VALÈNCIA. El sol entra a chorro a través de los cristales del local de ensayo situado en Alboraya, entre la huerta y muy cerca de la Playa de la Patacona. La luz natural, la naturaleza y el mar son muy importantes ahora para las sensaciones que exhala la música de Modelo de Respuesta Polar; en el fondo siempre lo han sido, pero ahora más si cabe. Es por ello que Borja Mompó (cantante, guitarrista y compositor del grupo) recorre el camino inverso al que ha sido el habitual hasta el momento: es él quien se acerca a València para ensayar con el resto de banda, cuando desde que se mudó a Madrid siempre había sido al revés. El litoral ha ganado.
Son pocas las excepciones, pero ser un grupo de rock y estar radicado en València es incompatible con trascender. No es que apechuguemos con ello (al menos yo no pienso hacerlo), simplemente es así. Discutir los porqués no es el fin de este artículo. Otro día. En todo caso, es por ello por lo que muchos artistas, llegado el momento, deciden migrar rumbo a la capital o, en su defecto a Barcelona, para presentar sus credenciales y probar suerte. Es el caso de Borja que, en 2012, tomó las Villadiego y se plantó en un piso compartido y extraño de Malasaña. A partir de ahí, mucho curro de comercial de uno mismo a pie de barra de bar, mucho bocadillo de paté o atún (combinaciones energéticas y baratas para aguantar el tirón y llegar a fin de mes), mucha fiesta obligada en la que sonreír sin mesura ni ganas, algo de alcohol y experiencias químicas, muchas canciones que casi se hacían solas… mucho trabajo. “Han sido años muy divertidos en los que he disfrutado, he conocido gente fundamental en mi vida y he crecido mucho como persona y músico. Y aquí está hoy, más maduro y profesional, a una semana de presentar un disco, el cuarto, en La Rambleta". Más movimientos, es un álbum definitivo, sin fisuras, que se expande brillante, al abrigo de una de las agencias más influyentes de España, Hook Management.
Ha llovido mucho desde la primera vez que me topé con él. Os cuento algunas de las gotas que todavía me salpican la memoria, va.
Realmente nos conocimos en 2008 y aquí hemos venido para contarlo. Fue al finalizar la charla que se me acercó aquel chaval tímido de pelo rubio y rizado para decirme que le había gustado mi intervención en una mesa de debate en torno al periodismo musical celebrada en el Centro Cultural Octubre. Siempre ha sido guapo el cabrón (cosa que corroboré con mi mujer, por aquellos días mi novia). El caso es que me quedé con su cara y desde entonces fue más o menos habitual verlo por saraos y conciertos de la noche valenciana.
Y llegó aquel día. ¡Cómo pasa el tiempo! Hace 7 años de aquello. Soledad Vélez había hecho un concierto delicioso. La chilena, prácticamente recién aterrizada en nuestra ciudad, nos dejaba obnubilados tras una actuación que reflejaba todo su potencial. A los hechos nos remitimos. Era la final de la tercera edición de Concurso Vinilo Valencia, por aquellos días con sede en la sala Wah Wah, y los ganadores fueron, sin embargo, unos descarados Modelo de Respuesta Polar. La mezcla de letras y pasajes delicados con espirales de rock (casi post-rock) instrumental decantaron la balanza a su favor. 28 de enero de 2011. Con Chesterton como invitados de excepción. Jorge y Fran -los fieles y fundamentales en la salud y el sonido del proyecto hermanos Mollá-, Matías Entraigues -primer batería que tuvo la formación cuyo primera hija, doy fe, nació mientras actuaban en el Mirador Pop de Cádiz- y Borja fueron el cuarteto titular de aquella noche que fue principio de algo. Una mecha que prendió con la grabación del disco Así pasen cinco años en Music Rooms Studios y su fichaje por Limbo Starr, uno de los sellos de referencia del indie patrio. Comenzaban a destacar entre el montón, no había retorno.
A la creciente admiración por sus canciones se unieron aquellas míticas noches en Wah Wah, El Tornillo o La Velvet empapados en música y cerveza. También algunos festivales. Combinación infalible para ir fraguando un cariño y un respeto que hoy son ya amistad y amor de verdad.
También tuve la oportunidad de enrolarme en una de sus giras. Fue solo por un día, pero subí sin pensarlo en la furgoneta de la banda. Era el San San (todavía en Gandía) 2016. Compartimos backstage y risas con La Habitación Roja, Amatria y Mario Vaquerizo, entre otros. Desde dentro vi perfectamente el liderazgo silencioso que ejerce Borja sobre el resto; el respeto del resto del equipo hacia su figura; la relevancia de cada uno de los miembros; la concentración y los nervios previos a la salida a la palestra. Conservo aquella postal intacta: el sol cayendo sobre las colinas de la localidad y la contundencia sonora con la que el grupo remató el óleo de aquel atardecer naranja y azul. Comprobé, además, que son gente tranquila, de costumbres y vicios contenidos. No es el caso del que escribe, que se intentó colar en el hotel sin previo aviso, tarde y en dudoso estado. Qué risa cuando la recepcionista vino a buscarme gritando mi nombre. No consiguió sacarme de allí. Disculpa si estás leyendo esto. Bueno, ya os cuento en otra ocasión.
