VALÈNCIA. La estupidez humana está viviendo un momento álgido, de eso no cabe duda alguna. Hace una semana, se convocaba en Madrid una manifestación que aspiraba a histórica, porque según los asistentes, estaba en juego la unidad de España. Se ve que dicha unidad no está tan quebrada o que eso importa bastante poco a la gran mayoría de ciudadanos porque no se produjo la marea humana que los convocantes deseaban. Y menos mal, así tenemos diez minutos más para creer que no todo está perdido. No deja de ser significativo que muchos manifestantes acudieran a defender, cabreadísimos, una idea de unidad nacional que se ha quedado antigua porque la unidad ciudadana que exigen estos tiempos es la de la igualdad social y no la de a ver quién cuelga la bandera más grande. Jubilados a los que los convocantes bajarán las pensiones no bien puedan, clase obrera puteada de por vida, gente que no sabe ni siquiera por qué está enfadada, gente sacando la bandera de turno a pasear –como capa, como chal, como turbante, sólo falta que la hagan pañal- para clavarle el mástil en el ojo al primer independentista, maricón, feminista o inmigrante que se les cruce en el camino. No deja de ser irónico pero dos días antes se publicaba una canción de Pet Shop Boys titulada ‘Give Stupidity a Chance’, démosle a la estupidez una oportunidad. La canción no pudo llegar en mejor momento. Porque, aunque en realidad sus autores están hablando de la estupidez de la que se alimenta el brexit, al final es todo lo mismo.
Canciones, inteligencia, humor y elegancia son los cuatro pilares sobre los cuales se sostiene el prestigio de Pet Shop Boys. Nunca habían hecho, en más de treinta años de carrera, un disco tan politizado como Agenda, el epé que contiene la citada canción. Se ve que estos dos tipos tan flemáticos, con tanto seny a la inglesa, están hasta los bombines de la deriva moral que la raza humana insiste en fomentar en lo que llevamos de siglo. Neil Tennant y Chris Lowe casi siempre han sido oblicuos, que no ambiguos en sus observaciones. Ahí va un ejemplo: en 1993 convirtieron ‘Go West’, canción originalmente grabada en plena eclosión de la música disco, la música gay por excelencia, en una elegía por las víctimas del sida, con aquellos coros rusos que ponían la piel de gallina. Parte vocal que, por cierto, interpretó un coro de mineros galeses en una gala de los Brit Awards, adelantándose a películas como Pride, creando una de esas escenas perfectas que no abundan demasiado en la música pop: dos colectivos aparentemente opuestos, gays y mineros, pero igualmente marginados, unidos en una actuación que se convirtió en un sutil y emocionante manifiesto político.
“No quiero pensar en el mundo, quiero hablar de mí”, dice la letra de ‘Give stupidity a Chance’, que parece escrita para ilustrar el absurdo de lo ocurrido hace unos días en el Congreso de los Diputados cuando unos presupuestos creados para beneficiar a los habitualmente menos beneficiados, fueron tumbados por partidos de izquierdas que están más preocupados por las banderas que por el bien de la gente. La cuestión inevitablemente me recuerda a algunas de esos títulos largos con forma de pregunta a los que Tennant y Lowe son tan aficionados: What Have I Done To Deserve This? (¿Qué he hecho yo para merecer esto?), How Can You Expect To Be Taken Seriously? (¿Cómo esperas que te tomen en serio?) o Was It Worth It? (¿Ha valido la pena?). También podría servir, aunque no vaya entre signos de interrogación, I Don’t Know What You Want But I Can’t Give It Anymore (No sé lo que quieres pero ya no puedo dártelo).
Durante décadas, Pet Shop Boys han construido un cancionero que expresa con buen gusto pero con extrema certeza, muchos de nuestros escenarios emocionales. En ‘Being Boring’ expresaban a la perfección lo que significa echar la vista atrás y visitar tu propia juventud. ‘It’s a Sin’ expresaba con toda la épica del mundo lo que es la sensación de culpa, la esencia del pecado, ese concepto que tanto apego siente por casi todos nosotros y que se encarga de jodernos la vida sistemáticamente. También tuvieron el cuajo de decir lo que muchos solteros vocacionales pensamos, que el amor no es más que un constructo burgués –igual que lo es el concepto de normalidad aplicado a los individuos, pero esto ya es exclusivamente cosa mía, no lo han dicho ellos aunque es muy probable que Chris y Neil también lo piensen-. Y cuestionaron la idea que en los primeros años ochenta tuvimos del futuro en una canción poco conocida, ‘This Used To Be The Future’, cuando parecía que las máquinas estaban dispuestas a colaborar con los humanos para mejorar nuestra vida y nuestra sociedad. Cuando parecía que avanzábamos para mejorar y nos desharíamos para siempre de las religiones, y reinaría la lógica y evitaríamos las guerras para concentrarnos en mejorar este mundo. Amantes del detalle como pocos, invitaron a Phil Oakey, de Human League, prototipo de estrella pop futurista en la época, para que les acompañara en la parte vocal.
Agenda también cuenta con ‘On Social media’ (En las redes sociales). La explicación en poco más de tres minutos de cómo la estupidez humana se propaga a toda velocidad gracias a la normalización de la misma. Los que venimos de aquel pasado que veía el futuro con ingenuidad pensamos que era cuestión de tiempo que conociéramos Marte, pudiéramos teletransportarnos o hacer videoconferencias. Sólo acertamos en esto último. Nada nos previno de que la tecnología nos permitiría estar conectados virtualmente convirtiéndonos en un rebaño formado por millones de cabezas. Nunca imaginamos que eso nos llevaría a hablar de lo que no sabemos, a fotografiarlo todo con nuestros teléfonos, a contar cada detalle de nuestras insignificantes vidas y a comentar las de los demás. A confundir la amistad con los retuits y los likes, a canjear el compromiso real por la firma a favor de causas justas, a difundir noticias falsas y a iniciar debates sobre cualquier tema donde lo último que importa es hallar soluciones. “Mientras le democracia se está perdiendo y la avaricia es cada vez más avariciosa –dice la letra de ‘On Social Media’-, te consuelas haciéndote un selfi o dos y los cuelgas en las redes sociales”.
En los últimos años se ha extendido la idea de que la música pop es inofensiva, vacua y reaccionaria, carente de conciencia social. Es muy probable que así sea, pero también es un hecho que por su poder de comunicación, cuando tiene mensaje para transmitir, este retumba con mucha más potencia que la de otros vehículos culturales cargados de razón. Pet Shop Boys llevan cuatro décadas haciendo música, con muchos momentos álgidos y algunos resbalones. Han dicho ya muchas cosas y también han ganado dinero. Y sin embargo, ahí siguen. Empáticos, lúcidos, haciendo música que conciencia a la vez que divierte. Canciones que nos ayuden a escapar de esa triste realidad que nosotros mismos creamos y que somos incapaces de mejorar. Si hemos hecho algo para merecerlo será que como especie, aún nos queda algo de esperanza.