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Antonio Arias (Lagartija Nick): “Hemos querido manchar de arte la verdad histórica de las guerras”

“Una fuerza emocional apabullante”. “Una obra supramusical que se engrandece en vivo”. “Un espectáculo de belleza balsámica”. Esta es la cola de cometa que acompaña los conciertos de presentación de Los Cielos Cabizbajos (Montgrí, 2019). La banda granadina, baluarte del art rock español desde los años noventa, pondrá este viernes a más de veinte músicos sobre el escenario de La Mutant de València para ofrecer un espectáculo visual y emocional de alto voltaje

27/02/2020 - 

VALÈNCIA. En 1983, el grupo granadino TNT publicaba Manifiesto Guernika, disco seminal de punk en el que Jesús Arias volcaba denuncia social y comentario político-histórico sobre el horror de las guerras y el odio que las cobija. Esta obsesión persiguió al periodista, poeta y compositor hasta que la muerte le alcanzó prematura e inesperadamente en 2015. El hermano mayor del fundador de Lagartija Nick, Antonio Arias, falleció a los 52 años dejando un ingente legado de notas, partituras y canciones sin terminar. Parte de este material fue recuperado en el LP Crimen, sabotaje y creación, publicado por Lagartija Nick en 2017. Pero ha sido en Los cielos cabizbajos (2019), donde la banda ha conseguido aproximarse más al concepto épico y sobrecogedor que Jesús Arias tenía en mente cuando escribía versos sobre el amor bajo las bombas de Sarajevo o  el hongo destructivo de las bombas de Hiroshima.

El décimocuarto álbum de Lagartija Nick es denso, trágico y más abierto musicalmente, puesto que aquí empastan por primera vez el sonido terrenal de los instrumentos eléctricos con el candor espiritual del coro y la formación sinfónica. Se suma además la aportación del pianista especializado en música electroacústica David Montañés (Almería, 1983). 

Varios meses después del inicio de esta gira, Lagartija Nick llega por fin a València. Actuarán el próximo viernes en la sala La Mutant, donde contarán con la colaboración del Coro de la Agrupación Musical Santa Cecilia del Grau de València y la disponibilidad de una caja escénica idónea para poner en escena esta “locura vibrante”, que mezcla de forma insólita poesía y crónica periodística. La banda granadina, la misma que rompió prejuicios propios y ajenos cuando se arrimó a Enrique Morente, no teme pisar caminos inexplorados. “Todas las conquistas sublimes son premios a la osadía”, decía Victor Hugo.

- Dice la nota promocional de Los Cielos Cabizbajos que este es vuestro “trabajo más ambicioso”. Una frase difícil de utilizar en el caso de Lagartija Nick, porque siempre habéis sido un grupo con ambición artística y con tendencia a publicar discos que huyen de la norma. Dicho esto, ¿es este, de verdad, vuestro trabajo más ambicioso?
- Creo que sí, porque, voluntariamente o no, nos hemos adentrado en sonoridades y composiciones que nos obligaban sutilmente a cambiar nuestro propio registro. Por ejemplo, el tipo de material que manejábamos nos ha llevado a asumir retos como el de acercarnos a las músicas mundo; a la música africana, asiática o europea. Incorporar a compositores clásicos como Chaikovski nos ha obligado a trabajar de una forma distinta. Es evidente que es un disco ambicioso por la cantidad de instrumentos e ideas que contiene, pero también por el diálogo que abre de compromiso y superación. 

- Después de 14 álbumes y tantos giros de guion, ¿habéis conseguido llegar a ese punto en el que vuestros nuevos discos se reciben con la mente abierta?
- Sí, ahora la gente tiene más predisposición a escuchar nuestros discos sin prejuicios y también nosotros los sabemos explicar mejor. En épocas como la de Omega (1996) o Val del Omar (1997), el proceso creativo nos aisló. Teníamos una postura bastante ajena al resto del mundo. En aquel entonces veíamos, no soberbiamente, pero sí de manera protectora, que lo que teníamos era tan bueno que la agente sencillamente iba a alucinar. Reconozco que había un poco de orgullo. Nos decíamos: “Es tan bueno, que es un insulto que la gente lo trate así”. Ahora las cosas han cambiado; el público sabe que en nuestros discos puede pasar cualquier cosa.  Los cielos cabizbajos es un disco que busca crear puentes, no divisiones. 

