LaSala Russafa acoge la comedia interactiva de época Y la nave va?
VALÈNCIA. Los actores que trabajan bajo las órdenes de Chema Cardeña suelen reiterarle la inquietud que les provoca su capacidad para anticipar el futuro en sus textos. El dramaturgo y director se quita mérito: “Las cosas no pasan de la noche a la mañana, sino que hay un caldo de cultivo y yo estoy atento a esa actualidad que se va cociendo poco a poco”.
La escritura de su última obra, Y la nave va?, programada en la Sala Russafa hasta el 6 de enero, también está marcada por su ojo clínico. La realidad polarizada, la irrupción de la ultraderecha en España, la cuarta ola del feminismo y la crisis migratoria que hoy son el pan nuestro de cada debate se abordan en clave de comedia.
“Hace unos años jamás se me hubiera ocurrido incluir a un miembro del Ejército en la trama, pero ahora no me resulta descabellado. De hecho, acaba de saltar la noticia de que un general retirado es el candidato de Vox a la Alcaldía de Palma”, se justifica Cardeña.
Arden Producciones ha encerrado en un mismo espacio a un militar recalcitrante, un reverendo fanático, una sufragista radical, una erudita de sexualidad fluida, un juez narcoléptico, una noble frívola y un científico bohemio.
“He tratado de que estuvieran los elementos más representativos de la sociedad, los que accionan y generan opinión, por no decir los que manejan los hilos y manipulan a la sociedad”, explica el autor.
Los protagonistas son un grupo de pasajeros de un navío de finales del siglo XIX que parte desde un puerto de Europa en pos del Nuevo Mundo. La idea es plantear un debate en común sobre los retos a los que se enfrenta España frente a un modelo social desgastado. De ahí el planteamiento interactivo del montaje, en el que la audiencia participa con pequeños referéndums que marcan el desarrollo de la acción.
Los espectadores han de votar el nombre que darán a la isla a la que se dirigen, si su sistema político será monarquía o república y si una mujer puede erigirse en presidenta, entre otras decisiones consensuadas.
La propuesta interactiva implica que cada representación pueda ser diferente a la anterior en función del resultado de las votaciones entre el público. Los personajes cambian sus roles, la ideología de los discursos se apoyan en los principios monárquicos o republicanos y se barajan dos finales diferentes.
No obstante las complicaciones, Cardeña aprecia el estímulo que este acto de libertad supone para los intérpretes.
La decisión de conceder esa libertad a sus espectadores tiene que ver con la sensación de temor que está viviendo recientemente en el ejercicio de su oficio. “Como creador estoy preocupado porque me sorprendo autocensurándome, y lo mismo les ha sucedido a otros compañeros”, lamenta el dramaturgo.
Los últimos episodios de amenazas de grupos de extrema derecha contra cómicos como los integrantes de Mongolia y Dani Mateo han sembrado entre la profesión el miedo a tener problemas serios caso de plantear en sus piezas aspectos políticamente incorrectos.
“No se puede admitir. Como bufones del reino que somos los artistas, tenemos la obligación de denunciar, hacer reflexionar y poner un espejo frente al público para que vea lo que está sucediendo”, se planta Cardeña, que el 11 de enero estrena otra obra, “peliaguda”, pero que ha escrito sin renunciar a la libertad personal.
La pieza se titula El limpiaculos del rey, está ambientada en la Inglaterra del siglo XVI y reflexiona en clave de comedia, “sobre las miserias humanas, la ambición, la corrupción y la tremenda seducción que ejerce el poder sobre los hombres hasta el punto de cambiarlos y hacerlos auténticos animales sin conciencia ni principios”.
Para Y la nave va? Arden repite la fórmula que tanto éxito le supuso en su Trilogía de cuentos políticos: música en directo y trasfondo crítico. Esta vez suenan temas de Iggy Pop, Abba, Katrina & The Waves, Neil Diamond, Marilyn Monroe y Boney M, entre otros, interpretados sobre el escenario por los músicos David Campillos, José Montoro y Johny B. Zero.
En esta ocasión, la trama no parte de un clásico literario infantil, pero sí bebe de mitos y referentes culturales populares, como el personaje del pirata, basado en la leyenda del holandés errante, la inspiración para los personajes de la sufragista y el general, respectivamente, en la madre de los niños de Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964) y el militar lisiado de la película Chitty Chitty Bang Bang (Ken Hughes, 1968), y el un compendio de mujeres fatales que van de Anna Karenina a la protagonista de La loba (William Wyler, 1941) interpretada por Bette Davis, para caracterizar a la duquesa.
El encarnado por Cardeña en la producción, el juez narcoléptico, se basa, en cambio, en un sentir extendido de la población: el adormecimiento de la Justicia. “El ciudadano está escandalizado, y no sólo por el fallo reciente del Tribunal Supremo con respecto a las hipotecas, sino también por las expresiones vejatorias y difamatorias vertidas por los jueces en casos de violencia de género, que en cualquier otro país les costaría el cargo”, lamenta el dramaturgo y actor con respecto al juicio de La manada.
Además de la desconfianza en la Justicia, la obra también insta a reflexionar sobre la ausencia de diálogo en nuestra sociedad. Durante toda la pieza, los personajes tratan de acercar posturas sin conseguirlo: “Antes se podía hablar de política, pero en la actualidad las conversaciones son discusiones. Parece que se ha olvidado la palabra diálogo. Somos incapaces de debatir y ponernos de acuerdo en nada. No hay proyecto, ni interés común, sólo imposiciones, porque estamos perdidos en bandos. Y como quiero que las cosas cambien, así lo denuncio sobre el escenario”.