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La escritora presenta en Nules ‘La memoria infiel’

Carmen Amoraga: "Escribo para reencontrar a los muchos lectores que perdí mientras hacía política"

10/01/2025 - 

CASTELLÓ. Carmen Amoraga (Picanya, 1969), una de las escritoras que acumula más premios en el panorama de las letras españolas, llega este viernes a Nules para compartir charla con sus lectores. A las 20.00 horas, en la biblioteca municipal protagonizará un club de lectura para desgranar su última novela, ‘La memoria infiel’, un libro con el que quiere reencontrarse con los miles de seguidores que acumulaba antes del parón literario que supuso su paso por el Gobierno valenciano como directora general de Cultura y Patrimonio entre 2015 y 2023. Pese a que se encontraba en un momento dulce como escritora, con libros superventas y con el respaldo del grupo editorial Planeta, decidió aparcarlo todo y pasar a la primera línea política “para seguir siendo coherente conmigo misma”.

Amoraga, además de escritora y política es licenciada en Periodismo. Su primer trabajo, ‘Para que nada se pierda’, fue galardonado con el Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla. Con su obra ‘Algo tan parecido al amor’ fue finalista del Premio Nadal, y con ‘El tiempo mientras tanto’ lo fue del Planeta. En 2014 volvió a presentarse al Nadal, y en esa ocasión lo ganó con ‘La vida era eso’.

Llegas a Nules con tu última novela bajo el brazo. ¿Hay ganas de seguir hablando del nuevo libro tras la promoción de las primeras semanas?

— Tengo muchas ganas de volver al libro porque hay que tener en cuenta que la novela se publicó el 2 de octubre, y a las cuatro semanas sufrimos la enorme desgracia de la Dana en muchos pueblos de Valencia, entre ellos el mío. Yo vivo en Picanya, a 50 metros de metros del Barranco del Poyo. Como es lógico, este suceso lo paralizó todo y hasta muchos días después no volví a la normalidad y a la promoción de la novela. Por todo ello, la relación que se tiene con los lectores en esos primeros momentos tras la publicación y que es súper importante para mí y para todos los autores y para todas las novelas, estuvo paralizada.

¿Por qué son tan necesarios hoy en día los clubes de lectura?

— Los clubes de lectura son fundamentales para que las novelas sigan vivas. La inmediatez en la que nos movemos ahora, con los medios, internet y las redes sociales, hace que una novela que no tiene ni tres meses de vida sea ya una novela anciana. En este sentido, los encuentros con los lectores ayudan a que los libros se mantengan vivos y jóvenes.

"La Dana paralizó esa relación tan importante que se tiene con los lectores tras publicar un libro"

Y como escritora, ¿qué te aportan los encuentros como el que presidirás en Nules?

— Me aportan mucho. Ten en cuenta que cuando una novela se publica ya deja de ser mía. Es de las personas que la están leyendo, de los lectores y las lectoras. Estos encuentros me ayudan, sobre todo, a la hora de empezar a trabajar en la siguiente novela. Se trata de reuniones con la gente en el que se interactúa de manera muy directa y fluida. Hace muchos años, cuando comenzaron a aparecer los primeros los clubes de lectura yo coordinaba uno y teníamos dos modalidades, uno con autor y otro sin autor. Cuando venía el escritor era muy distinto puesto que el diálogo entre los asistentes no era tan libre como cuando no venía. Eso es algo que, afortunadamente, ya no ocurre. Las personas ahora te dicen todo lo que piensan, para lo bueno y para lo malo. De una manera muy educada, esa fluidez sí que se da hoy en día. Y eso está muy bien porque aprendes. Tomas nota de los errores y luego lo tienes en cuenta cuando estás preparando las siguientes historias que vas a plasmar en un futuro libro. Por lo menos es lo que yo hago.

Cada vez son más frecuentes las convocatorias de estos clubes por parte de las bibliotecas públicas, pero da la impresión que los índices de lectura ni así remontan...