- Hablemos de la composición de Los Cielos Cabizbajos, y de tu hermano Jesús, alma mater del mismo ¿Cómo fue el proceso de ensamblaje de las canciones a partir de las notas, poemas y  partituras que dejó como legado
- En un primer momento fue un proceso solitario. Al ordenar el material, observé que era un repertorio que reflejaba múltiples talentos, así que me preocupé sobre todo de no quitarle eso. Mi hermano dejó una gran cantidad de poemas, una serie tremenda de partituras, demos, canciones sin acabar. La idea de la que partimos fue tratar de abarcar en lo posible todos los aspectos de esa persona que ya no estaba con nosotros; no se trataba de encontrar las canciones donde el grupo podía sentirse más cómodo. 

- Salir de territorios conocidos también os ha servido para explorar otros lenguajes, como el sinfónico.
- Hemos aprendido muchísimo sin darnos cuenta. Ha sido apasionante intentar abarcar incluso los puntos donde sabíamos que éramos mas débiles, que son también las áreas donde más hemos evolucionado. Por ejemplo, si decidíamos que entrase un coro en una canción, estudiábamos bien las formas vocales. Este disco nos ha enseñado a trabajar por primera vez con una orquesta, aprendiendo a dejarle espacios, a utilizarla como un instrumento más del grupo. Nos ha hecho trabajar con nuestros instrumentos de forma diferente, buscando los sonidos de las sirenas antiaéreas, de las bombas…. También ha sido algo nuevo para nosotros la necesidad de que el sentido de la verdad periodística impregnase el mensaje de las canciones. 

- ¿Has conocido algún aspecto nuevo de tu hermano mientras escarbabas entre este material?
- Sí, la constancia que demostró para trabajar sobre un mismo tema durante 25 ó 30 años. Su capacidad de sorpresa constante. La extensión de su memoria. Que canciones como “Buenos días Hiroshima” fuesen maquetas del año 86, y que siguiera trabajando hasta el último día de su vida sobre temas que para nosotros estaban olvidados. 

- ¿Te ha ayudado en tu duelo personal llevar a término Los Cielos Cabizbajos?
- Claro, aunque siento que nos hemos quedado muy a las puertas de lo que él tenía en mente. Sé que él me diría: “¿Por qué has empezado con un solo chelo? ¿Por qué no seis orquestas? ¿Faltan más sonidos de bombas? ¡Falta la voz de Hitler!” (ríe). Y yo le diría: “Lo sé, lo sé”. En este proyecto, yo he trabajado con una doble cabeza; la mía, y otra más censora. A pesar de lo ambicioso que es este proyecto, solo hemos conseguido desnudado lo justo el alma de Jesús. El resultado es poco comparado con lo que él hubiera querido, y demasiado para lo que nosotros aspirábamos al principio. Lo que sí es evidente para mí es que todo el mundo que ha participado en este disco ha estado muy implicado emocionalmente. Este es un proyecto-imán, como lo fue Omega en su día.

- La puesta en escena que acompaña la gira de este disco respeta el concepto sinfónico del disco (con coro incluido), y busca una experiencia inmersiva del espectador ¿Dejó también escrito Jesús cómo quería que se llevaran estas canciones al directo?
- Este es un aspecto que miramos mucho. Después de nuestro primer concierto tras la publicación del disco, tuvimos que hacer cambios para asegurarnos de que funcionara como debía. Este no es uno de esos proyectos que van pegados a la salida del disco y luego se olvidan; es un proyecto que se quedará orbitando alrededor de Lagartija Nick, para recuperarlo siempre que sea necesario, como hemos hecho con Omega o Val del Omar. Sé que es un proyecto al que siempre me hará ilusión volver en el futuro. Dicho esto, y aunque ha sido increíble haber hecho conciertos de Los Cielos Cabizbajos a lo grande, no tenemos la intención de llevarlo a cuestas como un moby dick por calles estrechas. Queremos disfrutarlo sin agobiarnos. Es un disco un poco zen, en ese sentido.

