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MEMORIAS DE ANTICUARIO

Arte y coleccionismo con espíritu deportivo

“Automedes brillaba entre los demás atletas como la luna llena hace palidecer a las estrellas; de tal belleza era su cuerpo, cuando, aplaudido por el público jubiloso, lanzaba el disco o la jabalina muy alto, en el cielo, o cuando, al final, en la lucha, mostraba su rapidez y habilidad”

25/11/2016 - 

VALENCIA. Afortunadamente la creación en los últimos treinta siglos ha adoptado tal variedad de formas, que los temas están ahí, in the air, y sólo hay que atraparlos en función de recuerdos y experiencias. En este caso el recuerdo adquirió la forma de un bronce del siglo XIX que tuve en la galería. Representaba a un atleta en carrera, y era reproducción de una obra original clásica, y la experiencia, la recién celebrada-brillantemente- maratón de Valencia. Así que, habemus tema.

Corredores griegos. Replicas romanas del siglo I. Bronce

No descubro nada si digo que el arte griego hizo del deporte de competición uno de los ejes de su creación artística: numerosas son las escenas de toda clase de pruebas atléticas que aparecen en cráteras y vasos de cerámica, por no hablar de las celebérrimas esculturas, tantas veces reproducida en las academias de dibujo.

Algunas de las creaciones artísticas más importantes de aquel mundo, y yo diría que de la historia del arte occidental, tienen una temática exclusivamente deportiva. Pero tras la época helenística la Grecia clásica y su esplendor llegó a su fin. El clasicismo como hilo conductor pervive hasta bien entrado el siglo XX, pero mentiría si dijera que el deporte se mantuvo como uno de los temas por antonomasia. Bien al contrario, la función del arte cambia y esta iconografía desaparece, puesto que ya no puede reflejar algo que ha dejado de practicarse en el mundo real. Ya en la antigua Roma se va arrinconando, y durante la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco no es un asunto que se demande ni inspire a los artistas del momento. Lo lúdico viene representado más por las escenas de caza, pasatiempos domésticos o la monta a caballo, pero las competiciones deportivas son cosa de un pasado muy lejano. Sí que es cierto que a partir del Renacimiento y hasta el XIX, se siguen reproduciendo, en bronce y en pequeño formato, aquellas majestuosas esculturas clásicas, aunque en ningún caso por lo que esta obra representa, sino por la obra de arte en sí como ejemplos paradigmáticos, y como muestra de devoción hacia la perfección formal del mundo clásico. Es en el siglo XIX, con la modernidad, cuando la burguesía empieza a disponer tiempo para lo lúdico, y la práctica deportiva vuelve a hacer acto de presencia. Bien es cierto que nunca volverá a ser un tema profusa y abundantemente tratado, y es de forma esporádica cuando vuelve a aparecer en las artes plásticas.

Boceto de Umberto Boccioni

Durante el período de Vanguardias el deporte es la viva imagen de la modernidad: la velocidad, el dinamismo, los ritmos quebrados y el color. Los artistas futuristas congelan esos momentos fugaces como en “Dinamismo de un ciclista” de Umberto Boccioni (1913), “Ciclista” de Natalia Goncharova, del mismo año, o los coloridos “Atletas” de Robert Delaunay. Es también en 1913 cuando Claude Debussy compone su ballet Jeux (juego), que comienza y finaliza con una pelota de tenis que cae y que se convierte en hilo conductor para desarrollar una acción amorosa entre tres personajes. No obstante, no vayan a creerse que los compositores clásicos caen seducidos por esa incipiente popularidad de los deportes, y Jeux constituye también, al igual que en arte plástico una rareza en la producción creativa.

Antigüedades

Lo que sí que se ha disparado ya desde inicio del siglo XX es la afición al coleccionismo deportivo: la cartelería, las colecciones de cromos cuya publicación se inicia en los albores de la centuria, objetos de toda índole relacionados con los clubes favoritos desde su fundación etc. Todo ello ha fomentado las subastas temáticas sobre artículos relacionados con el deporte aunque en este caso es más la motivación de índole fetichista lo que mueve al alza las pujas. En el mercado norteamericano las cifras que se manejan son en ocasiones mareantes: por ejemplo la pelota con la que Mark McGwire, un mítico jugador de béisbol, llegó a su home run número 70 es la más valiosa del mundo, pues alcanzó la mareante cifra de 3 millones de dólares por ella en el año de 1999, a los pocos años la mítica figura de Babe Ruth, probablemente, el mejor jugador de béisbol que ha existido, destrozó esa cifra con la venta de su camiseta de 1920.

Fijaciones de esquíes de finales del siglo XIX

Desde hace algunas décadas el objeto deportivo ha entrado con fuerza en la decoración de casas o locales comerciales, ya que la pátina del tiempo ha convertido piezas ya centenarias en objetos llenos de encanto y poseedores de una especial belleza por sí mismos, bien por los materiales empleados- en muchas ocasiones madera- por la forma artesanal de construcción o por lo rudimentario en los sistemas de uso si los comparamos con los actuales. Así, cada vez es más habitual ver en ferias y mercados de antigüedades esquíes y raquetas de madera, bicicletas de carreras de la primera mitad del siglo XX, juegos de golf o de petanca, o balones y botas de fútbol de principios de entreguerras en cuero oscuro y cosidos a mano.

Cartelería

Caso aparte es la cartelería deportiva, constituyendo una categoría de coleccionismo por sí misma. El cartel conmemorativo de torneos de las más variadas especialidades se convierte en el terreno para que numerosos artistas desarrollen su talento. Una gran cantidad de pintores van a dedicar parte de su obra a la elaboración de carteles dedicados a ferias, celebraciones o exposiciones, y de entre estos los deportivos cobran especial importancia. Existe en el mercado una inacabable cantidad de carteles de competiciones de toda clase. Como es lógico, originales son muy escasos y, como tal, alcanzan altas cotizaciones siendo más frecuentes las reproducciones de época. En el Mundial 82 de fútbol, celebrado en España, se produjo un feliz encuentro entre grandes creadores contemporáneos y el deporte, así los carteles de las sedes fueron realizados por una nómina de artistas deslumbrante: además de Miró que realiza el famoso cartel del campeonato, el de Valencia lo lleva a cabo Valerio Adami, Tapies para Barceloa, Chillida para Bilbao, Saura para Sevilla y Arroyo para Madrid entre otros. Casi nada.

Cartel de Valerio Adami. Mundial 82

La pilota valenciana

El arte también se ha fijado en nuestro deporte más autóctono para componer estampas de corte costumbrista o para aplicar todas las posibilidades de la escultura. Pocas obras pictóricas hay en nuestros museos referidas al deporte, pero es para congratularse que al menos exista una dedicada al Joc de la pilota a llargues, obra de José Bru Albiñana (Valencia 1855-1921) en las paredes del San Pío V. La fama local de su autor hay que atribuirla prácticamente en su totalidad a este cuadro lleno de tipismo-una obra que destaca más por su interés casi etnológico que por su calidad- fechado en 1881, y poco más se sabe este artista. Un tema, el del juego de pilota a llargues que trataría en otras ocasiones.

José Bru. Partida de pilota. Museo San Pío V

Mucho más contemporáneo es Manuel Boix que en 1992 reaparece en la escena artística con una exposición-El punt dins el moviment- sobre el juego de pelota que en su día tuvo un gran éxito por la rotunda originalidad, la monumentalidad y el virtuosismo figurativo.

Escultura en bronce de Manolo Boix sobre el juego de la pilota

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