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Ara Malikian: "La Cultura ha sobrevivido a otras pandemias, guerras y dictaduras. Nunca parará"

El violinista habla sobre su manera de entender la música y la vida, que para el son dos caras de una misma moneda; sobre la crisis de los refugiados y sobre la precariedad del sector musical. Los días 20 y 21 de marzo estará en El Palau de les Arts a las 19 horas

19/03/2021 - 

VALÈNCIA. El tipo desgarbado de larga melena rizada y oscura es Ara Malikian, uno de los violinistas más reputados de todo el mundo. Su recorrido está plagado de éxitos y su actitud ante la vida es optimista y segura. Sin embargo, cualquiera pensaría que su pasado no corresponde con un vitalismo como el suyo. Nació en Líbano en 1968. Sus abuelos tuvieron que huir del genocidio armenio, y en su país natal estalló la guerra cuando él tan solo contaba ocho años. El músico aprendió a cotidianizar el horror, y quizás esa sea la clave de su éxito. No piensa que tuviera una mala infancia, sino todo lo contrario: era feliz

Con catorce años, su padre lo mandó a estudiar a Alemania, donde tiempo después iniciaría su carrera como músico. A sus espaldas acumula una quincena de discos e infinidad de vueltas al mundo violín al hombro. En un principio, su música se catalogaba como 'clásica', pero con el tiempo Ara fue huyendo de las etiquetas y dejando su marca personal en cada composición: matices del rock, del folklore o incluso del flamenco. Después de casarse con Nata Moreno (que ganaría el Goya por un documental sobre su vida), se mudó a València. El artista opina que la música clásica no debería ser concebida como un género reservado a las élites. Piensa que si se tiene esa perspectiva es porque es un tipo de música que durante mucho tiempo ha estado rodeado de arrogancia y soberbia

Malikian vuelve a València este fin de semana (días 20 y 21 de marzo) junto al joven pianista cubano Iván "Melón" Lewis, reconocido como uno de los más influyentes de su generación y ganador de varios Latin Grammy. Lo hará con su gira Le Petit Garage, y estará en el Palau de les Arts a las 19 horas ambos días. Culturplaza conversa con él acerca de su manera de entender la música y la vida, que para el son dos caras de una misma moneda; sobre la crisis de los refugiados y sobre la precariedad del sector musical. 

-En tus conciertos normalmente cuentas una historia sobre algún pasaje de tu vida y después prácticamente narras esa vivencia, solo que esta vez con tu violín. La correspondencia, al escucharte, es muy clara. ¿Cómo te inspiras a la hora de componer?
-Me dejo llevar. Tengo la suerte de que compongo para mis propias necesidades, cuando algo me toca, me inspira. Las fuentes de inspiración pueden ser cosas muy sencillas: desde una persona hasta un suceso. No es algo que busque, viene de forma natural. Aprovecho cada anécdota o historia interesante o graciosa que me ocurre para contarla al público, porque me ayuda a mí y al público. Ambos nos sentimos en un ambiente más íntimo. 

-La música clásica se entiende actualmente como un género muy reservado a las élites, inaccesible para la mayoría de la población. Tu música y tu manera de tocarla huyen de esto. La haces accesible a todos los públicos, ya sea por el espectáculo que ofreces, porque cuentas historias a través de ella o directamente porque en realidad no es tan inaccesible.
-Creo que la música clásica no es inaccesible. Existe desde hace siglos y es cierto que la escribieron compositores que llevan muertos cientos de años, pero eran genios tan grandes que su música sigue siendo actual. Merece ser divulgada y escuchada. Hay que dejar que te emocione. La única desgracia es que se llama 'clásica', si no se llamara así, quizás fuera más fácil de llegar a la gente. Yo intento divulgar la música que a mí me gusta, que puede ser barroca, contemporánea, moderna o lo que sea. 

