VALÈNCIA. Cuando algo está bien hecho desde el principio no hace falta cambiarle nada, se puede seguir con el mismo texto, una representación muy similar y se puede rehuir de lo que sería una actualización en cualquier caso. Con las obras de Pedro Calderón de la Barca, autor al que el Teatre Principal dedica ahora una retrospectiva desde las tablas, sucede casi lo mismo.
El próximo 8 y 9 de febrero llega la representación de La dama duende, una comedia de “capa y espada” dirigida por Borja Rodríguez -Premio al Mejor Director en el Festival de Teatro Clásico de Cáceres 2024- que consigue acercar al presente la historia de Ángela, una viuda perseguida por las deudas de su marido y obligada a recluirse en la casa se sus hermanos para sobrevivir.
Perseguida por los cobradores de su difunto marido Ángela se recluye en un armario resignada a su suerte pero su vida cambia cuando empieza a escaparse y conoce a un gran amigo de su hermano que le deja alojarse en su casa durante unos días. En el Madrid de los años 50 y entre pasadizos Rodríguez descubre la historia de una Ángela que vive con rabiosa actualidad lo que le pasa y que no se deja encerrar por culpa de un hombre.
“No hay que tocar casi nada del texto de Calderón porque la magia está en su representación. No se me ocurre algo más actual que una mujer que quiera luchar por sus derechos y que consiga pelear por su vida y su presente. Nos interesa encontrar los puntos de encuentro con la actualidad a través de la arqueología teatral y el anclaje del autor con lo contemporáneo a través del teatro”.
Dejando el texto “casi en bruto” en La dama duende Rodríguez proclama un grito de libertad en el que Ángela navega por el escenario lejos de mostrarse enclaustrada para luchas por su vida y desligarse de quien, en algún momento, fue “el hombre de su vida”. Jugando con la radio como si fuera un personaje más el director de esta pieza consigue dividir el escenario en varias salas en la que los personajes intentan entablar relación con Ángela, que realmente busca generar su propio camino sin enlazarse de nuevo con nadie.
“El espectador encuentra diferentes espacios en un mismo escenario que se convierte en un estudio, una habitación y un armario. Esta revisión del Calderón nos permite mirar a los clásicos con ojos contemporáneos pero respetuosos con la línea del tiempo”, apunta el creador y dramaturgo.
Con una grada que les responde con vitoreos y de pie -a lo largo de estos dos años de gira- Rodríguez apunta que la fórmula secreta para abordar un clásico es precisamente no tocarlos demasiados y dejar que el arte se mantenga tal y como estaba: “Los clásicos son obras de personas que mataban por un verso y que llevaba la vida al extremo. Son clásicos porque son mucho mejores y peores que nosotros y lo más fácil es diversificar la mirada que tenemos sobre estos”.
Aplicando estos cambios a través de los actores, la escenografía y algunos pequeños detalles de representación Rodríguez es fiel defensor de que “el texto no se actúe” sino que se actúe la situación sobre la que se trabaja: “A veces no es necesario mover ni una coma del texto original. Los clásicos del teatro son como el rock para el público aunque tenemos que saber evolucionar con ellos”. De esta misma forma Rodríguez asume también que cada vez es más difícil captar la atención de un público que requiere más estímulos: "Tenemos que ir cambiando constantemente con el público que nos ve, nos enfrentamos ante un público que tiene que estar sin mirar el móvil durante dos horas y o les entretenemos o pierden el foco".
La compañía Nao d'amores presenta este espectáculo donde los actores hacen las veces de músicos y escenógrafos