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MUJERES ILUSTRES DE LA COMUNITAT 

Amalia Fenollosa, la poeta romántica

12/12/2018 - 

VALÈNCIA. Hay un documental del año 2014 que, bajo el título Se dice poeta y dirección de Sofía Castañón, reúne las voces de 21 poetas, nacidas entre 1974 y 1990, que dan su punto de vista sobre la creación, la difusión, la crítica y la recepción de su poesía. Todas ellas tienen algo que común: prefieren que se las llame poetas. Aunque sobre todo preferirían que esto no fuera un asunto a puntualizar. A la mujer de la que hoy nos ocupamos en esta serie se la llamó constantemente poetisa, como si poeta no fuera suficiente para ella. Amalia Fenollosa Peris nació en Castellón en el año 1825 y murió en Barcelona en 1869. Apenas 44 años de vida le bastaron para convertirse en una de las poetas, novelistas y dramaturgas más importantes del Romanticismo.

Como este movimiento artístico propugnaba, Fenollosa reivindicó el fatalismo y la melancolía como grandes temas de su obra. Si uno observa con detenimiento las muertes, suicidios y penalidades supremas de casi todos los románticos (Lord Byron, Larra, Espronceda, Vicente García Miranda, Rosalía de Castro) pareciera que una fatalidad se cerniera sobre ellos sin posibilidad de redención. 

A los trece años Amalia ya escribía sus primeros poemas. En 1941 publicaría su primer poema, El suspiro de la brisa, en un diario. La calificaron como “uno de aquellos raros portentos de su sexo” (como si fuera algo insólito que las mujeres tuvieran virtudes) y “como una persona habituada a padecer” (haciendo honor a esas características intrínsecas del Romanticismo). No es de extrañar este padecimiento pues si en 1838 Amalia tuvo que padecer la muerte de su padre, sólo cinco años más tarde experimentó el dolor de perder a tío, el hombre que había ocupado el lugar del primero. Así se expresa en uno de sus versos:

Yo, víctima de la suerte, 
huérfana y desventurada 
desde el nacer entregada 
al aflictivo dolor.

En su formación fue crucial la figura de Víctor Balaguer, su mentor y promotor de la Renaixença valenciana. Fue él que mejor definió el destino de las mujeres en aquel siglo: “[...] Nace la mujer siendo esclava de sus padres, vive siendo esclava de su marido, muere siendo esclava de sus hijos”. Fenollosa perteneció a la llamada Hermandad Lírica, una asociación de mujeres escritoras y feministas que emergió a mitad del siglo XIX, que cultivaban con gran talento la poesía y el relato y que, finalmente, luchaban contra el rol sumiso que tenía la mujer. En aquellos años y en posteriores, Amalia cultivó una profunda amistad con otras mujeres poetas como ella: Manuela Cambronero y Vicenta García Miranda. Todas ellas se intercambiaban cartas y poemas que todavía hoy se conservan. Todas ellas, además, lucharon por combatir un estigma de la época: la ausencia de libertad para las mujeres como una de las grandes causas románticas. Así escribía Amalia a sus compañeras:

Poetisa, hermana mía
al aire suelta tu acento,
y ondule presa del viento
tu solitaria canción.
(…)
Vibra la lira, poetisa,
suelta al aire tus cantares, 
y extíngase mis pesares
al compás de tu canción.

Participó en la obra El Pensil del Bello Sexo, considerada la primera antología de escritoras españolas en la que se reunía obra desigual y diversa de poetas románticas y feministas como Carolina Coronado, Vicenta García Miranda, Manuela Cambronero o Rogelia León. Después de la poesía llegarían las novelas folletinescas, un género muy célebre en aquellos años. Eran narraciones repletas de peripecias, aventuras y reencuentros. Dos de esas novelas fueron El premio de la virtud, publicada por entregas en el año 1845 en la revista El Genio y Malvina de Serhatí, un año después, en La Lira Española.

-Más 'Mujeres ilustres de la Comunitat' aquí-

Además de las penalidades familiares, Amalia padeció otra colectiva: la Guerra Carlista. En algunos de sus escritos recuerda un momento de gran impresión para ella, cuando el grupo del General Cabrera descendió desde la fortaleza de Morella hasta Castellón y acuchillaron a varios vecinos desarmados. Pero después de tanto sufrimiento conocerá el amor gracias a Juan Mañé, director del Diario de Barcelona. Se casaron en 1851 y se marchó a Barcelona. Pese haber militado con anterioridad en asociaciones feministas y tener conciencia de la sumisión histórica de su género, Amalia dejó todo por su esposo y escribe a sus compañeras: “Heme retirado de la literatura, renunciando a la gloria literaria, porque todo lo que no sea él me parece robado a su culto”. Se dedica entonces a la vida matrimonial aunque sigue frecuentando, de vez en cuando, el ambiente literario y cultural barcelonés. 

En un artículo de Salvador Bellés titulado Amalia Fenollosa Peris. Escritora y poetisa del Romanticismo, el autor explica detalladamente cómo aparece Mañé en la vida de Amalia:

Su fortaleza física, su capacidad intelectual y literaria, tan sorprendente, la convirtieron desde muy joven en una figura nacional de alto nivel, las revistas y los editoriales del momento la buscaban y la contrataron, le editaron su obra, poesías, teatro, novela, hasta que apareció el chispazo: Entonces fue cuando te vi, al momento cambió mi ser y me encontré dichosa... 

Esa dicha estaba provocada por su futuro marido que tenía todas aquellas virtudes que Amalia anhelaba:

Se había enamorado de Juan Mañé i Flaquer, catedrático de latín y literatura, periodista director del Diario de Barcelona. Se conocieron en el desierto de Las Palmas, donde él estuvo unas semanas para reponerse de una enfermedad. Una dolencia que se repitió en años posteriores porque, una vez ya casados, Juan y Amalia tuvieron que desplazarse hasta Sarriá para que él respirara aire puro. Tiempo después sería la madre de Amalia la que contraería otra enfermedad. Y ni siquiera la buena noticia de una hija daría alegría a la escritora, pues al no poder amamantarla la daría a una nodriza para que la criara, separándose así de ella. Se sabe que tuvo dos hijos más pero apenas existe rastro sobre ellos.

Cuando solo tenía 44 años murió en Sarrià. Existe una necrológica en el diario que su marido dirigía en la que, además de informar acerca de su muerte, alaba su estilo literario y la define como una mujer a la que la suerte no le sonrió en la vida. Queda su obra para recordarla y reivindicarla. 

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