El otro día discrepaban en una interesante charlar entre periodistas musicales entre la conveniencia o no de trazar amistad con los músicos sobre los que uno escribe. Probablemente no sea lo más recomendable, se pierda la objetividad. Y qué le vamos a hacer, no es este un artículo objetivo ni lo pretende. Borja ha caminado conmigo y con mi familia en momentos felices y complicados. Acudió raudo en aquella ocasión que no podía moverme de casa. Lo mismo hizo cuando nació nuestro hijo. Aquel paseo, con parada a tomar una horchata, en la Avenida Reino de València.
¿Recuerdan a Los Pistons? Sí, aquel grupo de adolescentes que a principio de los 2.000 vendió más de 300.000 discos en Taiwán y que sonó sin cesar en nuestras radiofórmulas. Pues bien, Borja Mompó fue uno de sus componentes. Contaba por aquellos días con 16 primaveras y, a la edad en la que cualquiera de nosotros comenzaba el instituto, él ya se pateaba los escenarios con la guitarra eléctrica colgada al hombro. Eran otros tiempos, otras inquietudes, otra forma de mirar el mundo. Pocos compañeros de profesión pueden poner en su currículum que a tan temprana edad ya ejercían de pleno el oficio del pop. Borja no pasó por la facultad del rock, se subió directamente a las tablas.
Ignoro qué sucedió en los años de transición hasta que 8 años después me topé con él por primera vez, pero no me cabe duda de que el apoyo incondicional de su familia fue clave para que nunca abandonara la guitarra ni la convicción en lo que hacía. Lo sé porque no fallan, ahí están sus padres y sus hermanos presentes y orgullosos en todas las citas que geográficamente les cuadran. No se me olvida, fue en un concierto en solitario y desenchufado de Borja en un lugar de Ruzafa llamada Recordshop, se me acercó emocionado el padre y me dijo: “yo creo que no es porque sea su padre, pero lo hace bien, ¿verdad?”. Aunque pensaba lo mismo, quién era yo para decir lo contrario.
Sí sé que parte de su tiempo (la que no consumía frente al instrumento) la invirtió en sacarse la licenciatura de Publicidad. Como casi todo el gremio indie, Mompó tiene que duplicarse para pagar sus facturas. Una dualidad que le ha venido muy bien para aplicar sus conocimientos de comunicación, marketing y publicidad en su carrera musical. A poner en práctica herramientas que todo aspirante a formar una banda de rock seria debería preocuparse por atesorar.
Sus discos muy distintos pero fundamentales para entender la evolución del grupo, están plagados de imágenes cotidianas, reales y vitales en las que verse reflejado. Esa forma de componer tan aparentemente automática y sincera que asusta, toca y atrapa. Recuerdo con que excitación me contaba los días de grabación El Cariño (2014) en casa de Suso Saiz. Parecía un crío, irradiaba la emoción del niño en el campamento de su vida, de alguien que vibra con lo que hace. Y salió aquel conjunto de canciones tan artesanales y enormes en cuya consecución contribuyeron las manos de Pau Paredes (pianos y baterías). Fue para llevar al directo este disco que se dio la aparición fundamental de Cristóbal Colom (alma mater de aquel grupo tan bonito llamado Mañana), pilar fundamental que todavía hoy sustenta teclados y guitarras del conjunto.
Con Dos amigos (2016) se abrió el espacio que hoy habita. Un sonido rock que bebe de todo aquel ruido y nervio de los primeros tiempos, pero que lo sabe contener para lograr metas de elaborada comercialidad. Quique González, Antonio Vega, Standstill, The War on drugs, Ryan Adams, Midlake, Pumuky, The National… Ahora ya no había duda: todas las cosas, todo el trabajo, comenzaba a ocupar un lugar con personalidad totalmente propia cuyo nombre es Modelo de Respuesta Polar. Y fue el momento perfecto para que les llegara al aquel regalo: girar como teloneros de Izal frente a aforos de miles de personas. Dieron la talla, lo disfrutaron, siguieron creciendo. Y, por cierto, de puta madre con Mikel y su banda, nos contó en aquella reunión de amigos frente a una paella en Casa Roberto horas antes de su concierto en la Fuenta de San Luis.
El próximo 20 de enero, por mucho frío que haga, probablemente Borja aproveche el día para hacer surf, su otra pasión. Es raro que perdone el baño en pelotas en el Mediterráneo. Ya luego, otra invernal noche abrigará el concierto presentación de su nuevo disco, Más movimientos dentro de Los Ineludibles de Cervezas Alhambra en La Rambleta. Se estrena en directo a la batería el último en llegar, Álex Barberá. Abre, además, Joana Serrat con lo que la velada es triplemente atractiva.
Vaya si ha llovido. Brillan el sol y el mar en el horizonte. Llegan en su mejor momento.