No entiendo del todo por qué se suele ver de forma tan elitista. La culpa, quizás, la tenemos los músicos clásicos, que durante mucho tiempo perpetuamos esa arrogancia, esa soberbia relacionada con que la música clásica está por encima del resto de géneros. Es algo que me parece absurdo, y creo que es algo que ha hecho mucho daño. Creo que hoy en día, poco a poco, el mundo de la música clásica se está dando cuenta de esto. Más que nada porque durante mucho tiempo ha vivido de dinero público, y hoy, debido a las crisis continuadas, cada vez hay menos subvenciones para la música, lo que hace que tenga que vivir del riesgo. Ante esto, se dan cuenta de que durante años, este concepto elitista está pasando factura. Hay que llevarla al gran público para reconciliarla con la gente normal y corriente. 

-Tu música fusiona folklore, rock, música clásica… ¿en qué género te integras?
-No me considero de ningún género. Muchas veces ni sé de qué género es la música que me gusta. Igual que yo no sé de dónde soy, me siento de muchos lugares, tengo muchas fuentes de inspiración. A las personas siempre les gusta etiquetar, en todos los sentidos. Yo intento escapar de todas las etiquetas, lo que importa es la emoción. Una canción te emociona o no te emociona. Y punto. Da igual de donde venga.

-Huiste de la guerra siendo un niño y te mudaste Alemania. Desde entonces has recorrido el mundo con tu violín, y tienes a tu espalda una trayectoria repleta de éxitos musicales. ¿Qué balance haces de tu vida?
-Intento no balancear mucho [Ríe]. Creo que lo mejor está por venir todavía. Es cierto que he aprendido a creer en mis pasiones, en mí. Y a través de esto, puedes conseguirlo todo. Es cierto que vengo de un país que estaba en guerra. A los quince años me mudé a Alemania, sin nada. Lo único que tenía era un violín y mis ganas de ser músico. Eso me ha ayudado a sobrevivir, a ser feliz y a tener la vida que tengo. La pasión y el empeño. 

-Eres una persona que tiene como clave fundamental arrojar luz y optimismo a las situaciones oscuras y difíciles que la vida va trayendo.
-El optimismo es indispensable. Algo peligroso en la vida es quedarte en tus miserias y ser víctima de ellas. Todos tenemos miserias, por supuesto, es lógico. Pero creo que lo importante es no culpar a nada ni nadie de ellas, sino utilizarlas para hacer tu vida mejor. Siempre se puede mejorar, luchar. Es verdad que a veces es muy difícil porque los fracasos deprimen, te llevan hacia abajo, claro que sí. Pero también creo que la clave está en cómo lo veas, porque los fracasos te pueden inspirar para mejorar tu situación. 

-Naciste en un país en el que se cometió un genocidio (Armenia) y huiste después del Líbano por la guerra. Hoy en día, sigue sin haber una solución para los millones de refugiados que por esta misma razón han tenido que abandonar sus países en busca de una vida mejor. El Líbano está muy cerca de una catástrofe humanitaria, y las sociedades occidentales, en general, han acabado por generar apatía hacia los movimientos migratorios. ¿Qué opinas de todo esto?
-Cualquier ser humano debería estar muy preocupado con esta situación. Sé lo que sufren los refugiados porque yo he sido uno. Ahora, con la situación de pandemia que estamos viviendo, se habla aún menos de ellos y del problema migratorio. Si hace un año era grave, ahora es todavía peor. Es un problema estancado, que no va a desaparecer. Es más urgente que nunca. Me produce tristeza. ¿Qué se puede hacer? Intentar concienciar, hablar del tema, que los gobiernos dejen a un lado los intereses políticos y hablen de una forma más humanitaria. Somos humanos, y la esperanza es que después de esta pandemia podamos ver el mundo de una forma más sensible y humana que por intereses políticos y económicos. 

-El sector musical se ha visto enormemente golpeado por la pandemia. Muchos de tus compañeros y amigos están en paro. ¿Cómo estás viviendo toda esta situación?
-También con preocupación. Cuando hay crisis y problemas en el mundo, lo primero que se cuestiona siempre es la cultura. Ahora mismo, todos mis compañeros están en una situación muy difícil, la mayoría en paro y sin un futuro cercano muy claro. Todo es muy incierto, no sabemos cuando volverá a empezar la actividad. 

