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arte contemporáneo

Cómo sobrevivir a la Bienal de Venecia: el caso Molins-Scully

23/10/2019 - 

VALÈNCIA. A la Bienal de Venecia 2019 le quedan los días contados. Una de las grandes citas artísticas a escala mundial se prepara para cerrar curso hasta 2021, año en el que regresará con más creadores y más proyectos expositivos. Pero lo que hemos visto este año es tan solo la punta del iceberg de un trabajo que se cocina a fuego lento. Tanto como el ritmo en el que se opera desde basílica de San Giorgio Maggiore. Es allí donde el comisario Javier Molins, director artístico del futuro Centro de Arte Hortensia Herrero, ha levantado un proyecto expositivo que ha confrontado arte contemporáneo de Sean Scully con el irrenunciable peso histórico de la ciudad italiana, un trabajo que supone una de las poquísimas conexiones València-Venecia de la presente edición y que empezó a gestarse mucho antes de su inauguración. “La conversaciones empezaron cuatro años antes, en la inauguración de la capilla que Sean Scully ha realizado en la abadía de Montserrat. Esta abadía pertenece a la orden benedictina, al igual que San Giorgio Maggiore, y el director de la abadía en Venecia, Carmelo Grasso, mostró su interés por organizar algo alrededor de Sean Scully”, explica Molins.

Acceder al circuito veneciano no es cosa fácil, una aventura que Molins ha iniciado de la mano del artista Sean Scully, cuya obra se pudo ver junto a la de Liliane Tomasko hace tres años en la Fundación Bancaja, en una exposición ‘a cuatro manos’ comisariada por el propio Molins. Aunque otros artistas, como Anish Kapoor o Jaume Plensa, ya han expuesto en la basílica italiana, no es sencillo acceder al espacio, una conquista que pasó, incluso, por que Molins y Scully hicieran noche en 2017 en el espacio, una convivencia con los monjes que les ayudó a “comprender mejor la dinámica del espacio, que contiene una gran carga histórica”. Una vez aprobado el proyecto, las visitas a Venecia han sido continuas, desde el primer momento para estudiar cómo instalar las obras sin afectar el espacio hasta el montaje, un mes antes de la inauguración de una muestra que ha visitado desde la directora de la Tate, Maria Balshaw, hasta la propia Hilary Clinton. Ahora, con la exposición recién clausurada, Molins hace balance la experiencia italiana.

“La Bienal sigue siendo el gran referente mundial a la hora de tomar la temperatura de la creación artística contemporánea pues puedes ver desde artistas emergentes a los más consagrados como es el caso de Sean Scully. Es el lugar al que acuden todas las personas más importantes del arte contemporáneo desde artistas, hasta coleccionistas, pasando por comisarios, directores de museo, los grandes galeristas o los amantes del arte en general”, explica Javier Molins al respecto de una bienal que quiere seguir siendo punto de encuentro de creadores de todo el mundo. Si bien tanto las colecciones de Fundación Bancaja como la del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) cuentan con obra de Sean Scully, en esta ocasión ninguna de las piezas ‘valencianas’ han ido a parar a Venecia pues, en gran medida, a excepción de unos pasteles que venían del Albertina de Viena, han sido realizadas expresamente para la exposición, que se despliega bajo el nombre de Human.

Ese Human remite a una serie concreta de piezas del artista, aunque también tiene un significado mayor, pues busca conectar el proyecto expositivo con el tiempo en el que la basílica fue construida: el Renacimiento. “Este cambio radical que supuso el Renacimiento fue posible gracias a unas serie de hombres valientes que intentaron hacer las cosas de una forma diferente, rompiendo con las normas establecidas y con los límites impuestos hasta ese momento. Algunos de estos nombres, como Andrea Palladio, arquitecto que diseñó la Abadía;  Tintoretto -la abadía posee tres cuadros suyos entre los que se encuentra La última cena-; o Carpaccio -la Abadía posee su famoso cuadro de San Jorge y el dragón-,  están presentes en la Abadía de San Giorgio Maggiore, por lo que el nombre de Sean Scully vendría a sumarse con esta exposición a una larga lista de artistas que rompieron con los cánones establecidos”, explica Molins. Y es esa “ruptura” lo que destaca el comisario de la trayectoria del artista, que abandonó la figuración para adentrarse en el minimalismo, con el que rompió en los años 80 para crear “su propio estilo de abstracción”, y, ahora, volver a abrazar la figuración.

El espacio, evidentemente, ha sido uno de los mayores condicionantes del proyecto expositivo, una imponente basílica que no podía ser excluida de la narración. “Huimos desde el primer momento de hacer una simple exposición de obras recientes de Scully en un entorno atractivo, sino que quisimos hacer una exposición que dialogara totalmente con el espacio, que se integrara perfectamente en él y que ocupara toda la abadía”, refleja Javier Molins. Entre los puntos clave de la muestra se encuentra una escultura de 10 metros de altura, la mayor realizada hasta la fecha por Scully, ubicada bajo una cúpula de más de 30 metros, una pieza que remite a la escalera de Jacob. Y este es solo el principio de una recorrido que sitúa en el mismo plano un manuscrito con acuarelas y escritos realizado por Scully con el imponente coro, una pieza inspirada en los manuscritos iluminados que realizaban los monjes en la Edad Media. 

Entre otras piezas, la muestra incluye esculturas ubicadas en el patio que conecta la iglesia con las dependencias de los monjes y en el huerto donde cultivan sus hortalizas, una exposición que finalizaba con un tríptico llamado Madonna. "Sean recurre a un tema clásico de la pintura como es el de la madre y el hijo y que tanta importancia ha tenido a lo largo de la Historia del Arte con pinturas realizadas por grandes maestros como Rafael o Miguel Angel. Y lo hace en un tríptico que también tiene un gran significado en la religión católica, pues el tres es el número de la Santísima Trinidad". Aun con la resaca de la Bienal de Venecia todavía fresca, los restos de la 'fiesta' siguen presentes, pues Sean ha realizado una vidrieras con sus características franjas de colores que, apunta el comisario, "seguramente" se queden allí para siempre. La bienal pasa, el arte queda.

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