace más ligera la existencia compartir los mismos problemas o ansiedades, también los sueños. Difícilmente puede el artista hoy mantenerse con su trabajo, que tiene que solapar con otras ocupaciones. Esto se conecta con un pensamiento muy contemporáneo que se refiere a lo híbrido, lo mutante, algo que es muy interesante porque añade capas de complejidad en un mundo como el de ahora, en el que las cosas no son cartesianas. Esto, para bien o para mal, es una ruptura con la generación de nuestro padres, vivimos una realidad muy compleja, muy inestable y el trabajo del artista se ve influenciado por eso.
-Desde el punto de vista formal, ¿cuáles son los límites del trabajo fotográfico?
-Yo trabajo la fotografía desde la perspectiva del cuerpo. Para mí las fotografías y las imágenes son cuerpos que entran en contacto los unos con los otros. Es en esa relación entre imagen y objeto donde se crea una alianza entre la representación y la presentación, entre lo bidimensional y lo tridimensional. La fotografía adquiere una dimensión interesante cuando ocupa un lugar en el espacio. Por eso, para que en la fotografía surja un espacio de reflexión, la imagen tiene que independizarse de ciertos formatos, como el muro, que es una lacra para la imagen. Es muy limitante. Las imágenes pueden presentarse de múltiples maneras. Si pensamos en un paseo por la ciudad, aparecen en muchas superficies. En esta exposición, precisamente, lo que hago es multiplicar los muros de la sala, fragmentarla para crear los míos propios. El museo me ha dado un espacio pero yo he construido el mío.
-Hablamos de espacio físico, ¿dónde queda lo digital?
-En la relación que se crea con las pantallas la fotografía como tal ya no es una serie de imágenes sino un sistema. La imagen digital es legítima, pero para mí es una especie de espectro que aparece y desaparece en un pantalla y no sé muy bien qué la compone o si va a durar. Es una buena herramienta de comunicación, claro. Desde luego, el triunfo del lenguaje visual viene porque hay un triunfo de lo digital. Yo mismo la consumo obsesivamente, pienso en imagen más que en palabra.
-También es importante tu relación en estos años con esos espacios culturales no institucionales, ¿qué rol juegan en la escena cultural valenciana?
-Estos espacios ponen en cuestión estas estructuras de poder que legitiman a alguien en una profesión. Espacios como A10, Zape o Pols muestran que la labor de una galería o un museo no es exclusivamente suya, se puede hacer fuera de esa hegemonía. Es muy interesante porque estos son espacios donde se crean redes más horizontales, donde las jerarquías y las estructuras de poder están menos marcadas. Esos roles más líquidos generan alianzas muy fuertes.