Retrato de una mujer en llamas se alzó con el Premio al Mejor Guión en el Festival de Cannes
VALÈNCIA. A lo largo de su carrera, la cineasta Céline Sciamma ha demostrado tener un don especial para sacar a la luz las dichas y preocupaciones de la niñez y de la adolescencia. Tanto en sus películas Lirios de agua (2007), Tomboy (2011) y Banda de chicas (2014), como en sus guiones para La vida de calabacín (Claude Barras, 2016) y Cuando tienes 17 años (André Téchiné, 2016), la cineasta parisina ha buceado en los resquemores del aprendizaje vital. Su cuarto largometraje supone un giro en esa trayectoria: Retrato de una mujer en llamas ahonda en los sentimientos adultos. El drama romántico de época, reconocido tanto con el Premio al Mejor Guión en el último Festival de Cannes como con la Queer Palm (reservado a las películas con sensibilidad LGTBIQ) reflexiona sobre la libertad de amar en el contexto de los matrimonios de convivencia usuales en el siglo XVIII.
- Toda tu carrera se ha caracterizado por abordar historias contemporáneas protagonizadas por chavales. ¿Qué te ha llevado a viajar atrás en el tiempo y prestarle atención a mujeres de tu edad?
- Esta es mi película más intimista, precisamente por retratar emociones adultas. Y responde a varios deseos: estuve dos o tres años dándole vueltas a este proyecto sin escribir una sola palabra, tratando de encontrar el equilibrio entre el anhelo de contar una historia de amor y el afán de expresar su recuerdo.
- ¿Por qué decidiste contextualizar la trama en el mundo del arte?
- La idea de la pintora y la modelo se me ocurrió porque sabía que en aquella época hubo muchas mujeres artistas que fueron borradas de la historia. De hecho, era tentador traer de vuelta la obra de algunas de esas creadoras.
- ¿Y qué te disuadió?
- Preferí inventar a una pintora, porque quería mostrar las capas de la creación. Así que elegí a una artista en Instagram de la misma edad que la protagonista.
- ¿Has mantenido alguna de las obras que aparecen en la película?
- Me he quedado con el retrato de la mujer en llamas.
- Más allá del ardor romántico y de la rebelión de la protagonista. ¿Qué simbolismo tiene el fuego?
- Hay una parte en las que guiñamos el ojo a las brujas: mostramos a mujeres reunidas para intercambiar conocimientos: son médicas, parteras, vecinas… Hace frío fuera, así que encienden una hoguera.
- El periódico The Guardian ha encontrado similitudes entre tu película y el cine de Hitchcock. ¿Qué importancia tiene el suspense en tu cine?
- Me obsesiona. En mis películas siempre hay un secreto que alguien esconde. Esta vez no dura mucho y no es algo sobre lo que el personaje mienta, sino que hay una reserva en lo que se va a contar.
- ¿Qué dificultades tuvo registrar el sonido durante las secuencias rodadas en la playa?
- Rodar en la playa, sobre todo cuando decides que va a haber muchos diálogos, es siempre muy difícil. Y el sonido de las olas es de lo más complejo de registrar que existe. Es una paradoja, pero tienes que captarlo cuando el mar está tranquilo.
- Me ha llamado la atención el uso del sonido: no hay banda sonora salvo dos canciones que cuando suenan provocan en el espectador un estallido de emociones. ¿Cuándo tomaste la decisión de plantearlo así?
- Fue una decisión muy temprana, durante la escritura. Me dio un poco de miedo hacer una película de amor sin banda sonora, pero el filme es musical aunque no conste de música, porque se basa en el ritmo, en la coreografía de los cuerpos… Por ejemplo, busqué la cadencia en el número de pasos que debían dar para encontrarse la una con la otra (chasquea los dedos).
- ¿A qué responde la inventiva en ese aspecto de la película?
- A que la película habla de arte, pero no me quería limitar a retratar a la artista en el desarrollo de su trabajo, sino que también quería reflexionar sobre el papel que juega el arte en nuestras vidas. En ese momento histórico, había una falta de disponibilidad de la literatura y de la música, así que cuando sonaba una canción, debía ser algo impactante. La película quiere plasmar cómo el arte nos consuela y como el amor nos lleva al arte.
- Hablando de consuelo, ¿cómo surgió la idea del niño confortando a la mujer que aborta?
- Siempre asusta traer a la vida una imagen de la que no tienes referencias. El objetivo no pasa solo por sentirte satisfecha por hacerlo, sino por la imagen que vas a inventar. Quise hacer esa escena no por el aborto en sí, sino precisamente, por el niño que consuela.
- ¿Qué importancia tenía arrojar una mirada femenina a temas como el aborto, la amistad o el amor entre mujeres?
- Como mujer me he pasado la vida adorando películas que me odiaban. La industria en la que trabajo y el universo imaginario en el que me he criado están dominados por una visión heterosexual masculina. Me he identificado, por ejemplo, con Superman. Y ese es el tema, me pueden encantar filmes en los que no me siento incluida, de los que no me siento parte. Quizás la mirada femenina consista en ser híbrida y contenerlo todo.
- ¿Te gustó La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013)?
- Me gusta, sí. Las escenas sexuales no me parecen interesantes, pero también estoy acostumbrada a que las películas no me gusten en su totalidad, sino por ciertas partes.