— No, no. A ver, es un hecho que cada vez se lee más. Hay que aplaudir las iniciativas que ponen en marcha desde las instituciones, desde las editoriales y también desde las librerías, porque consiguen que nos aficionemos más a leer. Creo que deberíamos leer muchísimo más, pero al igual que tendríamos que comer muchísimo mejor y disponer de otro tipo de hábitos cada vez más saludables. Lo que pasa es que vivimos instalados en la creencia de que no se lee. No es así. Los barómetros de lectura, año a año, nos aseguran que vamos en el buen camino. Pero lo bueno es que no solamente cada vez hay más actividades para lectores sino que cada vez se organizan iniciativas de otro tipo como pueden ser los talleres de escritura. Por ejemplo, yo mismo estoy impartiendo un montón de cursos para aprender a escribir en librerías, en universidades y en empresas privadas, y eso es porque cada vez hay más gente que tiene muchísimas ganas de sentarse y escribir.


De todas maneras, Carmen, cuando hablamos de índices de lectura tú no te puedes quejar porque tienes miles de seguidores. ¿Te consideras una escritora privilegiada en ese sentido?

— Bueno, no te creas. Me considero una escritora privilegiada porque puedo seguir escribiendo, pero en los años que fui directora general (de la Generalitat Valenciana) dejé atrás a muchos lectores. Decidí que durante ese periodo no publicaría nada, decisión que luego resultó bastante sencilla cumplir porque lo cierto es que no escribí ni una línea. Así pues, estuve gestionando la política del libro de la comunidad durante ocho años y pensé que lo mejor era no publicar mientras estuviera en el cargo. Y cuando regresé a la escritura me encontré con un planeta totalmente distinto, con un ecosistema que nada tenía que ver con el anterior, para bien y para mal. Se lee cada vez más, pero se publica también cada vez más. Y aunque opino que eso es positivo, lo cierto es que los lectores que yo tenía por por miles antes de asumir el puesto en la Generalitat los dejé de tener cuando volví a la literatura. Y eso es así de duro como lo cuento. Mi trabajo ahora es encontrarlos de nuevo. Los salí a buscar con la publicación de mi anterior libro, ‘El corazón imprudente’, y los sigo saliendo a buscar ahora con ‘La memoria infiel’. En cualquier caso, sí que me considero una privilegiada, no tanto por el número de lectores, que no deja de ser una cifra que cambia de novela a novela, sino por seguir pudiendo escribir, por continuar permitiéndome a mi misma ejercer el oficio de escribir. Lo comento muchas veces a los alumnos en las clases que imparto: es necesario encontrar tu voz interior para escribir desde esa voz propia, que es la que te diferencia del resto de escritores, y es necesario luchar con esa otra vocecita que te dice que no lo hagas, que no vales para esa tarea y que ya se te ha pasado el tiempo. Esa voz la oigo yo y la oyen también los escritores noveles. Pero hay que estar y mantenerse a pesar de eso.

— Has mencionado tu etapa como alto cargo de la Generalitat. ¿Qué te hizo dar el paso a la política siendo como eras una escritora exitosa?

— La coherencia con una misma. Soy una persona que se exige a sí misma ser coherente. Si criticas las cosas que no te gustan del mundo en el que vives y de repente tienes la oportunidad de sumarte a  un equipo de personas que crees que puede cambiar esas cosas, tienes que dar el paso.

¿Valió la pena?

— Si. No pudimos hacer todo lo que queríamos sacar adelante, pero claro que valió la pena. Siempre vale la pena, ¿no? Además, lamentarse sí que no sirve de nada.

"Si criticas las cosas que no te gustan y tienes la oportunidad de trabajar para cambiarlas, tienes que dar el paso"

Volviendo a la literatura, en el 2007 quedaste finalista del Premio Nadal y dos años más tarde del Planeta ¿Fue ese tu punto de inflexión como escritora o fue en el 2014 cuando ganaste el Nadal?

— No, no. No fue ni con el Planeta ni con el Nadal. Mira, yo tengo una muy buena amiga que actualmente es concejala de Cultura en el Ayuntamiento de Madrid y que anteriormente fue consejera en el Gobierno regional, Marta Rivera de la Cruz, y con ella lo he hablado más de una vez. Yo obtuve en 1997 el Premio Ateneo Joven de Sevilla y ella lo ganó el año siguiente. Y en lo que ambas coincidimos es que, pese a todas las cosas buenas que nos han ocurrido desde entonces, porque ella también ha sido galardonada con el Planeta, ninguna tanto como lo fue aquel Ateneo Joven de Sevilla. Ese fue nuestro verdadero punto de inflexión, porque ver publicada mi primera novela y de la manera en la que se hizo fue muy importante.

