ALICANTE. José María Fraguas comenzó su vida profesional en Televisión Española hasta que un buen día decidió iniciar el camino de las letras, al igual que también hicieron Javier Reverte y Arturo Pérez-Reverte. No hay duda de que aquella pequeña pantalla —expresión obsoleta pero común en otro tiempo— fue cuna de buenos escritores.
Fraguas destacó como reportero, realizador, guionista y productor ejecutivo en esa primera etapa televisiva; pero su carácter inquieto y polifacético lo llevó, además, al mundo de la publicidad, fundó una revista de cine y escribió, dirigió y produjo varios documentales de contenido social. Y no puedo evitar mencionar, con el fin de tener una visión más amplia de su espíritu emprendedor, dos hechos bien curiosos y poco conocidos de su dilatada trayectoria en el ámbito audiovisual: fue quien acuñó el vocablo pinganillo y en 2000 creo un YouTube en español (el actual todavía no había nacido) que consistía en una plataforma de televisión para internet que se llamó tvradicam.com.
Refiero de forma sucinta su andadura profesional y compromiso social, porque creo que al lector le suele gustar conocer los mimbres creativos de un autor en la escritura de sus obras, cosa que no siempre es posible. Sin embargo, precisamente, en esta novela —recién publicada bajo el sugerente título Desde el solitario mirador del olvido— podrá descubrirlos nada más iniciar su lectura.
La narración entrelaza dos historias vinculadas entre sí, que a su vez giran sobre otra que sucedió un siglo atrás en una casa del litoral norte de la provincia de Alicante que encierra el enigma de su nombre: Villa X. En lo referente a su estructura, debe señalarse que Fraguas trenza con pericia los tres relatos de tal forma que mantiene al lector expectante ante el peculiar desarrollo del argumento y, al mismo tiempo, intrigado por el significado del nombre de la casa, hasta que este se desvela al final y es cuando cae —si es cinéfilo— que le han colado un MacGuffin hitchcockiano.
El protagonista de la primera historia es Pedro, un productor de documentales que va a acometer un trabajo sobre los territorios españoles en el Rif y los protectorados en el Sahara occidental para mostrar los avatares que marcaron la presencia española en Marruecos desde principios del siglo pasado. Dentro del plan de rodaje decide alquilar Villa X, la antigua vivienda de un comandante que participó en la guerra del Rif, y que por su estilo arquitectónico —similar a las del Magreb de entonces— le permitirán grabar el principio del documental. Los miembros de su equipo realizan una exhaustiva labor de documentación histórica con el fin de contextualizar la época y, además, para averiguar la historia de la casa y el significado de su nombre.
La segunda está protagonizada por Aidé, una integrante del grupo, que se ha desplazado a un campamento del Sahara adonde miles de saharauis han acudido para explicar, mediante mítines y asambleas, sus reivindicaciones laborales y el expolio de sus recursos por parte del Gobierno aluita. (Algunos analistas consideran que estos acontecimientos constituyeron el preludio de la Primavera Árabe). El propósito de su viaje es tomar imágenes de dichas protestas para incorporarlas al documental.
Y la tercera se desarrolla en la villa alicantina.
Con respecto al argumento, hay dos puntos que conviene subrayar. Por un lado, las tempestuosas historias de amor que viven algunos de sus personajes; y, por otro, los diálogos que mantienen los miembros del equipo conforme van encontrando la documentación que buscan.
En relación a este último punto, es digno de mención que rescatan del olvido a Carmen Burgos, periodista, escritora y defensora de los derechos de la mujer. El interés por su figura, estriba en que fue la primera corresponsal de guerra de nuestro país al cubrir la guerra del Rif en 1909 y cuyas crónicas les resultan de enorme utilidad para la redacción del guion.
Igualmente, también refieren el periplo de las decenas de miles de republicanos españoles que en las postrimerías de la Guerra Civil se exiliaron a Argelia a bordo de los numerosos barcos que partieron desde los puertos alicantinos. Uno de los personajes explica que buena parte de los refugiados fueron obligados a alistarse en el Ejército francés y que tuvieron sobresalientes actuaciones en la Segunda Guerra Mundial defendiendo la causa aliada. Entre ellas, cita su heroica participación en la batalla de Narvik al sur de Noruega (este episodio se recogió en la recomendable película Narvik) y su presencia en la liberación de París.
Se trata, como se puede desprender de la reseña, de una ficción tanto de trama como de personajes con un trasfondo histórico que enriquece la narración. Y en cuanto a la estilística, Fraguas muestra su destreza con el lenguaje literario que combina hábilmente, cuando le interesa, con el visual y conciso propio del audiovisual. El resultado es una novela con una prosa fluida y un buen pulso narrativo que se bebe con deleite.