El Teatre Micalet estrena la versión a cargo de Toni Agustí del monólogo del aclamado dramaturgo francourugayo Sergio Blanco dedicado al mito de la profetisa maldecida para no ser creída
VALÈNCIA. En los últimos años, los escenarios contemporáneos están reformulando los mitos griegos con el foco puesto en sus protagonistas femeninas y las injusticias de las que fueron objeto. A Medusa, Climtenestra y Hécuba, por citar algunas de las antiheroínas que en recientes ediciones de Sagunt a Escena han tomado la palabra que les fue negada, se les suma ahora Casandra, la princesa de Troya a la que Apolo escupió en la boca condenándola a no ser creída. El acto del dios de las artes, del arco y la flecha, de la curación y de las plagas sería hoy objeto de condena por no respetar la falta de consentimiento, ya que la venganza se gestó cuando la hermana de Héctor y París se desdijo del acuerdo de mantener relaciones sexuales si Apolo le concedía el don de predecir el futuro. Su nombre en griego antiguo, de hecho, significa “la que enreda a los hombres”.
El director de la obra programada del 17 al 26 de enero en el Teatre Micalet, Toni Agustí, no ha optado, sin embargo, por una visión revisionista de la profetisa. “Lo que hacemos es apropiarnos del personaje y dar otro punto de vista, pero sin juzgar lo que escribieron otros. Nuestra Casandra, de hecho, aprecia las obras de Esquilo y Eurípides, pero advierte al público de que lo que cuentan no fue así. No hay denuncia, sino una invitación a discutir”.
La sacerdotisa maldecida es ahora una trabajadora sexual transgénero y migrante a la que la audiencia conoce en los baños de un antro que puede ser tanto un bar como un after. El vínculo que se forja durante la función es tan efímero e impactante como el de esos encuentros nocturnos fortuitos en los que los aseos se convierten en refugio confesional.
“Estos baños son un hogar donde va a cambiarse después de cada servicio o a comer, porque guarda allí comida”, avanza Agustí, quien adapta el texto de uno de los dramaturgos más reclamados actualmente de la escena, el francouruguayo Sergio Blanco, cuyas obras han sido distinguidas con reconocimientos de la talla del Premio Nacional de Dramaturgia de Uruguay, el Premio de Dramaturgia de la Intendencia de Montevideo, el Premio del Fondo Nacional de Teatro, el Florencio al Mejor Dramaturgo, el Internacional Casa de las Américas, el Theatre Awards al Mejor Texto en Grecia y el Award Off West End en Londres.
El corpus del creador nacido en Montevideo y residente en París se caracteriza por hacer confluir la autoficción y las tragedias griegas. Su Kassandra es la pieza más alejada de la reconstrucción de su propia vida, pero sigue adoptando en ella un punto de vista personal.
El director de escena valenciano se decantó por este texto de entre todos los escritos por el autor porque los rasgos del mito incorporados a la protagonista de nuestro tiempo “no son una ocurrencia, sino un juego dramatúrgico” que le permite reflexionar sobre la identidad de género, el libre albedrío sexual, el drama migratorio, el exilio y la guerra.
Hasta el momento, casi todas las versiones de esta obra han sido interpretadas por mujeres jóvenes, pero aquí incorpora a Casandra la veterana actriz valenciana Amparo Fernández, entre cuyas últimas participaciones en cine y televisión destacan Acacias 38, Señoras del (h)AMPA, Mamífera y Valenciana.
“El personaje ya está bien construido, pero quien la interpretase había de añadir algo. Buscaba que la actriz aportara una capa personal, de ahí que me interesara que fuera alguien madura, que pudiera contarnos esta historia desde la distancia. Relatarla con 70 años es diferente a hacerlo con 30 –desarrolla el director de escena-. El objetivo era desmitificar la imagen de Casandra y poder ver otro cuerpo, maduro, igual de seductor”.
Las diferentes versiones de la leyenda sobre la adivina castigada a que nadie confiara en ella oscilan entre el tratamiento de la víctima como loca o como incomprendida. En Kassandra, Sergio Blanco la redime. “Ella misma relata que siempre fue tratada como alguien peligroso y desquiciado, pero deja claro que todo es mentira. A lo largo de su monólogo vas viendo a una mujer extrema, pero divertida y para nada perturbada. Te va ganando y hace que la creas, porque se muestra como una persona consolidada en quien es, tranquila y con sentido del humor”.
Como recoge la web de contenido educativo ThoughtCo en un artículo sobre los prejuicios asociados al broken English, en su obra Haphazard Reality: Half a Century of Science, el físico neerlandés Hendrick Casimir sostenía que el inglés deficiente es un idioma universal que se habla y entiende en casi todas partes, “un lenguaje utilizado por los camareros en Hawaii, las prostitutas en París y los embajadores en Washington, por empresarios de Buenos Aires, por científicos en reuniones internacionales y por vendedores ambulantes de postales sucias en Grecia”.
Amparo Fernández emplea esta versión precaria de la lengua de Shakespeare a lo largo de todo el montaje. “Es un idioma de supervivencia, que muchas trabajadoras sexuales migrantes y de otras profesiones tienen que aprender”. A nivel de puesta de escena ha supuesto cierta dificultad, porque la actriz que da vida a la protagonista no lo habla “y tampoco es un lenguaje fácil de apropiarse”. Sin embargo, matiza Toni Agustí que lo que al principio supuso una incógnita sobre cómo comunicar para que se entendiera bien, ha terminado convirtiéndose en virtud, “porque ese conocimiento limitado del léxico te hace ser esencial, lúcido y concreto.
La propuesta, en palabras de Sergio Blanco, es “un canto a todo lo periférico, ya que en Casandra están todas las personas que se hallan fuera de la ley: los clandestinos, los incestuosos, las prostitutas”. La protagonista de este espectáculo unipersonal es una mujer trans en los márgenes, que se atreve a contar sus penurias “desde un lugar transgresor, pero aceptado y tranquilo”, aclara Agustí, quien ofrece como ejemplo de esta vivencia optimista una de las frases en inglés roto que pronuncia Fernández en la representación: “The life is a tragedy but Bugs Bunny”.