- Habéis dejado la escenografía en manos de Cube, un colectivo de artistas que se declaran admiradores del “racionalismo arquitectónico norteamericano, los hermanos Lumière, Caravaggio, rumba, el punk y el chabolismo en general”. Ahí queda eso.
- Ellos estudiaron previamente el proyecto y lo entendieron con una profundidad increíble. La idea de la habitación infinita, la evocación a los horrores de la guerra que pintaron Goya y Picasso, la caída de las bombas… todo queda reflejado en el trabajo escenográfico y de iluminación que han hecho para nosotros. Es una puesta en escena muy sugerente, y que además se puede adaptar a casi todos los sitios. Estos conciertos son una experiencia visual, sin visuales; una experiencia política, sin política; un concierto clásico, que no es clásico. Habla tanto de lo que tiene, como de lo que sugiere.

- Habéis decidido publicarlo en Montgrí, un sello joven y muy pequeño, detrás del cual está el dúo catalán Cala Vento ¿No lo quiso Universal, con el publicasteis vuestro anterior trabajo, Crimen, Sabotaje y Creación?
- Para empezar, los plazos no cuadraban. La salida de Los Cielos Cabizbajos quedaba muy pegada a la de Crimen, sabotaje y creación (2017), en el que ya habíamos abierto el melón del repertorio de Jesús. Por otra parte, a veces las multis llegan a sitios muy interesantes, y muy rápido; pero ya no estamos en los años noventa. Las letras, la portada o la misma definición que se hace de Bruselas en el disco, podría habernos traído problemas, con catorce abogados mirándolo todo con lupa durante meses. No quería esperar tanto, y además mi prioridad además era preservar el aspecto visceral del disco. Sacarlo en el sello de Cala Vento, que es una gente muy trabajadora, muy del siglo XXI, que además sintió afinidad con el proyecto desde el primer momento, ha sido muy liberador. Es curioso, porque cuando mi hermano vivía, yo era el que le decía: “¡Cómo se te ocurre escribir esas letras sobre sangre y madres muertas!”. Ya ves, estaba hablando como un abogado. (ríe).

- Escogisteis la voz del periodista y corresponsal de guerra Jon Sistiaga para enlazar esa “verdad periodística” que vertebra las canciones, y que está estrechamente vinculada con la profesión a la que se dedicó tu hermano toda su vida ¿Temisteis en algún momento que esa voz tan reconocible de Sistiaga expulsara abruptamente al público del misterio de la canción?
- Es una buena observación, aunque la verdad es que a nosotros nos hubiera gustado meter su voz en más canciones todavía. Una de las intenciones de este disco es la de partir de una verdad objetiva -el horror de la guerra, sus consecuencias, la manipulación del poder- para buscar una verdad artística. Manchar de arte las verdades históricas, como las de la guerra en Somalia o Sarajevo. El periodismo como puro arte. Sistiaga es colega nuestro desde hace años, y lo hemos visto en muchos conciertos de Lagartija Nick. Para la grabación del disco, le pedimos que leyera anacrónicamente una serie de noticias reales. Y en un concierto en Madrid le convencimos para que saliese a leerlas en directo. Me resultó curioso que se pusiera tan nervioso, con la experiencia que tiene (ríe). Creo que sus palabras le dan una emoción tremenda a las canciones, porque su voz está muy asociada en nuestra cabeza a todos esos conflictos que relató durante sus días como corresponsal.

- Es muy inusual que un músico enfoque de esa manera la profesión periodística. El periodismo está considerado a lo sumo como un hermano pobre de la literatura. Aquí, sin embargo, la hacéis confraternizar con la poesía sinfónica. La sublimáis, de alguna manera.
- Mi hermano siempre buscó la manera de aportar algo más al periodismo cultural, al que se dedicó toda su vida, primero en El País, y al final de su vida en Granada Hoy. A él su profesión le sirvió para tender puentes con una labor artística que siempre estuvo comprometida con el mundo. Su faceta como poeta, que tanto tuvo que relegar, se ha recogido en un libro que acaba de editar el Patronato Federico García Lorca, Un jardín contra tu nombre. Este libro sirve, en mi opinión, para redimensionar la capacidad del periodismo, y que no siga viéndose siempre como un hermano pobre de la literatura.

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