Entonces, ¿aquel premio fue el que lo cambió todo?

— Si. En aquel momento ves cómo se hace realidad algo que hasta ese momento te parecía imposible. Marta venía de una familia en la que su padre era periodista, redactor de un periódico de Lugo, pero en mi caso no era así. Mi padre era pastor de ovejas y luego tuvo un bar. Para mi era más fácil pensar que podría algún día viajar a la luna que publicar.


Ese premio, en aquel entonces, tenía una repercusión mediática enorme en España...

— Luego vinieron cosas maravillosas, como el Nadal o el Planeta, pero como te he comentado antes, el auténtico punto de inflexión para mí fue publicar la primera novela. El premio Ateneo Joven de Sevilla en esos años buscaba voces nuevas. Solo se podía optar al galardón si tenías menos de 30 años y gracias a eso se descubrieron algunas voces que luego se han consolidado en el mundo de la literatura. La editorial que lo publicaba, Algaida, pertenecía al grupo Anaya y tenía las ventajas de las pequeñas editoriales y las ventajas también de las más grandes, así, contabas con un editor que te respondía al teléfono personalmente cundo le llamabas y contabas con una distribuidora potente que te permitía estar presente en todos los sitios.

Por cierto, mencionabas antes a tu amiga Marta Rivera de la Cruz y ella, también escritora exitosa, lo aparcó todo por la política, como hiciste tu.

— Marta también fue finalista del Planeta y como escritora todo le iba mejor que bien. Y al igual que hice yo, aunque con partidos políticos distintos, dejó a un lado la literatura y entró en política. Buscas mejorar el mundo. Está claro que no lo mejoras tu sola, pero sí que puedes contribuir a cambiar las cosas.

Todos los premios han sido muy importantes en tu carrera literaria, pero lo del Planeta debió ser un tsunami profesionalmente e intuyo que también personalmente. ¿Cómo lo viviste?

— Fue una revolución incluso personalmente. El año que quedé finalista del Planeta lo ganó Eduardo Mendoza, quien ha sido siempre para mi un gran referente. Hicimos un buen equipo. Cuando recibí el premio esa noche, encima del escenario ya le expliqué a Eduardo que en mi casa me llaman con el apelativo cariñoso de ‘pajarito’ por el personaje Domingo Pajarito de Soto, de su libro ‘La verdad sobre el caso Savolta’. Fue maravilloso compartir la gira con él, y además, la posibilidad de llegar a tantísima gente y a tantísimo público lector es un lujo.


Volviendo a 'La memoria infiel', presentas un libro que pone sobre la mesa la dureza de muchas relaciones  familiares. ¿Cómo afrontaste su escritura?

— Es una temática que incluso en ocasiones no está bien visto abordar, ¿no? Cuando una persona se convierte en madre o padre no nos convertimos automáticamente en buenas personas. Si no somos buenas personas no vamos a ser buenos padres, y si no somos buenos padres nuestros hijos van a sufrir. No es la primera novela en la que trato este tema ni será la última. Pero es verdad que el tema de la maternidad nos lo venden muy dulcificado y muy edulcorado cuando en realidad es más complicado de lo que parece incluso cuando te llevas bien. Si encima entran en juego problemas como los que tiene el personaje de Ana que tienen que ver con adicciones y con la salud mental ya es más complicado.

Pero por eso mismo es tan importante que se aborde en una novela este tipo de trama, ¿no crees?

— Lo que me llevó a mi a escribir este libro es la no herida. Te encuentras con un personaje como Salomé a la que no se le ve ninguna herida y te crees que es una persona antipática y que está sumida en una pataleta vital, pero luego te das cuenta que lo que le ocurre es que ha sufrido un maltrato de los que no dejan una herida evidente. Y esa fue la necesidad que me surgió y la razón por la que me apetecía escribir 'La memoria infiel'.

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