Por mi parte, me siento muy afortunado. A partir julio hemos podido reinventarnos adaptando el formato de conciertos. Aforos más pequeños y limitados. 

-Hay muchos artistas y profesionales de la cultura que piensan que con esta falta de conciertos la gente se acabará acostumbrando y cuando la situación vuelva a la normalidad no mejorarán las cosas para ellos. ¿Crees que la música y la cultura sobrevivirán a toda esta situación?
-Sí, sin duda. A largo plazo no tengo ninguna preocupación. El arte, la música, el teatro, la literatura, la danza, todo, han sobrevivido a lo largo de siglos y siglos a otras pandemias, guerras, terremotos, dictadores, censuras... Seguirá para siempre. El arte nunca va a parar. Lo hemos visto con esta pandemia: para la salud mental (y la física, que depende de la mental) necesitamos el arte y la cultura. Sé que nunca va a parar, las personas vamos a necesitarla. La gente siempre seguirá yendo a conciertos y espectáculos. Es cuestión de tiempo. El problema es a corto plazo. 

-Eres una persona que siempre ha creído en la bondad humana. Actualmente, concretamente con la distribución de las vacunas, se está viendo algo muy repetido históricamente: el individualismo y el egoísmo. Muchísimos países no van a tener acceso a la vacuna hasta dentro de mucho tiempo. ¿No hay veces en las que dices: pues mira, a lo mejor el ser humano no es tan bueno como yo pensaba?
-Claro. Sin duda, hay personas con intereses egoístas. Pero creo que, por encima de todo eso, a todos nos interesa creer en el ser humano. Hay mucha gente egoísta, pero también mucha bondad; y se ha demostrado en muchos casos. Hay gente que se ha adelantado al momento en que le toca vacunarse, pero otros han cedido su vacuna a personas con más riesgo. Hay una fuerte campaña de personas benévolas e influyentes que busca impulsar que todos los países del mundo, especialmente los pobres, tengan acceso a la vacuna. Yo creo en la bondad de las personas. Lo humano ganará a lo económico. 

-¿Qué opinas sobre el ascenso de los nacionalismos, el racismo y la xenofobia al que estamos atendiendo? 
-He vivido en un país donde, por culpa del fanatismo, del nacionalismo y de tener la mente cerrada ha ido todo muy mal. Líbano entró en una guerra y perdimos millones de vidas. Lo único que puedo esperar es que aprendamos de los errores. Cada uno puede opinar como quiera, lo más peligroso es no respetar las opiniones diferentes. Todo pasa por el respeto. Es importante que todos seamos diferentes y que pensemos de un modo diferente, pero el respeto es indispensable. 

-Sobre el escenario siempre cuentas anécdotas. Me gustaría que me contaras alguna historia divertida o interesante que te haya ocurrido en algún concierto. 
-Hay muchas, pero voy a ser un poco travieso [Ríe]. Si quieres oír mis anécdotas ven al concierto de este fin de semana en València. 

-¿Quiénes dirías que son tus referentes en la música?
-Como violinista, Paganini es un espejo para toda la vida. Como músico en general, Bach. Como amante del rock, Radiohead. 

-¿Cómo ves el mundo dentro de veinte años?
-Siempre con esperanza. Espero que el mundo tenga más paz, respeto y buen rollo [Ríe]. Al menos eso debemos esperar de él, aunque luego no suceda. Es importante intentar educar a nuestros hijos con este concepto de aceptación y respeto, contra el racismo, en el feminismo... Al menos hay que intentarlo, y si en veinte años no lo conseguimos, ojalá lo consigamos en cuarenta, y si no en sesenta. Algún día tenemos que conseguirlo. Esa es la perspectiva.

-¿Próximos proyectos?
-Estamos con esta gira en formato dúo, más íntimo. Cuando se permita prepararemos una gira con una banda más grande. Ahora no podemos planear proyectos a largo plazo, de momento estamos girando con este formato. 

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